Publicado por: Jeser Lara

PHILIPPE MERLE | Agence France-Presse

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Sin duda uno de los momentos más trágicos en la historia de la Copa Confederaciones. Las cámaras seguían al balón en la semifinal del certamen entre Colombia y Camerún el 2003. Fuera de la transmisión, al minuto 78 de partido, nadie se daba cuenta de que el jugador africano Marc-Vivien Foé , de 28 años, se encontraba en el piso. Había caído repentinamente, sin recibir falta alguna.

El colombiano Jairo Patiño se acercó rápidamente a ver que ocurría con su compañero de profesión. Sacó la mano de la cara de Foé y presenció el horror, mostrando al mundo aquellas alarmantes pupilas blancas.

Durante 45 minutos trataron de reanimarlo fuera del campo de juego del estadio Gerland pero no fue posible. Médicos del cuerpo técnico de Camerún y Colombia unieron fuerzas para estabilizarlo, pero sin éxito. Tras ver que sus intentos no daban resultados, el hombre del Manchester City fue llevado a un hospital de Lyon, en Francia, donde se certificó su muerte.

Aquella fue la primera vez que el mundo entero presenció la muerte de un futbolista en vivo y en directo. En el estadio y detrás de la televisión, las personas estaban aterradas al ver al jugador salir en camilla de la cancha, con los ojos blancos y el brazo izquierdo colgando. Posteriormente el parte médico era categórico: Foé había fallecido de una hipertrofia en el ventrículo izquierdo, una anormalidad cardíaca que aumenta el riesgo de muerte súbita durante el ejercicio físico.

Tras su muerte, un mar de rumores comenzaron a surgir. El médico de la selección camerunesa salió a acallar aquellas noticias que se habían alimentado del secretismo respecto a su autopsia.

“Hicieron todo lo que se podía hacer, yo estaba presente. Seguí la acción desde que salió del terreno y lo llevaron al centro de reanimación y creo que todo fue hecho correctamente”, dijo.

Dentro de la cancha, Camerún había derrotado por 1-0 a los colombianos. Luego de unos minutos un portavoz de la FIFA lamentaba lo sucedido. “Es un día triste para la FIFA y para el mundo del fútbol. Hasta el momento es todo lo que podemos decir”.

Al otro lado, Francia se medía ante Turquía por un paso a la final. En el calentamiento se enteraron de la trágica noticia. El portero Coupet rompió en llanto al saber que su compañero en el Lyon había muerto.

A miles de kilómetros, en Elche, Samuel Etoo recibía la triste noticia. Estaba con el Mallorca para disputar la final de la Copa y tres días después se reuniría con sus compañeros en Saint-Denis.

AFP | Agence France-Presse
AFP | Agence France-Presse

La final

Por derrotar a los cafetaleros, Camerún debía disputar la final de la Copa Confederaciones ante los galos. Los jugadores no tenían ánimos de jugar. “Lo decidiremos tras una reunión. Es un día triste para nosotros y para nuestro país”, decía un miembros de la delegación camerunesa en Francia.

Sin embargo, la FIFA decidió continuar con el torneo y los partidos se reanudaron. La petición de la madre y esposa del jugador de disputar la definición resultó ser un espaldarazo para el ente rector del balompié mundial.

“Deploramos esta muerte, pero el juego debe continuar, no el espectáculo, sino el fútbol. Vamos a jugar la final y estoy seguro de que el equipo de Camerún se presentará el domingo en el estadio de Francia”, dijo el en ese entonces presidente de la FIFA Joseph Blatter.

Y así fue. La finalísima de la Copa estuvo cargada de emotividad. Los jugadores se formaron en el centro de la cancha sin ser apenas capaces de contener las lágrimas. De hecho, antes de comenzar el encuentro, los futbolistas de Camerún y Francia se ubicaron detrás de una enorme fotografía de Foé. Luego guardaron un minuto de silencio.

FRANCOIS XAVIER MARIT | Agence France-Presse
FRANCOIS XAVIER MARIT | Agence France-Presse

Además, todo el seleccionado camerunés jugó con la camiseta número 17 de Foé, en honor a su entrega por su nación.

El encuentro fue para los galos, que con el gol de Henry se coronaron campeones de la Confederaciones. En la ceremonia de premiación, el capitán de Francia Marcel Desailly llamó a su homólogo Rigobert Song para que juntos levantaran la Copa.

Entre las numerosas pancartas que había en el estadio una sobresalió del resto: “Un león nunca muere, solo duerme”.


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