“Fuimos los desaparecidos invisibles de la dictadura” argentina (1976-83), dijo Valeria Ramírez a la AFP tras denunciar ante la justicia los vejámenes a los que fue sometida durante su secuestro en una cárcel clandestina “sólo por el hecho de ser travesti”.

Valeria, de 57 años, tenía 22 cuando fue secuestrada por primera vez y asegura que los secuestros de travestis “eran una práctica habitual durante la dictadura”.

“No existíamos, no éramos nada, quién iba a reclamar por nosotras”, relató tras declarar el miércoles ante la secretaría de Derechos Humanos en el marco del juicio por la Memoria y la Verdad, un proceso no penal que busca sacar a la luz los crímenes del régimen.

Se trata de la primera vez que se denuncia formalmente la represión a grupos sociales a causa de su inclinación sexual.

Valeria fue secuestrada en 1977 mientras ejercía la prostitución junto a otras cinco travestis y llevada al ‘Pozo de Banfield’, una cárcel clandestina donde se torturó y mató a decenas de opositores durante el régimen.

“Ya me habían llevado a la comisaría otras veces, pero en esa ocasión me llevaron al ‘Pozo de Banfied’”, el campo de exterminio que funcionó en esa localidad de la periferia sur y por donde pasaron más de 300 detenidos, un centenar de ellos aún desaparecidos, según denuncias.

En ese lugar “nos violaban por un plato de comida, un poco de agua y hasta para poder ir al baño, cada cambio de guardia volvía a empezar la pesadilla”, relató.

Entidades que representan los derechos de homosexuales aseguran que 400 personas fueron desaparecidas durante la dictadura por su orientación sexual, en tanto organismos humanitarios cifran en 30.000 el total de desaparecidos que dejó el régimen.

“Nos llevaban esposadas pero a cara descubierta, apenas nos hacían bajar la cabeza para que no viéramos adónde entrábamos, pero una vez adentro estábamos a cara descubierta, para qué nos la iban a tapar, quién se iba a preocupar por nosotras, no valíamos nada, éramos invisibles”, señaló.

Valeria fue secuestrada en dos ocasiones, en la primera estuvo detenida cuatro días, en la segunda dos semanas en las que incluso fue testigo del parto de una detenida.

“Me dejaron ir al baño y al pasar por un pasillo desde un calabozo escucho golpes, gritos, llantos y una mujer que decía ‘ya viene’, después un llanto de bebé”, cuenta sobre el parto en cautiverio de una secuestrada a quien vio poco después obligada a limpiar su celda tras el alumbramiento.

“La vi entrar al baño agarrándose de las paredes, no podía caminar y le habían ordenado buscar agua para ‘limpiar toda la mugre’. La ayudé a llenar un balde pero un policía me sacó del baño y me arrastró hasta mi celda de los pelos, el guardia tenía al chico en brazos, después ya no supe más”, relató.

Se estima que 500 niños nacieron durante el cautiverio de sus madres y fueron robados y apropiados, y 102 de ellos recuperaron su identidad por el trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo que buscan a sus nietos desaparecidos.

“En tantos años nunca denuncié porque tuve miedo, pero ahora empezamos a ‘existir’ a tener derechos”, dice al explicar las razones de su tardía presentación.

Argentina sancionó el año pasado la ley de matrimonio igualitario, la primera a nivel nacional de América latina, que permite las bodas entre personas del mismo sexo.

“Pero falta, seguimos borradas de la historia”, remarca Valeria quien acaba de recibir un documento del gobierno que la habilita a tramitar un subsidio de reparación por los tormentos que sufrió bajo la dictadura, pero lo rechazó.

“Figura a nombre de Oscar Ramírez -su nombre legal- y no de Valeria que es quien los padeció”, explica consciente de que el camino recién empieza.