Las excavadoras y palas mecánicas trabajaban a fondo este lunes en Funchal, capital de Madeira, donde los socorristas temen encontrar nuevas víctimas del temporal que el sábado devastó esta isla portuguesa del Atlántico, con saldo provisorio de 42 muertos.

El lunes, poco antes del mediodía, el gobierno portugués estaba reunido en Lisboa en consejo extraordinario de ministros, al término del cual debería anunciar un duelo nacional de tres días y nuevas medidas de ayuda a la región.

En declaraciones al Jornal de Madeira, Miguel Albuquerque, alcalde de Funchal, capital regional transformada en un gran lodazal, declaró “temer bastante” que el número de víctimas “aumente”.

Más de 270 máquinas pesadas y 148 camiones fueron requisados para ayudar en las operaciones de limpieza de escombros y de barro, arrastrados por lluvias torrenciales que cayeron en la isla el sábado, provocando inundaciones y avalanchas que mataron a 42 personas, según un balance provisorio.

La inquietud era grande sobre todo en torno a los centro comerciales, cuyos estacionamientos subterráneos estaban aún anegados, a pesar de los esfuerzos de decenas de bomberos por despejar los lugares.

Según testigos, los automovilistas se habrían refugiado en esos aparcamientos cuando la lluvia se intensificó el sábado al mediodía.

La situación era particularmente inquietante en el centro comercial de Anadia, completamente arrasado, en la parte baja de la ciudad.

Según el corresponsal de la televisión SIC, a pesar del trabajo incesante de bombeo desde el domingo, los bomberos sólo consiguieron hacer bajar en un metro el nivel de agua en el estacionamiento, y preveían enviar hombres rana, llegados desde Lisboa la víspera.

Aparte de Funchal, la región más afectada por las inundaciones y avalanchas era Ribeira Brava, a unos veinte kilómetros al oeste, donde numerosos edificios se encontraban en peligro de derrumbe.

En esta zona, tramos enteros de la vía rápida de circunvalación de la isla habían desaparecido y numerosas rutas secundarias estaban cortadas.

El presidente del gobierno regional, Alberto Joao Jardim, pidió a los habitantes que permanecieran en sus casas “para no entorpecer a los socorristas y evitar correr riesgos”.

Este lunes, la prioridad del gobierno regional era el restablecimiento de los servicios básicos, cuando numerosas comunas estaban privadas de agua y de electricidad.

En Funchal, el ayuntamiento instaló camiones cisterna en numerosos barrios, para distribuir agua potable.

La portavoz del gobierno regional, Conceiçao Estudante, se declaró “preocupada por la evolución de las condiciones meteorológicas”. Una lluvia débil estaba anunciada para la tarde en Madeira, pero podría hacerse más intensa a partir del miércoles y entorpecer las operaciones de despeje.

Numerosos cuestionamientos surgieron en la isla sobre el tipo de construcción durante los últimos treinta años.

Numerosos expertos y ecologistas criticaron en particular la construcción de viviendas en zonas expuestas a inundaciones y la multiplicación de obras en la zona sur, en detrimento de la impermeabilidad de los suelos.