La exposición a un evento tan traumático como un terremoto produce una enorme tensión y angustia en las personas. Síntomas como insomnio, ansiedad, tristeza, estado de alerta, dificultades para respirar, sensación de dolor en el pecho, expresiones de desesperación y problemas del comportamiento son reacciones normales ante situaciones extremas.

Imagen: Flickr Francisco Javier

Imagen: Flickr Francisco Javier

Los adultos podemos sentir frustración, sentimiento de impotencia, tristeza y llanto, enojo e irritabilidad, culpamos a los demás, nos sentimos abrumados, disminuye nuestra capacidad de trabajo, tenemos pesadillas y recuerdos muy vívidos del evento.

Los niños, que tienen mayor dificultad para entender y elaborar lo sucedido, expresan su malestar mediante llanto sin motivo, pasividad o miedos a la separación, dolores de cabeza o estómago, sobresalto, pesadillas, conductas regresivas, como volver a orinarse o hablar infantil, sentimientos de culpa y recuerdos frecuentes del evento.

Sin embargo, hay personas que pueden experimentar problemas más serios o duraderos. Estos son crisis de pánico, o miedo, ideas suicidas, uso excesivo de alcohol y drogas, manifestaciones de violencia contra otros o contra sí mismos. En estos casos, es importante pedir ayuda al personal de salud.

La mejor forma de enfrentar situaciones de estrés personal y colectivo es buscar compañía y hablar de lo que sentimos para elaborar el tema y entender lo sucedido. Es bueno comprender y aceptar el enojo y los sentimientos de frustración, culpa e impotencia que estas situaciones provocan y que, a veces, transferimos a personas y situaciones distintas del evento que los originó.

También ayuda el mantener y fortalecer vínculos con familiares y amigos, organizar bien el tiempo y mantenerse ocupado, hacer cosas que nos haga sentir bien, útil y solidario, descansar lo suficiente, controlar la exposición excesiva a noticias y evitar conversar todo el tiempo sobre lo mismo, aunque proveer información suficiente y pertinente para no generar más miedo y rumores.

Con los niños es fundamental promover la confianza y diálogo donde ellos puedan expresar su vivencia, sentimientos y preguntar sobre lo sucedido. Explique la situación con palabras simples, claras, sin mentirles ni inventar cosas para dejarlos tranquilos. No haga promesas poco realistas (como que no habrá otras réplicas, por ejemplo), acepte y no critique lo que los niños sienten y piensan y mantenga las rutinas habituales. Evite también la exposición excesiva a la TV y la radio, o conversaciones entre adultos.

La actitud y respuesta emocional de los padres, el personal de auxilio y cuidadores y de los líderes de la comunidad, tienen una gran influencia sobre la capacidad para reponerse y recuperarse de los niños y de las personas en general a situaciones traumáticas.