Cuba arreció sus acusaciones de que Washington crea redes clandestinas en internet para fomentar la “subversión”, en momentos en que espera sentencia el contratista estadounidense Alan Gross, enjuiciado bajo cargos de poner en marcha el supuesto plan.

Para contraatacar y denunciar una “ciberguerra” de Washington, La Habana retomó estas semanas una táctica que no usaba desde hace casi una década: presentar agentes infiltrados en las filas del “enemigo”.

Sin mencionar a Gross, el gobierno presentó el martes en los periódicos y la noche del lunes en un programa de televisión al “agente Raúl”, un ingeniero de comunicaciones que -dijo- fue reclutado por la CIA para la “operación subversiva”.

El agente, que se identificó en el programa como Dalexi González, dijo haber recibido en marzo de 2008 sofisticados medios de comunicación para crear redes de “conexiones inalámbricas y satelitales” que “no fueran detectadas por las autoridades cubanas”.

Según González, los equipos le fueron enviados ilegalmente por un hombre que conoció en La Habana, a quien Cuba identificó como Robert Guerra, “jefe del plan de agresión cibernética de Freedom House”, organización que vinculó con la CIA y la Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID), del Departamento de Estado.

Contactado por la AFP, el director adjunto de programas de Freedom House, Daniel Calingaert, confirmó que Guerra estuvo en Cuba cuando trabajaba como consultor para esa organización, pero no hizo referencia a vínculos con instituciones oficiales estadounidenses.

El documental fue emitido dos días después de que concluyera en La Habana el juicio contra Gross, arrestado el 3 de diciembre de 2009 cuando, según Cuba, distribuía equipos satelitales para redes clandestinas de comunicación “fuera del control de las autoridades cubanas” con el fin de alimentar provocaciones “contrarrevolucionarias”.

La fiscalía acusó a Gross de “la introducción y desarrollo” de un “proyecto subversivo para intentar derrocar la revolución que tenía como blancos esenciales” a grupos universitarios, culturales y religiosos.

Washington reconoce a Gross, de 61 años, como empleado de una empresa subcontratada por la USAID, pero sostiene que ayudaba a judíos en la isla a comunicarse con el exterior dándoles celulares y computadoras, aunque los representantes de esa comunidad lo niegan.

Según un informe cubano, Gross, contra quien la fiscalía pidió 20 años de cárcel acusado de “actos contra la independencia o integridad territorial del Estado”, declaró ante el tribunal que fue “utilizado y engañado” por su empresa.

Hace una semana y con la intención de probar el financiamiento desde Estados Unidos a la oposición interna, otro programa presentó a otros dos agentes que el gobierno cubano habría infiltrado, uno como periodista independiente próximo a las Damas de Blanco y otro como colaborador de la ilegal comisión de derechos humanos de Elizardo Sánchez.

La saga sobre la “ciberguerra” comenzó hace tres semanas cuando apareció en internet un video supuestamente filtrado, en el que un experto de la Seguridad afirma que Gross creaba “una plataforma tecnológica” para “una red virtual de mercenarios” entre los que incluyó a la bloguera Yoani Sánchez, a quien el Departamento de Estado concedió este martes el premio “Valentía de las Mujeres”.

Sánchez mantiene un sitio (www.desdecuba.com/generacióny), y define su tarea como “reportar y denunciar las violaciones de derechos humanos y las arbitrariedades que se cometen en Cuba”.

El caso de Gross, cuya liberación inmediata pide Washington, frenó el acercamiento que habían iniciado ambos países -sin relaciones diplomáticas desde 1961- con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca a inicios 2009.

Cuba, que a su vez impulsa decenas de blogs oficialistas, exige por su lado la liberación de cinco agentes presos en Estados Unidos desde 1998. Los agentes, condenados por espionaje, son considerados por Cuba como “héroes” que evitaban actos de terrorismo desde Miami.