La mayor fiesta folclórica de Bolivia, el carnaval de Oruro, obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad, según la Unesco, comenzó este sábado con el concurso de 20.000 danzarines y de miles de turistas, en una exultante muestra de religiosidad y paganismo.

La fiesta, que congrega a 48 comparsas, miles de bailarines y 6.000 músicos, reúne coreografías de 19 danzas, entre ellas la célebre ‘Diablada’, emblemática del Carnaval de Oruro, que resume el sincretismo entre catolicismo y paganismo, enraizado en Bolivia después de la conquista española de América en 1492.

Además los ‘Caporales’, vistoso baile inspirado en ritmos folclóricos con aires afro y ágiles saltos de una tropa de jóvenes, que, látigo y sombrero en mano, evoca a los capataces en las plantaciones agrícolas. También están las mujeres con pollerines cortos y movimientos cadenciosos y seductores.

Pariente cercano de la saya de los Yungas, el baile ‘Caporales’ fue recreado y presentado al público por primera vez en 1969 por los hermanos bolivianos Estada Pacheco. Esta danza, al igual que La Diablada, fue pronto imitada en otras naciones vecinas.

‘La Morenada’, que parodia a los capataces blancos que esclavizaban negros en los sembradíos y las minas, los ‘Tobas’, baile ceremonial de los salvajes de oriente, y la ‘Llamerada’, en honor de los pastores de ese auquénido andino, son algunas de las danzas más importantes del carnaval de Oruro.

Miles de personas, unas 350.000 este año, entre ellas centenas de turistas, principalmente de Europa y Estados Unidos, siguen bajo fuerte sol y cielo azul las incidencias de los 6 km de recorrido del carnaval de Oruro -una empobrecida región minera.

Las comparsas folclóricas se sucederán durante aproximadamente 20 horas ininterrumpidas, hasta la madrugada del domingo, en que danzarán al ritmo de autóctonas zampoñas, quenas y pinquillos (instrumentos de viento), pero además de cornetas, tubas, clarinetes, timbales, tambores y sonoros platillos.

Entre los miles de asistentes está el presidente Evo Morales, oriundo de una comarca indígena de Oruro, que participa de modo entusiasta en el baile mientras evoca su antiguo oficio de músico de banda.

Morales -pastor, panadero, albañil, futbolista y agricultor- fue trompetista de la Banda Real Imperial, una de las más importantes del carnaval de Oruro.

Multicultural y diversa, la mayor expresión folclórica boliviana remata a los pies de la Virgen de la Candelaria, ante cuya imagen llegan de rodillas desde el umbral de la iglesia del Socavón miles de danzantes extenuados por los 6 kilómetros de recorrido a ofrendarle ese sacrificio y reclamarle sus favores.

La tradición señala que cada danzarín debe participar al menos tres años seguidos en el desfile-peregrinación del carnaval de Oruro para reafirmar su fe católica y recibir las bendiciones de la ‘Mamita del Socavón’, como cariñosamente se conoce a la Virgen.

Hay, sin embargo, personas que bailan durante décadas.

El carnaval folclórico, que se desarrolla en la ciudad minera de Oruro, a 3.700 km de altitudm y donde mora el cóndor y el quirquincho (tatú), pasó a partir de 2008 a formar parte de la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Previamente, en 2001, la Unesco lo declaró obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad.