El riesgo de quiebra del Emirato de Dubai parece reducido por el apoyo de su vecino Abu Dhabi, pero su pedido de moratoria aviva las inquietudes sobre la salud financiera de algunos países, por ejemplo en Europa del Este, agobiados por el endeudamiento público y debilitados por la recesión mundial.

Dubai

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Al anunciar el miércoles su deseo de diferir el reembolso de una parte de su deuda, el pequeño emirato del Golfo provocó pánico en los mercados, que temen una cosa sobre todo: la cesación de pagos, es decir el reconocimiento por parte de un país de que no honrará sus compromisos financieros.

La quiebra de un Estado no es algo corriente. La última se remonta a 2001, cuando Argentina cayó en cesación de pagos de su deuda pública externa, en un contexto de grave conflicto social y crisis económica. Pero con la recesión, este fantasma ha vuelto con fuerza.

Obligados a socorrer a los contribuyentes y los bancos, los Estados se han endeudado en forma masiva en los mercados para financiar sus déficits.

Según la agencia de calificación financiera Moody’s, la deuda pública mundial subió un 45% entre 2007 y 2010. El resultado de esta situación es que los mercados podrían mostrarse más desconfiados de cara a los títulos de deuda pública y evitar las obligaciones emitidas por ciertos Estados, amenazando el suministro de dinero fresco.

“Los problemas aparecen cuando los mercados pierden confianza en la capacidad de un Estado de reembolsar su deuda”, resume el economista Juan Carlos Rodado, de Natixis.

Los países de Europa del Este se encuentran a la cabeza de esa preocupación.

Tras la caída de la Unión Soviética, los capitales extranjeros fluyeron en forma masiva a esa región antes de retirarse en el momento de la crisis, dejando a sus economías al borde del colapso.

Hoy en día, los países bálticos (Lituania, Estonia y Letonia), Rumania y Ucrania figuran entre las naciones “más en riesgo”, según Rodado.

¿Pero están esos países condenados a la quiebra?

Hasta el momento, el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyos recursos aumentaron gracias a la crisis, ha desempeñado el papel de bombero, apagando los incendios.

“Pero ahora que lo peor de la crisis ya pasó, el FMI podría cambiar su política”, estimó la analista Agnès Bénassy-Quéré, del Centro de Estudios Prospectivos y de Informaciones Internacionales.

Ese cambio parece en marcha, ya que el FMI postergó recientemente el giro de una parte de su ayuda a Rumania a raíz de la inestabildiad política. Otro tanto ocurrió con Ucrania, sancionada por no haber aplicado recortes presupuestarios reclamados por el Fondo.

Sin embargo, las preocupaciones no se limitan a los países emergentes.

Islandia, joya de las finanzas mundiales, fue duramente golpeado por la recesión y tuvo que recurrir a un préstamo del FMI para escapar a la quiebra.

En la Eurozona, la agencia Standard and Poor’s, que evalúa la capacidad de un deudor de reembolsar sus deudas, rebajó la calificación de España e Irlanda a raíz de sus déficits.

De su lado, Grecia también provoca interrogantes, con una deuda pública que en 2010 alcanzaría el 111,8% de su PIB (Producto Interior Bruto).