“¿José Luis, estás ahí?”, preguntó por última vez el socorrista después de 6 días de buscarlo entre los escombros y, al darlo por muerto, ordenó que la excavadora introdujera su pesada pala mecánica en las ruinas del edificio “Alto Río”, caído por el terremoto en Concepción.

Alto Río

Imagen: Felipe Delgado

Sólo el ruido de las maquinarias podía escucharse hoy en un escenario de desolación, que contrastaba con el silencio de los presentes acorde con el adiós a José Luis León, un técnico electrónico de 26 años que amaba a su novia y residía en la ahora devastada capital de la Región del Bío-Bío.

“No hay esperanza de vida y entra la maquinaria pesada a hacer el trabajo. Hicimos lo que humanamente y razonablemente podíamos hacer”, anunció a los periodistas el capitán de bomberos Juan Carlos Subercaseaux.

La familia de José Luis había montado guardia al pie de los escombros e intentaba resignarse a perderlo para siempre. “Hay que hacerlo”, murmuró estremecido de dolor el padre de José Luis, cuando le preguntaron si estaba de acuerdo con abandonar la búsqueda.

Lo de esta construcción de 15 plantas es el caso más emblemático del poder destructivo de uno de los peores terremotos de la historia. El edificio simplemente cedió, cayó de lado y quedó acostado.

“No es que yo decida o no decida, pero hay que sacarlo, cueste lo que cueste”, afirmó, dándose fuerzas a sí mismo, León padre.

Su hijo, a quien su familia califica como un muchacho responsable y emprendedor, se había mudado al edificio Alto Río hacía tan sólo un mes y medio.

“A estas alturas estaba descartado (hallarlo con vida) y por eso se tomó la decisión de entrar a la tercera fase, que es la demolición”, relató Subercaseaux. El capitán aseguró que “a la familia se le comunicó que el proceso por parte de las labores de búsqueda de víctimas había concluido y ellos lo entendieron perfectamente”.

La pala seguía su impiadosa labor mientras vecinos que esperaban con ansiedad buenas noticias empezaban a alejarse, en un lugar que era hace una semana una pacífica zona de la costanera de Concepción y ahora parece un teatro de guerra.

“José Luis, golpea tres veces”, gritaba la mañana del sábado un socorrista, como un eco de las súplicas de los familiares y amigos que se apiñaban a distancia. Las llamadas y los gritos fueron realizadas a pedido de la familia, luego de haber interpretado que había una señal de vida durante la noche.

“Creemos que él (José Luis) nos respondió dándonos dos golpes que anoche pudimos escuchar”, narraba un familiar. Pero al no haber señales, la orden de demolición comenzó. Apenas un rato antes pasó por el lugar el secretario de las Naciones Unidas, Ban ki-moon.

Tras el sismo, los familiares buscaron a José Luis en morgues y hospitales, pero al no encontrarlo pensaron que estaba sepultado entre los trozos de cemento, madera y vidrio.

Se convencieron de ello luego de que el sábado 27 de febrero le dijera a un amigo que se iba a dormir alrededor de las tres de la madrugada, porque al día siguiente debía trabajar. El sismo fue a las 3:34.