Se hacía llamar Tariq y venía a menudo a comprar seis o siete panes redondos al panadero del lugar; hoy, sus vecinos de Abbottabad se preguntan si este hombre discreto no era el hijo de Osama Bin Laden, que vivía escondido tras los altos muros de una casa vecina.

El domingo por la noche, un comando estadounidense tomó por asalto la misteriosa casa de los muros de cuatro metros de alto, justo frente a la vivienda de Abdulá Jan, que tiene demasiado miedo para dar su verdadero nombre.

Al día siguiente el presidente norteamericano Barack Obama anunció la muerte de Osama Bin Laden, tras el ataque llevado a cabo en Bilal Town, un barrio residencial de la tranquila Abbottabad.

Desde entonces, el vecino Abdulá recuerda algunos detalles sobre “Tariq” y otro hombre, Arshad Jan, que suponía eran los únicos habitantes de la vivienda.

“Siempre creí que eran pashtunes paquistaníes, pero ahora que lo pienso, hay cosas que no cuadran”, dice, aludiendo a su “piel más blanca”, y a su carácter “más reservado” que los pashtunes.

Arshad Jan y “Tariq” se habían mudado en 2005, según Abdulá.

“Nos dijeron que venían de Peshawar”, la principal ciudad del noroeste “y que trabajaban en el cambio de divisas”, afirma.

El primero sería en efecto paquistaní, y habría adquirido el terreno y construido la casa, según los servicios de bienes inmuebles de Abbotabad.

Pero la identidad de “Tariq”, de unos 35 años, es un misterio y alimenta las conversaciones del vecindario.

“(…) Tariq se parecía a Bin Laden y podría ser uno de sus hijos”, el que vivía con él en Abbottabad, según algunas fuentes.

Bin Laden, a quien se le atribuyen cuatro mujeres, se habría casado al menos con una pashtún. Así, su progenitura no habría tenido dificultades en mezclarse con los pashtunes paquitaníes o afganos.

Abdulá se acuerda: “Arshad nunca me quiso dar el número de su teléfono móvil, me dijo que no tenía, cuando en realidad todo el mundo tiene al menos uno. Las mujeres de la casa nunca quisieron hacer o recibir visitas en el barrio, algo que es usual aquí. Nunca venían a las bodas…”

Salvo Arshad y “Tariq”, y a veces algunos niños, la familia solo salía de forma breve, y en sus dos modestos coches. Las mujeres lo hacían cubiertas con una abbaya (burqa que deja ver los ojos) negra.

Ningún médico los visitaba, según Abdulá, pese a que se decía que Bin Laden estaba enfermo de los riñones, y que se hallaba bajo tratamiento de diálisis.

Sus vecinos no se ofuscaban por esa excesiva discreción, que atribuían a las tradiciones muy conservadoras y púdicas de los pashtunes.

“Eran muy rigoristas, por tanto no intentábamos frecuentarlos o convertirnos en sus amigos”, explica Shinaz Bibi, que habita a 150 metros de las altas murallas, equipadas con cámaras y alambradas, detrás de las cuales la “familia” Bin Laden vivía con una vaca y con pollos.

Dos veces por día, Arshad o “Tariq” venían a comprar el pan a Mohamed Asif, a unos cientos de metros de la academia militar local. En su minúscula panadería, Mohamed sonríe ante la idea de haber horneado todos los días el pan para el jefe de Al Qaida.

“Estoy orgulloso, es un héroe que ha desafiado a Estados Unidos”, proclama. “Y les contaré a mis nietos que no fue nuestro ejército el que lo atacó, sino los norteamericanos”.