Una ciudad que busca ser la capital del sur austral, que se precia de cosmopolita, que recibe cruceros de todo el mundo y que organiza un Campeonato Mundial de Básquetbol con la mirada del mundo puesta en su centro, sin duda debe ser lo mejor en materia de infraestructura cultural con una biblioteca acorde a tan ilustres logros en otras áreas.

La realidad dista mucho de aquello y mas bien limita con la vergüenza pues la Biblioteca Municipal, entiéndase bien, municipal, cada vez que llueve se convierte en un verdadero ‘parque acuático’ pues la techumbre simplemente no resiste y gotea, dejando una estela de humedad y la poco grata impresión de baldes y receptáculos para evitar males mayores producto de las goteras.

Carolina Santana, directora de la entidad, indica que hay un comodato que impide que la Dirección de Bibliotecas y Museos (Dibam) pueda invertir en reparaciones. Sumado a esto, desde 2005 que la municipalidad no ha hecho nada nuevo.

La directora añade que es el techo el que requiere de las más urgentes reparaciones, añadiendo que hasta ahora no se ha hecho nada. Por ello, cuando caen aguaceros existen dos alternativas: poner cuanto recipiente exista para las goteras o simplemente cerrar.

Incluso, desde la biblioteca resolvieron suspender sus actividades desde abril pues señalan que es preferible no hacer cosas por la cultura a pasar la vergüenza de mostrar un local así y exponer tanto al público, como a los trabajadores, a enfermarse por la lluvia y la humedad.

Mientras la atención está puesta en el Mundial de Básquetbol, en Avenida Diego Portales un puñado de funcionarios intenta, sin auspiciadores ni transmisiones televisivas, hacer que la cultura, la llamada base de los pueblos, siga viva pese a las olas de poca preocupación que intentan ahogarla.