‘Baño sangriento’: El épico duelo de waterpolo que por poco acaba en crisis internacional

Manchester City
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El waterpolo es un deporte olímpico de mucho físico y continuo contacto, aunque no salvaje a diferencia de otras disciplinas, pero como en toda rama siempre existe una excepción a la regla, aunque este ‘punto aparte’ pudo transformarse en toda una crisis internacional.

¿Pero cómo pudo ocurrir algo así? Para comprender la situación nos remontaremos a los Juegos Olímpicos de Melbourne en 1956. En ese tiempo los australianos estaban más que felices por ser el primer país no europeo ni norteamericano en albergar este magno evento, y su impecable organización era un verdadero ejemplo para el mundo.

Pero estos ‘juegos de la amistad’ se transformarían en una verdadera ‘guerra’, y el campo de batalla para tal contienda se erguiría sobre una piscina olímpica y un par de graderías repletas de aficionados.

La Revolución Húngara

A la cita llegaban Hungría y la URSS, dos equipos que se cruzaban en las semifinales del waterpolo y con una potente historia fuera del campo de juego.

En 1956 la Revolución Húngara se encontraba en su apogeo, pues Hungría llevaba tiempo tratando de quitarse de encima la opresión a la que le sometía el régimen de la ex Unión Soviética.

En octubre de ese año las protestas y las peleas habían cesado, y las fuerzas armadas soviéticas emprendían su retirada. En ese contexto arribó a Australia el equipo de waterpolo de Hungría, en noviembre, y estando allí los jugadores se enteraron de una terrible noticia.

La URSS había retomado su control en Budapest de una manera despiadada asesinando a cerca de 2.500 personas y dejando cientos de heridos, quienes fueron obligados a abandonar su país.

INTERCONTINENTAL / AFP

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La matanza en las calles de Hungría se presentaba entonces como un preludio de cara al trascendental encuentro de waterpolo. Y en Australia no estaban ajenos a lo que sucedía en Europa.

Lo sucedido en su país provocó que los húngaros despertasen una evidente simpatía en el público australiano, que les alentaba de forma insistente en sus encuentros de la cómoda primera fase. La segunda era otra historia. Consistía en una liguilla entre los seis mejores equipos. Inmediatamente toda la atención se centró en el Hungría-URSS de la penúltima jornada, un duelo definitivo para la pelea por el oro que ambas libraban con Yugoslavia.

‘El baño sangriento’

El día del encuentro llegó y el estadio de atletismo (centro neurálgico de los juegos) se vació para centrarse en la semifinal. A los equipos les resultó imposible aislarse de la situación y en el caso de Hungría los jugadores se sentían con el deber patriótico de vencer a los opresores frente a todo el mundo.

Así, el waterpolo vivió el 6 de diciembre de 1956 su episodio más salvaje. A sangre y fuego ambas escuadras defendieron sus colores a punta de agarrones, golpes y amenazas entre unos y otros.

Pero eso no impidió que los húngaros se adelantaran desde el comienzo. Se sentían respaldados por todo el pueblo australiano, quienes vitoreaban a los jóvenes ‘oprimidos’ como si fuesen su propia selección.

Pero cuanto el marcador iba 4-0 a favor de Hungría ocurrió lo peor. Ervin Zador, autor de dos goles, se enfrascó en una discusión con Prokonov, quien le abrió el pómulo y por poco le revienta un ojo de un puñetazo.

La piscina se llenó de sangre y comenzó la ‘fiesta’. Ambos equipos comenzaron a lanzarse golpes y las fuerzas de seguridad debieron extremar recursos para calmar la situación.

El público, enardecido por tal escena, se abalanzó sobre la trifulca y a la organización no le quedó de otra que suspender el partido y dar como ganador a la selección de Hungría.

La imagen de Zador saliendo de la piscina con la sangre corriendo por su rostro es uno de las postales más brutales y tristes de la historia de las olimpiadas. Hungría ganó finalmente el oro tras derrotar a Yugoslavia pese a que no pudieron contar con Zador.

STAFF / INP / AFP

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El ex capitán húngaro Dezső Gyarmati relató lo sucedido declarando que “Le dije (a Zador) que se saliera de la alberca, pero no a donde estaba, sino a que nadara a través de la alberca para ir a la tribuna con 8,000 personas…Para cuando acabó de nadar, la sangre se había escurrido a su pecho. Parecía que había salido de una carnicería. El público explotó”.

Por otro lado el ex seleccionado Tamás Faragó comentaría años más tarde que “esos partidos tenían una importancia nacional y ganar a Rusia era nuestro deber como húngaros. El país trataba a los jugadores como auténticos patriotas y aquella victoria nos llenó de orgullo”.

Tras el triunfo en Australia la mayoría de los jugadores no regresaron a Hungría por temor a alguna represalia y se exiliaron en diferentes lugares. Zador por ejemplo, lo hizo en Estados Unidos, donde comenzó a trabajar como entrenador.

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El waterpolo es un deporte olímpico de mucho físico y continuo contacto, aunque no salvaje a diferencia de otras disciplinas, pero como en toda rama siempre existe una excepción a la regla, aunque este ‘punto aparte’ pudo transformarse en toda una crisis internacional.

¿Pero cómo pudo ocurrir algo así? Para comprender la situación nos remontaremos a los Juegos Olímpicos de Melbourne en 1956. En ese tiempo los australianos estaban más que felices por ser el primer país no europeo ni norteamericano en albergar este magno evento, y su impecable organización era un verdadero ejemplo para el mundo.

Pero estos ‘juegos de la amistad’ se transformarían en una verdadera ‘guerra’, y el campo de batalla para tal contienda se erguiría sobre una piscina olímpica y un par de graderías repletas de aficionados.

La Revolución Húngara

A la cita llegaban Hungría y la URSS, dos equipos que se cruzaban en las semifinales del waterpolo y con una potente historia fuera del campo de juego.

En 1956 la Revolución Húngara se encontraba en su apogeo, pues Hungría llevaba tiempo tratando de quitarse de encima la opresión a la que le sometía el régimen de la ex Unión Soviética.

En octubre de ese año las protestas y las peleas habían cesado, y las fuerzas armadas soviéticas emprendían su retirada. En ese contexto arribó a Australia el equipo de waterpolo de Hungría, en noviembre, y estando allí los jugadores se enteraron de una terrible noticia.

La URSS había retomado su control en Budapest de una manera despiadada asesinando a cerca de 2.500 personas y dejando cientos de heridos, quienes fueron obligados a abandonar su país.

INTERCONTINENTAL / AFP

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La matanza en las calles de Hungría se presentaba entonces como un preludio de cara al trascendental encuentro de waterpolo. Y en Australia no estaban ajenos a lo que sucedía en Europa.

Lo sucedido en su país provocó que los húngaros despertasen una evidente simpatía en el público australiano, que les alentaba de forma insistente en sus encuentros de la cómoda primera fase. La segunda era otra historia. Consistía en una liguilla entre los seis mejores equipos. Inmediatamente toda la atención se centró en el Hungría-URSS de la penúltima jornada, un duelo definitivo para la pelea por el oro que ambas libraban con Yugoslavia.

‘El baño sangriento’

El día del encuentro llegó y el estadio de atletismo (centro neurálgico de los juegos) se vació para centrarse en la semifinal. A los equipos les resultó imposible aislarse de la situación y en el caso de Hungría los jugadores se sentían con el deber patriótico de vencer a los opresores frente a todo el mundo.

Así, el waterpolo vivió el 6 de diciembre de 1956 su episodio más salvaje. A sangre y fuego ambas escuadras defendieron sus colores a punta de agarrones, golpes y amenazas entre unos y otros.

Pero eso no impidió que los húngaros se adelantaran desde el comienzo. Se sentían respaldados por todo el pueblo australiano, quienes vitoreaban a los jóvenes ‘oprimidos’ como si fuesen su propia selección.

Pero cuanto el marcador iba 4-0 a favor de Hungría ocurrió lo peor. Ervin Zador, autor de dos goles, se enfrascó en una discusión con Prokonov, quien le abrió el pómulo y por poco le revienta un ojo de un puñetazo.

La piscina se llenó de sangre y comenzó la ‘fiesta’. Ambos equipos comenzaron a lanzarse golpes y las fuerzas de seguridad debieron extremar recursos para calmar la situación.

El público, enardecido por tal escena, se abalanzó sobre la trifulca y a la organización no le quedó de otra que suspender el partido y dar como ganador a la selección de Hungría.

La imagen de Zador saliendo de la piscina con la sangre corriendo por su rostro es uno de las postales más brutales y tristes de la historia de las olimpiadas. Hungría ganó finalmente el oro tras derrotar a Yugoslavia pese a que no pudieron contar con Zador.

STAFF / INP / AFP

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El ex capitán húngaro Dezső Gyarmati relató lo sucedido declarando que “Le dije (a Zador) que se saliera de la alberca, pero no a donde estaba, sino a que nadara a través de la alberca para ir a la tribuna con 8,000 personas…Para cuando acabó de nadar, la sangre se había escurrido a su pecho. Parecía que había salido de una carnicería. El público explotó”.

Por otro lado el ex seleccionado Tamás Faragó comentaría años más tarde que “esos partidos tenían una importancia nacional y ganar a Rusia era nuestro deber como húngaros. El país trataba a los jugadores como auténticos patriotas y aquella victoria nos llenó de orgullo”.

Tras el triunfo en Australia la mayoría de los jugadores no regresaron a Hungría por temor a alguna represalia y se exiliaron en diferentes lugares. Zador por ejemplo, lo hizo en Estados Unidos, donde comenzó a trabajar como entrenador.