Los homosexuales irrumpieron en la recta final de la campaña electoral de Estados Unidos algo desilusionados con el presidente demócrata Barack Obama y preocupados ante una posible ola de intolerancia.

Foto: Owen Parry en Stock.xchng

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“Si pensamos que los avances han sido lentos hasta ahora, imagínese lo que sería si menos gente favorable a los derechos de los gays y lesbianas resulta electa” el 2 de noviembre, dijo a la AFP la activista Inga Sarda-Sorensen.

Directora de comunicaciones de la National Gay and Lesbian Task Force, uno de los grupos militantes a nivel nacional, Sarda-Sorensen admite que hay cierta decepción de los homosexuales con Obama de cara a las legislativas.

“Mucha gente lo votó con la esperanza de que sería el abogado combativo que prometió ser en la campaña electoral presidencial contra el “Don’t ask, Don’t Tell” (DADT, la prohibición de que los homosexuales militares declaren su orientación sexual) o los adversarios del matrimonio homosexual”, explica.

En su haber, Obama puede hace valer ante los gays que durante su gobierno se incluyó a los matrimonios del mismo sexo en el censo de 2010, o que se adoptaron medidas nacionales en favor de los homosexuales de la tercera edad.

Sin embargo, dos años después de la llegada a la Casa Blanca del presidente progresista, el DADT se tambalea pero sigue en pie y redoblan las campañas conservadoras “en defensa del casamiento”. Léase: exclusivamente heterosexual.

El tema irrumpió de lleno en la arena electoral cuando un juez federal de California anunció el martes el fin del “DADT” mediante un fallo.

Esa política en vigor desde 1993 establece que si un gay revela su orientación, será dado de baja, como ya ocurrió a 13.000 uniformados.

En un gesto de apaciguamiento, el Pentágono anunció que había instruido a sus reclutadores comenzar a aceptar candidatos abiertamente homosexuales tras el fallo judicial, aunque advirtió que la decisión no era definitiva.

Un 67% de los norteamericanos considera que los homosexuales tienen derecho a enrolarse abiertamente en las Fuerzas Armadas, pero el respaldo al casamiento homosexual es menor, lo cual parece incitar a la prudencia a la Casa Blanca.

Al igual que en la controversia sobre Guantánamo, Obama avanza con pies de plomo hacia sus promesas de 2008, evitando impugnar el “DADT” en el terreno judicial y declarándose favorable a una unión civil gay pero no al casamiento.

Según Sarda-Sorensen, “aunque ésta sea la primera elección en varios años donde la oposición al casamiento homosexual está completamente ausente de las urnas, el tema de los derechos homosexuales se hizo presente”.

En California, la candidata republicana a gobernadora Meg Whitman se opone al casamiento gay, mientras que su advesario demócrata Jerry Brown es favorable.

Algo parecido sucede en Minnesota entre el liberal Mark Dayton y el conservador Tom Emmer. El mismo clivaje se da en Nueva York en el duelo entre Carl Paladino (republicano) y Andrew Cuomo (demócrata).

Y también en New Hampshire, entre John Stephen y John Lynch, candidato demócrata saliente que promulgó una ley sobre el casamiento gay.

En plena recta final de campaña, el suicidio de un estudiante homosexual acosado por sus compañeros de la Universidad Rutgers en Nueva Jersey y el caso del secuestro y tortura de tres homosexuales por una banda delictiva del barrio del Bronx en Nueva York pusieron en primer plano la discriminación anti-gay.

Sin embargo, asegura Sarda-Sorensen, “no hay que asumir que la opinión minoritaria de gente que quiere perpetuar el odio, se opone a la justicia o denigra a los homosexuales, representa a una mayoría de norteamericanos”.

La tercera fuerza política de Estados Unidos, el Partido Libertario, quiere incluso aprovechar la decepción gay con los demócratas para ganar sus votos.

Su presidente, Mark Hinkle, dijo que los homosexuales “deberían dejar de regalar sus votos a los demócratas que abusan de ellos” como “esposas engañadas que siguen regresando a las casas de sus agresores”.