Símbolo de la estrategia ofensiva de la administración Obama, los refuerzos norteamericanos enviados recientemente a la región de Wardak, cerca de Kabul, intensificaron los combates, con la consiguiente irritación de la población, que podría inclinarse a favor de los talibanes.

El jueves, cerca de 300 afganos manifestaron gritos de “Muerte a América” en el distrito de Sayedabad, al día siguiente de una operación mortífera de la OTAN en el pueblo de Zarin Jil.

El miércoles de noche, las fuerzas de la coalición asaltaron la casa de un habitante del pueblo, Nimhajuddin, y mataron a sus tres hijos. La OTAN afirmó que sus soldados habían matado a “tres rebeldes”. “Por lo que sabemos, no hubo víctimas civiles”, añadió este viernes uno de sus portavoces.

“Los hijos de Nimhajuddin son estudiantes en Kabul y no tienen nada que ver con los talibanes”, respondió el jefe del distrito de Sayedabad, Nimatulá Mirjel, citando los nombres de las escuelas frecuentadas por las tres víctimas.

Error o no, el asunto es molesto para las fuerzas de la OTAN, encargadas de pacificar Wardak pero cada vez más acusadas por la población de alimentar la violencia. El pasado 30 de enero, la OTAN mató por error en esta zona a cuatro soldados afganos.

Cerca de 4.000 militares estadounidenses llegaron desde hace un año y medio a las dos provincias de Wardak y Logar, vecinas y claramente infiltradas por los talibanes.

Wardak, una provincia rural, conservadora y tradicionalmente reticente a toda autoridad central, más aún extranjera, es un terreno propicio para los talibanes. Al igual que ellos, los habitantes son en su mayoría de etnia pashtun (en un 70%), y están influidos por una rigurosa escuela de pensamiento sunita.

A fines de 2001, los talibanes salieron huyendo de la invasión internacional, pero a partir de 2005 regresaron a Wardak, aprovechando la falta de desarrollo y la debilidad del gobierno, pese a que Kabul está a menos de 50 km de la capital provincial, Maydan Shar.

“El gobierno ya no controla nada, exceptuando uno o dos edificios oficiales, en cinco de los nueve distritos de la provincia”, explica Waheedulá Qarimzai, un empresario local candidato a las elecciones parlamentarias del próximo septiembre. De hecho, actualmente el ejecutivo considera “de alto riesgo” la mayor parte de la provincia.

La instalación de nuevas unidades estadounidenses desde hace un año y medio ha intensificado los combates. “Hemos constatado un fuerte aumento de los incidentes, en particular en los distritos pashtunes”, apunta un responsable occidental de seguridad en Kabul. Esos incidentes son más frecuentes en Sayedabad y Jaratu, donde las fuerzas afganas y de la OTAN se ven constantemente atacadas.

Mohamad Atik, de 50 años, partió recientemente de su casa familiar en Jaratu para instalarse en Kabul, harto ya de verse “constantemente entre dos fuegos”.

“La población tiene miedo. Los cohetes de los talibanes destruyen nuestras casas, y tememos que la OTAN nos bombardee o venga a capturarnos o matarnos en sus operaciones nocturnas”, cuenta.

“La gente no siempre quiere a los talibanes, pero los respetan porque les tienen miedo”, explica Jan Mohamad, de 35 años, también procedente de Jaratu.

“Vista la situación, si tenemos que elegir, preferiríamos que los estadounidenses se marchen y nos dirijan los talibanes”, confiesa Mohamad Atik.