En las iglesias de Dublín los feligreses se referían con resignación, el domingo después de la misa, a la carta del Papa sobre el escándalo de la pedofilia en el clero irlandés, confiando, sin creérselo mucho, que les permitirá dejar atrás ese traumatizante pasado.

En la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de la Cruz de Harold, en el sur de Dublín, medio centenar de feligreses, muchos de ellos padres de familia acompañados de sus niños, se hallaban congregados en este glacial domingo de marzo.

El sacerdote Gerry Kane hizo alusión a la carta papal, en la cual Benedicto XVI expresó su “vergüenza” y su “remordimiento” ante los actos de pedofilia cometidos por religiosos irlandeses, pero sin entrar en detalles para no chocar a los menores.

“Hay mucho sufrimiento entre toda esa gente y estoy satisfecho de la carta, que es mucho más accesible de lo que yo esperaba”, dijo a la AFP tan pronto terminó la misa.

“La gente se va a forjar su propia opinión acerca de lo que contiene esa carta, una vez que la hayan leído atentamente. De una manera general, encuentro que la gente es mesurada, responsable y madura a ese respecto”, observó.

“Mi sentimiento es que no hay que negar el problema, ni refregarse con él. Estamos aquí por una razón. Estamos aquí por nuestras familias, por nuestra fe y para rezar”, añadió.

La parroquia, situada en un antiguo barrio proletario que se abrió recientemente a las clases medias, agrupa unas 500 personas, pero sólo un 10% son practicantes.

Eileen Keane, de 45 años, madre de unos gemelos de ocho años, es bastante crítica.

“Algunos de los jerarcas de la Iglesia han sido hipócritas, mirándonos por encima del hombro y pontificando. No tenemos problemas con los sacerdotes de base, únicamente con los de arriba. Parecen haber bien tapado sus huellas”, dice con exasperación.

“Mucha gente de mi edad o más jóvenes han perdido toda ilusión”, aprueba Eamonn Bannon, de 45 años, un chofer de camión acompañado de su hija de 18 años.

“No creo que las excusas del Papa sean a estas alturas suficientes. Deben tomar medidas contra la gente responsable (de los abusos sexuales) y no lo hacen”, dijo.

“Unos a otros se achacan la responsabilidad, y no hacen nada para mostrarle a la gente que son verdaderamente serios. Es necesario actuar, no sólo hablar”, reclamó.

No lejos de allí, en la iglesia San Paul de la Cruz, los feligreses, esencialmente personas de edad, no insisten mucho en el tema, que forma parte ya de sus existencias desde hace tiempo.

“Es una verdadera decepción todo ésto. Esperemos que la carta del Papa ayude”, dice Betty Redmond, una jubilada.

“Lo que ha ocurrido no ha servido más que para darle a los jóvenes una excusa para no ir a misa, dicen que es una tontería”, añade.

“Yo no voy a misa por los curas, voy porque quiero ir”, explica Mary O’Connell, también jubilada.

“La carta del Papa podría llevar a una renovación de la Iglesia, pero pienso que hay gente que jamás estará contenta. Como en todo, a algunos les gustará, a otros no”, dijo.