Imagen: Stephen Eastop (SXC)

Imagen: Stephen Eastop (SXC)

A propósito del debate que se está suscitando en nuestro país sobre la necesidad o no de aplicar la eutanasia (matar, sin eufemismos) a los perros y otros animales abandonados, recorriendo la prensa internacional me topé con una noticia que me llamó la atención, más por los detalles que la rodeaban que por el hecho en sí mismo.

Sucede que en un portal de Nueva Zelanda, una de las principales noticias de portada era el abandono de 10 gatitos en las afueras de un Supermercado, en la localidad de Wellington (y no, no estaba en la sección de “Curiosidades”, sino en “Nacional”, junto con un juicio por abuso sexual y un accidente de tránsito).

No se trata de que en Nueva Zelanda nadie abandone gatitos. Según explica el mismo artículo, la Sociedad Protectora de Animales local (SPCA) recibe cerca de 1200 felinos al año en sus dependencias, sobre todo tras la temporada de apareamiento (como referencia, se estima que sólo en Santiago hay más de 214.000 perros en las calles).

¿Cuál es la diferencia? Que el abandono -en este caso, múltiple- se considere un hecho de tal relevancia que pueda llegar a ocupar un lugar de prominencia en la prensa. En Chile nos hemos acostumbrado tanto a esta “práctica” que cualquier medio que publicara una nota así haría el soberano ridículo.

Pero al parecer, Nueva Zelanda se toma muy en serio el combate al abandono. Contrario a Chile donde ni siquiera se considera delito, allá tomar la vía fácil para deshacerse de una mascota es un delito penado con 6 meses de cárcel y/o una multa de 25.000 dólares neozelandeses. Eso es, más de 9 millones de pesos.

Sin embargo cuando se abandona un animal en estado de vulnerabilidad -como en el caso de estos gatitos- se considera maltrato, por lo que el castigo puede ir hasta 5 años y/o 100.000 dólares locales… algo así como 37 millones de pesos, lo que hace la crueldad nada de rentable.

Y para terminar de sorprendernos el problema gatuno tuvo una rápida solución, ya que cuando llegaron los oficiales de la SPCA descubrieron que un grupo de niños se estaba llevando la canasta con los cachorros porque querían quedarse con uno. Sorpresa: los funcionarios tuvieron que decepcionar a los pequeños porque la ley obliga a que todo animal denunciado en abandono sea inspeccionado y cuidado antes de entregarlo en adopción.

Sí, en Chile nos falta mucho por avanzar, pero los cambios de mentalidad -precisamente los más difíciles- se construyen lentamente y nosotros vamos hacia adelante. Por ejemplo, una amiga me comentaba hace un tiempo que, leyendo la prensa, le parecía notar que cada vez habían más casos (y más atroces) de crueldad contra los animales.

En mi opinión es al revés: el maltrato animal siempre ha existido, pero hace 20 ó 30 años ningún medio de prensa se molestaba en publicar un evenenamiento masivo con estricnina o a un sujeto que haya molido a palos a su perro. Hoy esos casos nos horrorizan y tienen espacio en los medios, creando -lenta pero progresivamente- conciencia de que el maltrato es repudiable.

Pero falta acompañarlo con señales concretas, aquellas donde sólo los legisladores pueden encargarse de decirle a la sociedad que la irresponsabilidad al tener una mascota no sólo es reprochable, sino que te costará caro, muy caro. Y esto porque sólo la tenencia responsable de mascotas puede ayudarnos a terminar no sólo con el sufrimiento de los animales, sino con el riesgo que un perro puede representar cuando ha sido maltenido o dejado a su suerte y del que ya conocemos sus tristes consecuencias.

Mientras no comprendamos eso, Chile seguirá siendo lo que es ahora: una bolsa de gatos. Y no de los tiernos.