Una polémica reforma de la ley de bosques que puede ser votada esta semana en el Parlamento brasileño pone en juego el futuro equilibrio entre las magníficas selvas de Brasil y su gigante industria agropecuaria.

La reforma del llamado ‘Código Forestal’ es una iniciativa del poderoso sector agropecuario, ávido por ampliar la frontera agrícola y acosado por la intensificación de las leyes ambientales en los últimos años.

“El mundo quiere la Amazonía gratis y que seamos los agricultores los que paguemos por preservar el medio ambiente. Tenemos que reformar esa ley para continuar produciendo alimentos para los brasileños y para el mundo”, declaró a la AFP el diputado ruralista Luis Carlos Heinze.

El autor del proyecto de reforma, el diputado Aldo Rebelo, asegura que la ley actual hace inviable la masiva producción agrícola y de carnes de Brasil porque obliga a los agricultores proteger una cantidad extrema de bosques en sus propiedades: 80% en la Amazonía y 20% en el sur, además de márgenes de ríos y laderas de montañas. Por eso, propone una flexibilización.

Rebelo denuncia que más del 90% de las 5,2 millones de propiedades rurales del país incumplen el código, pues obliga a reforestar 62,5 millones de hectáreas a un costo de más de 300.000 millones de dólares.

Los ambientalistas exigen que los agricultores reforesten los millones de hectáreas que devastaron y afirman que no hace falta derrumbar más áreas verdes para ampliar la frontera agrícola porque hay todavía 61 millones de hectáreas de tierras aptas para cultivos.

El cambio podría dejar sin protección una área mayor que Francia, denunció la red de organizaciones ambientalistas Observatorio del Clima.

La reforma llega en momentos en que el agro brasileño se expande y alcanzó exportaciones récord de casi 80.000 millones de dólares en 12 meses, pero también cuando el país ha conseguido reducir en 75% el ritmo de deforestación amazónica, que había llegado a devastar 27.000 km2 en 2004 por el avance de la agropecuaria, madereras y minería ilegales.

La masiva deforestación convirtió a Brasil en el cuarto mayor emisor de gases nocivos del planeta.

“Si la reforma es aprobada como está, existe un riesgo muy grande de que Brasil no cumpla sus compromisos internacionales y sentará un precedente para que avance de la deforestación”, aseguró a la AFP Paulo Moutinho, del Instituto de Investigación Amazónica (IPAM).

Para el especialista, se pueden combinar la conservación del bosque de uno de los países con mayor biodiversidad del planeta con las aspiraciones de un sector agropecuario que ha enfrentado un aumento de requisitos de protección ambiental.

“La modernización del Código Forestal debe ser un estímulo para que el sector productivo consiga cumplir la legislación ambiental, pero no puede saltarse la regla principal, que es proteger los bosques”, dijo.

El presidente de la Cámara de Diputados, Marco Maia, que busca un acuerdo a contrarreloj, indicó el viernes que la reforma podría ser votada la primera semana de mayo en la Cámara baja. Pero gobierno, ambientalistas y ruralistas no han llegado a un consenso.

En ese sentido, el autor de la reforma publicó este sábado un editorial de prensa donde asegura que aceptará que “el productor de la Amazonía tenga que proteger 80% de su propiedad sin que, en contrapartida, su competidor europeo o estadounidense guarde un 1% para esa finalidad”.

No obstante, advirtió que los “ambientalistas más intransigentes tendrán que aceptar” un cambio en la ley, flexibilizando los requisitos para pequeños agricultores.

Brasil es un gigante país con 850 millones de hectáreas, de las cuales más del 60% (537 millones de hectáreas) son de predominio de vegetación natural.