La prohibición de fumar en lugares públicos cerrados entró en vigor en China, pero pocos son los que apuestan que se respetará la medida, en un país adicto al cigarrillo y donde habría más de 300 millones de fumadores.

El texto pretende poner a China al mismo nivel, en cuando a reglamentos relacionadas con el tabaco, de los países desarrollados.

Ninguna campaña digna de este nombre se ha previsto sin embargo, en este país donde se fuma sin ningún problema en los ascensores de los edificios o en las salas de espera de los hospitales.

La nueva ley prevé restringir las máquinas expendedoras de cigarrillos y, según el texto, “los operadores de establecimientos comerciales en lugares públicos” deben colocar avisos de “No fumar” y tomar la iniciativa de evitar que los fumadores enciendan un cigarrillo.

Según de prensa, las fábricas y oficinas no se verían afectados por la prohibición de fumar. En cuanto a los bares, restaurantes y el transporte público, hay una gran incógnita en cuanto a la aplicación de las normas.

Cada año el tabaco mata a más de un millón de personas en China y algunas cajetillas sólo cuestan 3 yuanes (0,48 dólar o 0,33 euro), por lo que los expertos, tanto chinos como extranjeros, temen que el número de decesos por tabaquismo se triplique de aquí a 2030.

Nadie ha olvidado aquí que las autoridades prometieron que los Juegos Olímpicos (en 2008 en Pekín) y la Feria Mundial (Shanghai 2010) serían “no fumadores”, promesas muy poco respetadas en la práctica.