Elegante, educada y de destacada presencia; Giulia Toffana fue una distinguida mujer que vivió en Sicilia (Italia) durante el siglo XVII.

Como la mayoría de las féminas en aquella época, Giulia había sido casada a la fuerza y su opinión no era importante dentro del matrimonio pese a su apellido y estatus económico. Es por eso que la mujer no conoció la libertad hasta que -al fin- falleció su machista esposo.

Luego de quedar viuda, Toffana pasaba tardes enteras junto a su hija en la perfumería. Si bien este acto se veía inofensivo y como un pasatiempo normal de las mujeres de élite de aquella época, madre e hija tenían un maléfico plan entre manos: averiguar como se hacían las pociones para fabricar veneno.

culturacolectiva

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Escondido en un bello envase para perfumes, la mujer edificó una fórmula compuesta por arsénico, plomo y el arbusto belladonna, planta que se usaba en el antiguo Egipto como narcótico, en la antigua Grecia como afrodisíaco y que en la Edad Media pasó a formar parte la botica de las brujas, según contó el portal de PlayGroud.

Motivada por la idea que muchas mujeres querrían sentirse tan libre como ella, Toffana comenzó a ofrecer el “perfume” a sus pares para que asesinaran a sus maridos. Este veneno que no tenía sabor, mataba lentamente y no dejaba ningún rastro en el cadáver, era un arma perfecta para cualquiera.

En aquel tiempo el género femenino era tan poco tomado en cuenta, que además nadie se imaginaría que muchas tendrían este líquido escondido dentro de su cosmetiquero. En su versión más “inocente” el veneno era guardado en botellitas destinadas a almacenar agua bendita con la imagen de San Nicolás.

El procedimiento era sencillo: bastaba con dejar caer unas gotas en el alimento de la víctima -al menos- unas tres veces. Después de ingerir la comida o bebestible por primera vez, el marido se sentiría cansado o con síntomas similares a los de un resfriado. A la segunda, este recurriría al médico sin éxito y, a la tercera ingesta, caería al hospital o moriría.

Así fue como con la ayuda de varias cómplices, Giulia Toffana creó una ambiciosa clientela que terminó con la vida de 600 hombres sólo en Roma entre 1633 y 1651, librando la vida de muchas esposas infelices.

Las cifras incluso presumen que el famoso compositor Wolfgang Amadeus Mozart, fue una de las víctimas de envenenamiento años después.

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Sin embargo, la fama del Agua Tofana -como se le llamó popularmente- dejó de ser “secreta” cuando una mujer se arrepintió de matar a su esposo y le advirtió que la comida estaba envenenada. En la ocasión, no pudo evitar confesar con nombre y apellido la identidad del cerebro detrás del veneno.

Pese a que las “Toffanas” se refugiaron en una iglesia, madre, hija y todas las ayudantes fueron condenadas a ser asesinadas en público, sin antes torturar a Giulia para que reconociera cada muerte y quien se la encargó.

Finalmente muchas de sus clientas fueron encerradas en los calabozos del Palazzo Pucci -aunque otras se salvaron asegurando que “habían comprado el perfume para estar más lindas”- y el cadáver de esta ambiciosa viuda que buscaba liberar a su género, rodó por encima del techo del templo cristiano que la refugió de su pecado.