El presidente estadounidense, Barack Obama, era esperado este domingo en el estado de Luisiana, sobre el que se cierne una catástrofe ecológica y económica por la marea negra y donde los esfuerzos para alejar el petróleo de las costas se veían obstaculizados por el mal tiempo.

Fuertes vientos y un mar agitado obligaron el sábado a los barcos a renunciar a contener la mancha de petróleo, que crece cada día y que mide aproximadamente 200 km de largo. Los aviones encargados de vertir los productos químicos dispersantes estaban en tierra por malas condiciones meteorológicas.

“La madre naturaleza no está siendo realmente amigable”, declaró la secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano. “Las condiciones meteorológicas impiden quemar (el petróleo) en el lugar, ni recuperarlo ni realizar otras operaciones”.

El almirante de la Guardia Costera Thad Allen, quien fue designado el sábado por Obama para dirigir las operaciones sobre el terreno, aseguró que los equipos de intervención esperaban “una oportunidad” para reanudar la quema de partes de la mancha de petróleo.

Un intento de incendio controlado fue realizado el miércoles, pero no pudo ser renovado a causa del cambio de la dirección de los vientos, que enviaba el petróleo y el humo hacia las costas de Luisiana (sur de Estados Unidos).

Las previsiones para este domingo anuncian vientos costeros aun más fuertes. El almirante Allen destacó que la mayor parte de la marea negra iba a llegar inevitablemente a las costas. Lo que queda por saberse es cuándo. Los responsables federales modificaron esas previsiones del sábado al domingo.

La marea negra provocada por la explosión y posterior hundimiento de una plataforma petrolera el 22 de abril en el Golfo de México, donde sigue la fuga de crudo, es potencialmente catastrófica y “amenaza el modo de vida” de Luisiana, advirtió el sábado el gobernador de ese estado, Bobby Jindal.

Los pescadores y criadores de camarones y ostras de la región recién comenzaban a recuperarse del pasaje del huracán Katrina en 2005.

“Creo que es el fin de nuestra empresa”, declaró el sábado a la AFP Al Sunseri, cuya empresa, P&J Oyster, cultiva ostras desde hace 134 años.

La industria de mariscos y crustáceos en Luisiana representa un tercio de la producción anual del país. Sus humedales costeros, una etapa obligada para las aves migratorias, también constituyen una reserva de fauna excepcional.

Impulsadas por fuertes vientos del sureste, las primeras capas de petróleo llegaron el jueves de noche a los humedales cercanos a la desembocadura del río Mississippi, cerca del municipio de Venice. Una primer ave afectada, un alcatraz atlántico, fue recogido el sábado y lavado por una asociación contratada por la petrolera británica BP, que explotaba la plataforma.

Obama es esperado este domingo en Luisiana para conocer los esfuerzos realizados para evitar lo peor, y para intentar contrarrestar las acusaciones de que su administración ha reaccionado tarde ante este incidente.

Si el petróleo se sigue extendiendo como lo hace actualmente, es decir a unos 800.000 litros por día según las estimaciones, se necesitarán menos de ocho semanas para superar los 42 millones de litros derramados por el Exxon Valdez en Alaska en 1989.

BP trabaja en tres frentes para detener la fuga. Seis robots submarinos intentan cerrar la válvula del pozo submarino, que pesa 450 toneladas, y la compañía comenzó a perforar pozos de seguridad para reducir la presión e inyectar un revestimiento para tapar definitivamente el pozo.

La primera operación ha fracasado por el momento y la segunda podría llevar tres meses. BP se propuso fabricar una enorme “cúpula” de 70 toneladas para depositarla en el fondo del mar y detener la salida de petróleo del pozo. El presidente de la filial estadounidense de BP, Lamar McKay, dijo que está casi terminada.