La coalición liderada por Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña lanzó el sábado una operación militar de grandes proporciones en Libia con el objetivo implícito de expulsar del poder al coronel Muamar Gadafi, una misión cuyo desarrollo y desenlace son inciertos.

“No vamos a imponer un régimen a Libia. Simplemente vamos a ayudar al pueblo libio a liberarse” de Gadafi, afirmaba el sábado poco después de los primeros bombardeos el ministro francés de Relaciones Exteriores, Alain Juppé.

El canciller francés admitió que ese objetivo “no está inscrito en la resolución del Consejo de Seguridad” adoptada el jueves, tras varios días de arduas negociaciones, y que autoriza el uso de la fuerza para proteger a la población civil de la ofensiva militar del régimen libio en el este del país.

“No nos engañemos, el objetivo de todo esto es permitir al pueblo libio que elija su régimen y no tengo el sentimiento de que hoy, se incline por Muamar Gadafi”, sostuvo Juppé.

En la historia reciente, la caída de los jefes de Estado confrontados a una rebelión ha sido a veces súbita e inexplicada como ocurrió en 1999 con el serbio Slobodan Milosevic, sometido a bombardeos de varios meses de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y que tiró la toalla de la noche a la mañana.

Sobre Gadafi, que en abril de 1986 sobrevivió a un diluvio de bombas estadounidenses que mataron a su hija adoptiva, responsables franceses se muestran prudentes.

“Ha elegido una huida hacia adelante”, opinan en la Cancillería francesa.

La comunidad internacional le pide que “cumpla literalmente las resoluciones del Consejo de Seguridad” de la ONU que exigen el fin de la violencia, afirmó Juppé.

“Desgraciadamente, en mi opinión personal, hay pocas esperanzas” de que lo haga, afirmó la noche del sábado el jefe de la diplomacia francesa después de que Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos lanzaran los primeros bombardeos.

En lo inmediato, los aliados son objeto de crecientes críticas por sus ataques aéreos, provenientes, en primer lugar, de la Liga Arabe, que respaldó la resolución onusiana autorizando el uso de la fuerza.

“Lo que está pasando en Libia dista del objetivo que consiste en imponer una zona de exclusión aérea y lo que nosotros queremos es la protección de los civiles y no bombardearlos”, declaró el secretario general de la Liga Arabe, el egipcio Amr Musa.

El objetivo de los bombardeos eran “blancos que representaban una amenaza para la aplicación de la zona de exclusión aérea”, explicó en Londres el portavoz del estado mayor británico, el general John Lorimer.

Países africanos, Venezuela, Rusia o Alemania también han denunciado los bombardeos o expresaron serias reticencias al respecto.

Por el momento, los aliados excluyeron cualquier operación terrestre -que tampoco está autorizada en la resolución-. Su objetivo ahora es mostrar la presencia árabe, aunque sea simbólica, en la coalición área.

Qatar se sumó a la intervención con cuatro aviones. Los Emiratos Arabes Unidos prometieron una veintena.

La salida de Gadafi, de 69 años, en el poder desde hace casi 42 años, es necesaria ya que “es la única forma que permite evitar a corto plazo el riesgo de partición del país”, consideró François Heisbourg, de la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS).

“Las operaciones continuarán en los próximos días”, afirmó Juppé el sábado.

El desenlace de la actual intervención militar “puede ser relativamente largo pero tampoco se puede excluir una solución rápida”, resumió de forma sibilina un responsable francés que pidió el anonimato. En realidad dependerá del dirigente libio que el domingo, en un mensaje sonoro vaticinó una “guerra larga” y aseguró que “vencerá”.