“¡Qué vergüenza!”,”¡Qué vergüenza!”, gritaban enfurecidas cerca de 60 víctimas de curas pedófilos al portavoz del Vaticano el domingo cerca de San Pedro, en una marcha contra la falta de transparencia de la Iglesia católica respecto a estos escándalos.

La presencia del vocero del Papa, padre Federico Lombardi, quien quería reunirse con los manifestantes, suscitó gritos y ululatos entre los presentes, en su mayoría personas de más 50 años y víctimas de abusos sexuales por parte de religiosos.

Ante el estruendo, el portavoz se alejó inmediatamente.

Contactado por la AFP, el padre Lombardi contó que había bajado para “saludar a los organizadores, pero me fui porque no estaban y no venía al caso que permaneciera”.

Los representantes de las víctimas “no me han pedido nunca que los reciba”, explicó, “yo fui a buscarlos y si lo desean estoy dispuesto a recibirlos”, agregó.

Numerosas víctimas de sacerdotes pedófilos, procedentes de unos 13 países, se congregaron “a las puertas” del Vaticano a pedido de la asociación italiana de víctimas del Instituto Antonio Provolo para niños sordomudos y de un grupo de víctimas de Estados Unidos, Survivors Voice (www.survivorsvoice.org).

Los manifestantes, algunos provenientes de Estados Unidos, Australia, Bélgica, Holanda y Gran Bretaña, desfilaron con antorchas frente al Castillo de San Ángel, ya que no tenían autorización para acceder a la plaza de San Pedro.

“No se trata de atacar la fe o la religión, se trata de hablar de conducta y ética”, aseguró Marco Lodo Rizzini, vocero de la asociación de víctimas del instituto Antonio Provolo.

Empleados, religiosos y laicos de la institución italiana de Verona (norte) tienen denuncias por haber abusado sexualmente de 67 niños sordomudos entre los años 1950 y 1984.

Antes de la manifestación, las víctimas se reunieron en privado para compartir sus experiencias.

“Dentro de mí conservo en la memoria lo que ocurrió a nivel físico. Eso me enferma y me atormenta, no lo puedo controlar”, contó a la AFP Ton Leerschool, un empresario holandés de 57 años.

“Si lográramos que la Iglesia reconociera los abusos y se hiciera justicia, eso ayudaría a curarnos”, comentó.

“Contando mi experiencia quisiera encontrar hoy aquí lo que perdí de niña”, sostiene por su parte la estadounidense Shelly Winemiller, de 42 años, actualmente madre, quien sufrió abusos por parte del cura de su parroquia desde los 4 hasta los 14 años.

“El cura era el mejor amigo de mi madre y toda la parroquia confiaba en él. Cuando conté la verdad a mi familia hace cuatro años, quedaron devastados”, dijo con voz entrecortada.

“Pero lo más duro fue contar y repetirlo sin cesar a los responsables de la Iglesia, reviviendo cada vez esos momentos horribles. Y todavía no me creen”, añadió indignada.

Tras la publicación en noviembre de 2009 de un informe oficial sobre cientos de abusos sexuales cometidos por curas en Irlanda y encubiertos por la jerarquía de la Iglesia católica, estalló un escándalo mundial, con denuncias en numerosos países de Europa y en Estados Unidos.

Esto generó una de las crisis más graves de la historia reciente de la Iglesia y obligó al papa Benedicto XVI a pedir perdón públicamente.