La OTAN decidió el domingo asumir el mando de las operaciones militares en Libia, en un momento en el que los insurgentes progresan, al tiempo que se intensifican los esfuerzos para encontrar una solución diplomática al conflicto antes de una reunión crucial el martes en Londres.

“Hemos solicitado al alto mando operacional de la OTAN que implemente la ejecución de esta operación inmediatamente”, afirmó el secretario general de la Alianza Atlántica, Anders Fogh Rasmussen, en un comunicado.

Presionados por las potencias occidentales, especialmente Estados Unidos e Italia, para tomar el mando lo antes posible, los 28 embajadores de los países miembros de la OTAN reunidos en Bruselas, dieron la luz verde a un traspaso del mando, superando las inquietudes mostradas, por motivos diferentes, por Francia y Turquía.

“Nuestro objetivo es la protección de los civiles y de las zonas habitadas que estén bajo amenaza de ataques del régimen de Gadafi”, agregó el secretario general.

“La OTAN implementará todos los aspectos de la resolución (1793) de la ONU. Nada más, nada menos”, insistió.

Rasmussen precisó que el general canadiense Charles Bouchard fue designado comandante de todas las operaciones de la Alianza en Libia y que “empezará a ejecutar la operación con efecto inmediato”.

Responsables de la Alianza advirtieron, no obstante, que el traspaso del mando será efectivo en 48 horas, por lo que en los próximos días las operaciones estarán codirigidas por la coalición y la OTAN.

La Alianza Atlántica ya se había hecho cargo de imponer el embargo de armas en el Mediterráneo y de la zona de exclusión aérea establecida en cielo libio y ahora reemplazará a Estados Unidos en la dirección de la intervención aérea realizada por la coalición internacional en Libia desde el 19 de marzo.

La decisión fue tomada por unanimidad de los Estados miembros de la Alianza, tras varios días de negociaciones sobre el papel exacto que debía adoptar la OTAN y su capacidad de llevar a cabo ataques sobre blancos en tierra.

El plan elaborado por la OTAN no prevé una intervención con miras a sostener a los insurgentes que combaten a las fuerzas del coronel Muamar Gadafi, precisaron las mismas fuentes. La Alianza desea permanecer “imparcial” en el conflicto, subrayaron.

“La OTAN permanecerá siempre imparcial. La OTAN no escoge un bando. El objetivo es detener todo eventual peligro para la población, de conformidad con la resolución de la ONU”, según un diplomático que pidió no ser identificado.

Estados Unidos deseaba traspasar cuanto antes a la OTAN el mando de las operaciones en Libia, puesto que la intervención en este país es muy impopular entre la opinión pública estadounidense.

Francia, que se mostraba reticente a ceder el control de los ataques aéreos a la OTAN porque eso podría suponer perder el apoyo de los aliados árabes, obtuvo la creación en paralelo de un “grupo de contacto”, formado por los 12 países que participan en la operación, incluyendo Emiratos Árabes Unidos, y que se reunirá por primera vez el martes en Londres con el fin de asumir “el mando político” de la intervención.

Los ministros de Relaciones Extranjeras de más de 35 países confirmaron ya su participación en esta reunión, en la que estarán presentes la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, subrayó el viernes que la solución en Libia no podía ser sólo militar, sino también “política y diplomática”.

Turquía, el único miembro de la OTAN de población mayoritariamente musulmana, había mostrado su oposición al operativo de la coalición al temer que los ataques aéreos pudiesen causar víctimas civiles.

Con el voto unánime en la OTAN, “las reglas de compromiso toman en cuenta las sensibilidades de todos los miembros de la OTAN, incluida Turquía”, precisó un diplomático de la Alianza.

Italia, antigua potencia colonial, anunció que presentará también un plan, que incluye un exilio para el coronel Gadafi. “Incluso dentro del régimen, hay gente que trabaja en favor de esta solución”, explicó el ministro de Relaciones Exteriores italiano, Franco Frattini.