El 12 de enero falleció el escultor nacional José Balcells Eyquem, importante escultor quien desarrolló su trabajo principalmente dentro del país, Se destacan sus obras “Valparaiso” en Osaka, Japón, replicada en la ciudad que le da el nombre y el monumento al Cabo de Hornos, en la Región de Magallanes, dedicado a los marinos que murieron cruzando el Mar de Drake. Gracias a su labor como artista plástico, Balcells recibió innumerables premios y reconocimientos.

En el presente texto, Fernando Balcells, primo del fallecido escultor, rinde tributo a quien fuera uno de los escultores más trascendentales del último tiempo en el país.

Texto de Fernando Balcells
Estaba intentando escribir sobre la dignidad de las despedidas cuando me avisaron del fallecimiento de mi primo José Balcells. Como decir una última palabra sin quedarse con ella. No se si sea impropio que escriba sobre él. Lo conocí demasiado poco y desde demasiado cerca. Formó parte de la ciudad abierta de Ritoque y la comunidad poética de Amereida que eran una evocación misteriosa para mi.

Admiré su carácter y su obra, me fue fácil quererlo y quedé con una curiosidad abierta que quisiera extender como una invitación a descubrir su obra. No tengo autoridad alguna para hablar de él. Este artículo obedece a la urgencia de dar testimonio de una pérdida que no es solo la de su familia y sus amigos sino una tarea pendiente de la identidad cultural chilena. Es probable que secciones fundamentales de su obra estén todavía por construirse. El proyecto poético y escultórico de los ‘Trece cachalotes’, elaborado a partir de un encargo y de poemas de su hermano Ignacio, es un desafío para los chilenos que han amado el mar con tan intensa devoción.

Tuve algunos encuentros significativos con José. Apariciones furtivas de alguna de sus esculturas suspendidas en medio de una espesura boscosa. La noticia de la destrucción por su propia mano de un letrero electoral que tapaba su trabajo en Viña. Una escultora joven que a la salida de una reunión en el Ministerio de Cultura, me tomó del brazo y me habló largamente de su admiración y de como yo le había cambiado la vida. Descubrí de inmediato que ella se refería a José pero la dejé hablar hasta el final porque escucharla era conmovedor. Era una declaración de amor de alguien que nunca lo había visto pero que era capaz de vivir y de hacer sentir desde adentro el proceso de su obra.

José decía que la escultura posee la notable capacidad de hacer aparecer los lugares por medio de un pacto de resonancias entre la obra y el paisaje. Sospecho que no apreciaba las esculturas puestas en serie que se echan sobre la tierra como si les perteneciera. Diseñó una escultura trascendental como encuentro entre lo que se eleva del suelo y lo que desciende como donación. Su intuición de la extensión de los espacios es a la vez antigua y brutalmente contemporánea: “El cielo está abierto para todos, no así la tierra”.

José Balcells es el autor de la que es probablemente la escultura chilena de mayor trascendencia imaginaria. El gran albatros que corona el Cabo de Hornos. Un homenaje aéreo a la extensión americana presentada en el vuelo de la más imponente de las aves marinas. Un albatros de aire, liberado entre dos placas de acero y sustentado en una elevación que permite seguir la mirada que nos observa en su vuelo. ‘Heme aquí’ dirá cuando se presente en medio de vientos dibujados a mano ante quién lo reciba.

Del amor a Chile y a la vastedad de América, ‘que le permite a cualquiera soñar con un destino abierto’, son testigos sus esculturas lanzadas al horizonte. Esa última línea en que la mirada naufraga y se abre a “la medida más sutil de las cosas que aparecen”.