Este es el testimonio de Andrés, un ejecutivo de 41 años que jamás pensó que su cesantía duraría siete meses. Gracias a eso aprendió desde el dolor y la humildad muchas cosas sobre la empleabilidad y el proceso interno que todos vivimos.

Leelo con atención

Soy Andrés. Tengo 41 años y acabo de encontrar trabajo. Me costó 7 meses de espera para escuchar la frase “Felicitaciones, partes el lunes”. Este tiempo aprendí muchas lecciones de vida que jamás habría pensado y que sólo las había leído en tips de coachings, pero siempre lejano suponiendo que nunca las necesitaría.

Acá va mi testimonio que espero pueda ayudar a otros que están pasando lo mismo que me tocó a mí.

La desvinculación

Yo trabajaba de ejecutivo hace 3 años en una empresa que comenzó a dar muestras de bajos números. Llegó el día que por conversaciones de pasillos nos enteramos que se vendrían despidos y en dos semanas comenzaron a concretarse. Fueron cuatro días del terror. Cuando los superiores nos “llamaban a conversar”, todos sabíamos que la gente no volvería y sabíamos por adelantando lo que se venía

Ese día despidieron a otra persona de muy mala manera. En el pasillo se escuchaban los griteríos y hasta pusieron a uno del equipo esperando en el escritorio del recién despedido para que sacara sus cosas. El ambiente estaba muy tenso y varios tenían susto.

Sospechaba que a mí también se me venía. Había llegado un nuevo gerente e intervino el área donde yo trabajaba. Me llamó a conversar cerró la puerta, dijo algunas cosas de la empresa, los número y finalmente tiró la frase: “Prefiero que lo dejemos hasta acá, te tienes que ir”. Mi reacción fue simple, le dije “lo entiendo, pero no lo comparto” porque mis cliente andaban bien, pero el global mal. Veía que era imposible velar por mí solamente, así que acepté la decisión. El jefe me dijo gracias por la caballerosidad, porque no hice ningún escándalo.

Me fui a mi casa relativamente calmo. Hace muchos años había tenido otra experiencia de despido, ¡Pero la cesantía me había durado 1 semana apenas! Yo tenía esa sensación positiva en el estómago porque sabía que iba a encontrar empleo rápido. Tenía ese truco en la cabeza, porque soy buen trabajador. Yo no me convertiría en cesante, pero estaba tranquilo/nervioso. Nunca me imaginé cuánto tiempo se iba a demorar este periodo.

Así a la rápida pensé que estaría sin mucha actividad los dos meses, luego me iba de vacaciones porque ya había comprado los pasajes para el extranjero y además para no tener que pedirlas en el supuesto nuevo trabajo. Volviendo del viaje, ya me pongo a trabajar. Simple planificación, pero eso NO pasó.

Desorientado

Comenzó a correr el tiempo y me di cuenta después que mi plan era débil, porque esos primeros dos meses en realidad los ocupé para intentar emprender. Un amigo me prestó la oficina, me fui con mi computador a buscar clientes y tirar currículums, a ver qué salía primero.

Pero esos dos meses iniciales de verdad no sabía qué hacer, estaba desorientado. Me salieron reuniones con prospectos y de entrevistas de trabajo, pero nada concreto. Gente se me acercaba y me decían que dejara de enviar currículums que me independizara, yo miraba con cara de “mmh, no sé”. Fue recorrer un camino bastante sinuoso para mi cabeza, no estaba claro si era la estrategia correcta. Ahora pienso que es esperable no tener claro qué exactamente uno va a hacer luego del despido, pero tampoco me senté a pensar cuales serían mis próximos pasos.

Acercándose al final de esos dos meses, empecé a perder fuerza en esta búsqueda de clientes o entrevistas de trabajo. Desorientado y se acercaban las vacaciones, así que comencé a abandonar el foco. Los últimos días, ya quería sentarme en el avión y desconectarme del mundo.

Comienza la cuenta regresiva

Y así fue. Fueron unas vacaciones increíbles con mi familia, sin saber sobre cesantía, currículums, pretensiones de renta o nada similar. Sólo disfrutar de la arena, el mar calmo y tratar de no pensar en el futuro. Un poco nervioso por tener estar viajando sin empleo. Pero por lo menos ese objetivo lo logré correctamente: no acordarme de lo que se venía. Y me hizo bien.

Pero cuando volví había algo dentro mío que decía que no sería tan fácil como lo había planificado al principio. Llegamos del aeropuerto, a la casa, guardando las maletas y en dos días más comenzar con la rutina de todos: Mi mujer en su trabajo, los niños en el colegio y yo… frente a un computador pensando qué haría.

Afortunadamente (sé que soy un privilegiado en ese sentido), mis cálculos fueron que mi esposa me podía mantener un tiempo relativamente corto. Desde un principio me dio su apoyo y eso inyectaba en mí una especie de anestesia para no desesperarme, pero siempre entendimos que sería ese corto periodo de búsqueda, nada más. También a mí me incomodaba esto, pero lo recibía agradecido por el momento.

Exitosamente cesante

Comenzó a pasar el tiempo y empecé a sentir el peso de la cesantía en mi vida. Simplemente no salía nada. Enviaba currículums y muchos de ellos no sabía en qué quedaban. A veces me juntaba con amigos para despejarme un poco, pero noté que las reuniones empezaron a girar en torno a mí y mi situación. La gente trataba de ayudar desde lejos, dándome ideas, pero yo no necesitaba ideas tontas, sino un maldito contrato y mi cheque a fin de mes.

Sin querer y al paso de las semanas, sentimientos negativos comenzaron a apoderarse de mí. Me bajó la tolerancia a los momentos de esparcimiento y entretención, pues mi carácter se hizo más irritable. Una noche fui a una fiesta con mi mujer y me comentó mientras bailaba, que estaba súper entretenida y pasándolo bien. Mientras yo con cara de enojado no le contestaba. “Pero pásalo bien” me dijo, “¡Pero cómo lo voy a pasar bien si estoy sin trabajo!” le grité.

Más semanas pasaban y no podía entender por qué la gente estaba tan contenta por la vida. Y el enojo, a medida que avanzaba el tiempo se transformó en susto y luego de eso en tristeza de mi mismo, que es lo peor que te puede pasar. “Pobrecito de mí”, es el sentimiento más asesino de tu auto estima.

Lo más dificil es enfrentarse a ti mismo, al del espejo, que tiene la misma fuerza que tú, pero está remando para el otro lado. Te descuidas un segundo y él empieza a ganar. A veces lo sentía como una pelea contra mí mismo. Entonces erróneamente mundo gira en torno a ti, a tu sufrimiento y te olvidas de ponerle pasión a lo importante en ese momento: buscar trabajo.

El lunes en la mañana me levantaba temprano. Iba a va dejar a mis hijos al colegio, luego volvía a mi casa, con sueño porque me había acostado tarde el domingo y escuchas tu voz interior “estoy sin trabajo”. Me iba al gimnasio para tratar de distraerme, luego me duchaba y sentaba al frente al computador apagado: “Otro día más, por la mierda”. Ese lunes se transformaba en lo peor.

Cristián Parrao
Headhunter de Marketing Digital y Publicidad