Aunque la exposición masiva a la radiación pudo evitarse en la central japonesa de Fukushima, vapores y elementos radiactivos se escapan a la atmósfera desde el sábado, lo que representa un riesgo de contaminación para las poblaciones aledañas.

La nube de gases radiactivos que parecía desplazarse el domingo hacia el Océano Pacífico con los vientos del norte y noreste está constituida principalmente de yodo y cesio, según expertos entrevistados por la AFP.

Después del terremoto que sacudió a Japón el viernes, las autoridades evacuaron cientos de miles de personas en los alrededores de la central de Fukushima.

En un principio, la evacuación tuvo un radio de 3 km pero a medida que la situación evolucionaba, el radio se extendió a 10 km y luego hasta 20 km, explicó Olivier Gupta, director general de la Autoridad de Seguridad Nuclear (ASN) en Francia.

De este modo, únicamente los expertos y los bomberos que trabajan en la zona de peligro correrán el riesgo de exponerse a la radiación.

Estas personas podrían enfermarse en las semanas o en los meses siguientes, o hasta podrían presentar vómitos en las siguientes 24 horas, dependiendo de la dosis de radiación recibida.

La médula ósea es la parte del cuerpo que resulta más dañada tras las radiaciones, por lo que será necesario hospitalizar a los pacientes para practicarles transfusiones.

“Pero si la dosis fue muy fuerte, (los pacientes) morirán”, aseguró el profesor Patrick Gourmelon, director de la sección de radioprotección del hombre en el Instituto francés de Radioprotección y de Seguridad Nuclear (IRSN).

Para el resto de la población, la exposición a elementos radiactivos podría provocar cánceres (en la sangre, pulmones, colon…) de una gravedad “proporcional a la dosis absorbida”, agregó.

“Para proteger a los civiles, disponemos de tres armas: la evacuación, el aislamiento y el yodo” explicó el profesor Gourmelon.

El aislamiento, que es muy eficaz mientras se prepara una evacuación, consiste en evitar al máximo el contacto con las partículas contaminadas.

De preferencia, la gente deberá instalarse en los sótanos, con las puertas y ventanas selladas con cinta adhesiva y apagando cualquier climatización y calefacción.

“Se trata de evitar que las partículas penetren en los pulmones y en el tubo digestivo”, explicó el médico, quien agregó que también existen formas externas de contaminación, a través de la piel.

En caso de contacto radiactivo con la piel, “basta con tomar una buena ducha, pero sin frotar para que no penetren las partículas”, agregó.

También se debe evitar morderse las uñas, fumar y llevarse las manos a la boca.

Pero la medida más importante que tomarán las autoridades será la distribución de pastillas de yodo para evitar el cáncer de la tiroides, principalmente entre los jóvenes, niños, bebés y mujeres embarazadas o que amamantan.

“Este producto, que es muy volátil, se adhiere literalmente a las tiroides. Si se saturan las tiroides con el yodo limpio, se evita que el yodo radiactivo se adhiera”, dijo el profesor.

El problema es que se debe actuar a tiempo: de preferencia, una hora antes de la emisión de partículas contaminadas. Hacer esto es posible en Japón, puesto que las bocanadas son emitidas voluntariamente para disminuir la presión del reactor.

Si el yodo se aplica “durante las siguientes 24 horas también funciona, pero sólo protege a un 25%”.

Los elementos radiactivos absorbidos por el cuerpo serán eliminados a través de la orina. Gracias a “los medios de detección altamente sensibles que tenemos”, se puede medir con mucha precisión la dosis radiactiva que absorbió una persona, concluyó Gourmelon.