La partida del líder del Frente Nacional Jean-Marie Le Pen el fin de semana cerrará un ciclo de 40 años y probablemente desembocará en la elección de su hija Marine, decidida a modernizar la imagen de este partido de extrema derecha francesa para la presidencial de 2012.

Todo parece listo para una sucesión familiar durante el congreso del partido, el sábado y el domingo en Tours (centro).

El decano de la vida política francesa, que fue candidato presidencial en cinco oportunidades, se dispone a ceder a los 82 años la presidencia del Frente Nacional (FN), que fundó en 1972, a la más joven de sus hijas.

Marine Le Pen, de 42 años, podría ser electa por una amplia mayoría de los miembros –estimados en 25.000– ante su único rival, Bruno Gollnisch, de 60 años, apoyado por las corrientes más radicales de la extrema derecha, como los católicos integristas.

Esta ex abogada rubia, alta y enérgica se impuso durante los últimos meses en la vida política, obteniendo récords de audiencia en la televisión, con un talento oratorio que recuerda al de su padre.

Las encuestas de intención de voto le dan ya hasta 14% para la primera vuelta de la elección presidencial de 2012, cuando espera repetir la hazaña de su padre, que llegó a la segunda vuelta en 2002 frente a Jacques Chirac.

Con esta finalidad, Marine Le Pen adoptó los temas que constituyeron el éxito del “lepenismo”: oposición a la inmigración, regreso de la pena de muerte, denuncia de la “casta política” y de los “eurócratas” de Bruselas.

Al igual que su padre, ama las fórmulas lapidarias y sabe provocar para existir. Recientemente comparó a la Ocupación nazi con las plegarias de los musulmanes en las calles, por falta de locales de oración.

Sus discursos contra los musulmanes son similares a las posiciones defendidas por la derecha populista y la extrema derecha en otros países europeos, como Suiza y Holanda.

Sin embargo, aunque continúa siendo una “Le Pen”, quiere moderar la imagen del FN y hacer olvidar los derivas antisemitas o negacionistas de su padre, quien calificó en 1987 a las cámaras de gas de “punto de detalle de la historia de la Segunda Guerra Mundial”.

“Yo siempre pensé que era necesario evitar alimentar las sospechas que pesan sobre el FN, sobre todo la de antisemitismo”, explica Marine Le Pen.

Esta dirigente política, dos veces divorciada y madre de tres hijos, también quiere suavizar las posiciones de su partido en lo que respecta a las cuestiones sociales, declarándose favorable al aborto.

En lo que respecta a las cuestiones económicas, esta eurodiputada, representante del norte industrial devastado de Francia, tiene un lenguaje más social que su padre y cuestiona los “dogmas” del “mundialismo” y su “libre comercio”, una posición que tiene éxito en un contexto de crisis.

Este cambio de liderazgo tiene lugar en un contexto de recuperación electoral del FN: luego de obtener tan sólo 4,2% en las legislativas de 2007, no le fue mejor en las europeas de 2009, pero en 2010 se recuperó en las regionales (11,4%).

La popularidad de Marine Le Pen preocupa a la izquierda, que no olvidó la eliminación del candidato socialista Lionel Jospin en la primera vuelta de 2002, así como a la derecha, donde algunos consideran que representa un riesgo para el actual presidente de Francia, Nicolas Sarkozy.