El papa Francisco se encontró este sábado con el presidente mexicano Enrique Peña Nieto en el Palacio Nacional, la primera vez que un pontífice ingresa a ese edificio, para abordar su preocupación por la violencia, corrupción y pobreza que golpean a este país.

El pontífice fue recibido por millares de fieles en el céntrico Zócalo, una plaza construida sobre las ruinas de templos prehispánicos y donde se encuentran la catedral y el Palacio Nacional.

Peña Nieto le esperaba a las puertas del Palacio junto a miembros de su gabinete y del episcopado.

“Espero que el papa haga conciencia en nosotros sobre esos problemas” de corrupción, pobreza y discriminación, dijo a la AFP Adán González, un contratista industrial retirado de 68 años, quien llegó al Zócalo de madrugada para ser de los primeros en la valla frente a la catedral.

El prelado salió en el papamóvil de la Nunciatura Apostólica, donde pernoctó. Pero antes se acercó a saludar a los fieles que lo aguardaban, entre estos ancianas y un grupo de minusválidos en sillas de ruedas.

“Su visita nos llena de esperanza, nos refuerza el espíritu. Es un país con mucho dolor por este problema tan grande que tenemos de la violencia”, dice Ema Torres, una ama de casa de 70 años que esperaba al papa desde el amanecer frente a la Nunciatura.

El encuentro de este sábado constituye la primera vez que un presidente mexicano recibe en el Palacio al jefe de la Iglesia católica, un gesto simbólico en un país devoto pero con una larga tradición laica y que apenas en 1992 restableció relaciones diplomáticas con el Vaticano.

La visita del papa a México fue buscada con insistencia por el gobierno de Peña Nieto, que ha sido blanco de fuertes críticas por la situación de derechos humanos en el país y casos como la desaparición y presunta masacre de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

Tras el encuentro con el presidente, el pontífice visitará la catedral metropolitana para, en la tarde, encabezar uno de los actos espirituales más esperados de su visita: la misa en la Basílica de la Virgen de Guadalupe, a quien Francisco ha encomendado su viaje.

“El encuentro del papa con la Virgen de Guadalupe será monumental. Él es un gran devoto mariano y la Virgen de Guadalupe no es sólo reina en México sino emperatriz de América”, estima Andrew Chesnut, profesor de estudios de religiones en la Universidad de Virginia Commonwealth, Estados Unidos.

Francisco ha manifestado su emoción por estar en el santuario y ha dicho que, al terminar la misa, le gustaría rezar solo y en silencio frente a la imagen de la virgen.

Pobreza, migración y violencia

Aún conmocionado por el motín que el jueves dejó 49 muertos en una cárcel de Monterrey (norte), México condensa muchos de los temas que preocupan a Francisco: una sociedad desigual donde la mitad de sus habitantes sigue siendo pobre, un país acechado por la violencia del narcotráfico y donde miles de migrantes viven un calvario tratando de llegar clandestinamente a Estados Unidos.

“El México de la violencia, de la corrupción, del tráfico de drogas, de los cárteles, no es el México que quiere Nuestra Madre y, por supuesto, que yo no quiero tapar nada de esto”, manifestó el papa días antes de su visita.

Y la elección de las paradas del papa parece estar cargada de simbolismo. El domingo visitará Ecatepec, una sobrepoblada ciudad de la periferia de la capital que vive un repunte de violencia, especialmente hacia las mujeres.

El siguiente punto será el lunes en Chiapas (sur), el estado más pobre e indígena del país, donde está previsto que el papa dé una misa con fragmentos en tres lenguas indígenas: tzotzil, tzeltal y chol.

El martes, Francisco irá a Morelia, capital del convulso estado de Michoacán (oeste), donde en 2013 grupos de autodefensas se levantaron en armas contra los abusos del cártel de Los Caballeros Templarios.

El papa se reservó para el final la fronteriza Ciudad Juárez, durante años considerada la más peligrosa del mundo y que ahora trata de cicatrizar heridas abiertas por los femicidios y la violencia que vivió.

Francisco visitará allí una cárcel y se despedirá con una simbólica misa en el borde de la frontera con El Paso (Texas, Estados Unidos) por donde miles de migrantes cruzan clandestinamente cada año y donde se espera que participen padres de los 43 estudiantes desaparecidos.

Antes de llegar a México, el papa hizo una escala de horas en Cuba donde se encontró con el patriarca ortodoxo ruso Kirill, una reunión histórica que selló el reencuentro entre el cristianismo de oriente y occidente.