Esta temporada de calor, en la que la energía se apodera de casi todo el mundo, llega también con algunas exigencias. Por ejemplo: andar más livianos de ropa. También es el momento en que comienza una búsqueda implacable de soluciones rápidas y aparentemente efectivas, para disimular una anatomía que –por los motivos que sean- ha aumentado en volumen.

Así lo afirma Angélica Orjuela, Coach en belleza Natural y Alimentación, quien señala que en la amplia gama de soluciones ofrecidas al problema de los kilos de más, aparecen ideas y datos que prometen un cambio radical de la figura en sólo minutos, sin que se haga ningún sacrificio.

“Y en ese ítem están las Fajas reductoras. Más aún, hay algunas marcas que afirman que sólo usando esa cómoda prenda se puede reducir y hasta –lea bien- perder kilos. La verdad es que esa historia parece un cuento sacado de una mente muy creativa”, comenta.

Siempre se debe tener en cuenta que: Las promesas de solución inmediata en este tipo de problema no son reales, ni efectivas. Y más aún, pueden acarrear irremediables consecuencias, asegura ella.

“Las fajas descienden del corsé, para cuya fabricación de utilizaba fibra vegetal, huesos y hasta metales. Con eso se confeccionaba un artilugio que cumpliera con el prototipo estandarizado de belleza. Y a la vez se causaban severas modificaciones en la estructura osteomuscular, órganos internos, patrones respiratorios y posturales de las mujeres. Y, lo cierto es que aún quedan vicios de esas consecuencias en las fajas”, explica.

¿Por qué NO usar una faja?

1.- La estructura muscular es una segunda columna, que mantiene la dinámica postural y estabiliza los patrones respiratorios. Es decir, es un punto de sustentación pero dinámico.

Con el uso permanente de faja, se pierde el tono y el volumen muscular, debilitando esta columna, dejando permanente flacidez, dolor de espalda, dolor cervical y compromiso en el patrón respiratorio.

Y al perder el tono del músculo abdominal, se puede sufrir de trastornos digestivos tipo estreñimiento, pues no se genera el mecanismo de bombeo externo. Asociado a todos estos eventos, pueden aparecer complicaciones de procesos respiratorios, debido a la pérdida del patrón de inspiración normal.

2.- Al comprimir los órganos internos con una faja puede presentarse reflujo, acidez y hasta dolor pélvico crónico, por la posición anómala de los órganos internos, en donde la grasa hace un efecto mecánico de deformidad.

3.- Aumenta la flacidez de la piel, la apariencia de celulitis y los depósitos de grasa. Entonces, si el agua no se mueve, se deposita e inflama las células de grasa que están ubicadas entre la piel y el músculo, lo que genera pequeñas irregularidades, ya que son depósitos de grasa en sitios no deseados, como el pliegue de la axila, en la espalda o en las marcas que deja la faja.

Además, si no se elimina agua por la compresión, tampoco se eliminan desechos del metabolismo, y las células que producen colágeno mueren, con la tan odiada flacidez.

4. El abdomen no sólo alberga órganos. También es una bomba que genera presión negativa y trae el agua de las piernas. Si ese proceso no se realiza, las piernas se hinchan, se deforman y aumenta la celulitis. Además, causa dolor y fatiga, pero con el grave riesgo de generar un trombo. O sea, un coágulo de sangre.

Pero, ¿qué se puede hacer? Para comenzar, la experta dice que hay que tener un criterio claro y conocer la realidad acerca de quien quiera hacer una oferta milagrosa en este aspecto: No existe nada real que pueda hacer reducir una, dos o más tallas de forma mágica. Y menos apretando partes importantes del cuerpo.

El uso regular de fajas o las famosas camisetas reductoras, sólo lograrán aumentar los problemas y acarrear nuevas enfermedades.

Visión de un traumatólogo

El traumatólogo Fernando Bascuñán, explicó hace un tiempo a BioBioChile las consecuencias que podrían tener quienes usen sin las recomendaciones adecuadas este tipo de fajas.

El profesional indicó que él no recomienda este tipo de implementos porque “la musculatura tanto abdominal como lumbar se atrofia”.

Por lo mismo, Bascuñán que si de todas maneras alguien quiere utilizarlas, sea “ojalá lo menos posible, es decir, para casos puntuales, como complementario al ejercicio, quizás, pero lo mejor es llevar una buena alimentación”.

A su juicio, entre quienes deciden llevarlas igual pese a los riesgos, el momento adecuado para el uso es durante la actividad física, porque en esa instancia “el cuerpo puede contrarrestar la compresión así como el calor que se genera en esta región lo que invita a quemar grasas y calorías, ejerciendo un favorable efecto sobre la reducción de la cintura”.

Sin embargo, la recomendación general es no acudir a ellas. “Su uso constituye una deformidad al igual que ciertas tribus africanas en las que las mujeres se colocan anillos en el cuello para alargar el mismo. Esto no estaría exento de riesgos para la salud. Desde estreñimientos extremos hasta prolapso uterino o vesical por aumento excesivo de la presión intrabdominal”, enfatizó el médico.

Asimismo, el profesional dice que de ninguna manera se deben usar para dormir porque ese es el momento cuando se relaja toda la musculatura. “En este estado el riesgo de compresión excesiva es más evidente. La persona que lo emplea puede sufrir reflujo hasta dificultad respiratoria que pasa inadvertida en estado de sueño profundo sin capacidad de advertirlo ni contrarrestarlo”, comentó.

Bascuñán advierte que utilizar esta faja en forma regular puede traer consecuencias en el futuro, sobre todo en la adultez mayor, cuando los tejidos están más desgastados.

Entonces, ¿qué hacer para tener una cintura más delgada? Lo mejor según el médico es llevar “una buena alimentación baja en grasas, ingerir mucha fibra para mejorar el tránsito intestinal en aquellas personas que son estíticas, tomar abundante agua, hacer mucho ejercicio localizado a la cintura y trabajar con bandas elásticas”.