Los franceses volvían a salir a las calles el sábado, desafiando a veces la lluvia, para rechazar la reforma del sistema de jubilación que impulsa el presidente conservador Nicolas Sarkozy con una participación inferior a la anterior protesta, según datos oficiales.

“Unas 380.000″ personas se habían movilizado pasado el mediodía, según el ministerio francés del Interior, que se refirió a una “participación inferior” a la anterior protesta, el 23 de septiembre pasado, cuando a media jornada había unas 410.000 personas.

En cambio, dos de los principales sindicatos franceses, la CFDT (reformista) y Fuerza Obrera, indicaron que la participación en las manifestaciones mostraba “casi las mismas cifras” que en las protestas del 7 y del 23 de septiembre.

El 23 de septiembre los sindicatos reivindicaron la participación de más de tres millones de personas, mientras que el gobierno habló de menos de un millón (997.000).

Niza, Rennes, Metz, Besancon, Calais y Clermont Ferrand fueron las primeras ciudades escenario de manifestaciones durante la mañana, de las 229 convocadas en toda Francia por los sindicatos.

Lluvias torrenciales empañaron las manifestaciones en el oeste del país, según los sindicatos. Tras una mañana lluviosa, el cielo parisino empezaba a despejarse.

Se trata de la quinta jornada de movilización contra el proyecto de reforma del sistema de jubilación, el más importante del mandato de Sarkozy, que prevé aumentar de 60 a 62 años la edad mínima para jubilarse y de 65 a 67 años la edad para cobrar una pensión completa.

Después de su aprobación en primera lectura por los diputados de la gobernante mayoría de derecha (UMP) el 15 de septiembre, tocará al Senado empezar a estudiar el proyecto, a partir del martes próximo, 5 de octubre.

Además, es la primera movilización contra este proyecto convocada un sábado, no sólo para que los trabajadores no pierdan un día de salario por manifestarse, sino para atraer a las familias y a los estudiantes.

Justamente a las movilizaciones del sábado adhirieron las principales organizaciones estudiantiles, que en 2006 impulsaron masivas protestas que obligaron al gobierno del entonces primer ministro Dominique de Villepin, del mismo partido que Sarkozy, a dar marcha atrás en el denominado CPE, proyecto de primer empleo para jóvenes.