El impactante documental “La vida loca”, que le costó la vida al fotógrafo franco-español Christian Poveda, sobre las pandillas juveniles de El Salvador, fue presentado como evento especial en el Festival de Cine Latinoamericano de Trieste.

Fuente: Agencia AFP

Como un homenaje a aquellos que arriesgan su propia vida para denunciar los males de la sociedad, la película fue presentada por primera vez en Italia, donde saldrá en el circuito comercial a finales de mes gracias a la productora independiente Fandango de Domenico Procacci.

Para la productora francesa de la película, Carole Solive, “la versión oficial sobre el asesinato de Poveda no nos convence, sus verdaderos asesinos están mucho más arriba y ahora se quiere evitar mediatizar su muerte. Lo han matado dos veces”, declaró en Trieste.

Poveda, de 54 años, rodó durante 18 meses en el mundo violento de las pandillas, tras lo cual fue asesinado el pasado 2 de septiembre en San Salvador, según la versión oficial, por orden de uno de los jefes de la temida pandilla “Mara 18″, a la que filmó en el documental de 90 minutos.

La terrible cotidianeidad de la pandilla, la “tatuada”, los ajustes de cuentas y la violencia como único valor hacen un retrato cruel de una sociedad sin futuro.

“Christian amaba El Salvador, desde los años 80, cuando vivió la guerra civil y su sueño era ser mediador entre las pandillas, lograr la paz entre las bandas. Por eso mostró el filme a políticos y autoridades”, contó Solive.

Poveda, que consideraba las “maras” como otras “víctimas” del sistema, herederos de la guerra civil y del modelo social de Estados Unidos, empleó el método del “periodismo de investigación” para su documental.

“Primero se acercó tomando fotos, discutía con ellos, les explicó el filme que quería hacer. Solo la 18 aceptó y estuvo con ellos todos los días, los siguió, los interrogaba, se encariño con algunos”, explica la productora.

Filmado en el barrio La Campanera, en la periferia de San Salvador, el mismo lugar donde Poveda fue asesinado luego, por lo que cinco personas se encuentran detenidas, entre ellos un policía, el documental es un testimonio doble de esa “vida loca” que se desencadena en las zonas marginales de las grandes capitales, donde reina la brutalidad, la violencia y también la necesidad de ternura y humanidad.

La misma desesperanza que deja el filme boliviano “El cementerio de los elefantes”, de Tonchy Antezana, presentado en concurso junto con otras doce cintas en Trieste.

Inspirado en una leyenda urbana de la ciudad de La Paz, el filme narra la espiral de acontecimientos trágicos y el abatimiento que lleva a un marginal alcoholizado a encerrarse en un cuarto a llave para beber alcohol hasta morir y enfrentarse a sus propios recuerdos: su madre, los amigos, los sicarios, el sexo, la amistad.

El autor del exitoso “Evo Pueblo”, sobre el presidente indígena Evo Morales, invita al espectador a realizar un angustioso viaje en la atormentada y triste vida de Juvenal, interpretada por Christian Castillo y ambientada en un barrio pobre y polvoriento de la capital boliviana.

La amistad, el amor, la lealtad, el trabajo son todos principios violados sistemáticamente por un plato de lentejas o algún dólar para la bebida y resulta casi aceptable y comprensible optar por esa original forma de eutanasia o suicidio en la llamada “suite presidencial”, es decir el cementerio de elefantes, un cuarto miserable para morir bebiendo.

Filmada en un tiempo récord de 14 semanas y con un bajo presupuesto de 20.000 dólares, la película que ha participado en varios festivales internacionales, representa el cine independiente y no comercial boliviano.