Desagravio y confusión en una UC que fue fuente de provisión ideológica de la dictadura

Andres Chile 123 (c)
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El Rector de la Universidad Católica ha impulsado un acto de desagravio a los profesores exonerados y perseguidos durante la dictadura. Se estableció una lista de 95 profesores y 67 asistieron al acto. Eso indica que una amplia mayoría de ellos aceptó los términos de este reconocimiento.

Texto de Fernando Balcells

Hasta donde se ha publicado, el discurso del Rector no pide perdón ni concede una reparación concreta, pero se disculpa; “… esta ceremonia de reconocimiento es tardía… Como rector me hago cargo de ello y pido las disculpas por esta omisión y tardanza”.

La disculpa, sin embargo, es circular y la omisión se repara con la simple alusión a sí misma. Se detiene el tiempo de la tardanza y se la devuelve, ya sin culpa, al pasado. Caso cerrado. Un reconocimiento impreciso del tiempo perdido presenta los mínimos verbales que permiten que este reencuentro familiar sea ofrecido al público para su alegría y su comentario.

En un segundo movimiento, el Rector declara su propio ‘nunca más’. “Mi compromiso como rector de la UC es declarar de manera oficial y solemne que situaciones externas de atropello a la libertad académica no pueden volver a repetirse al interior de nuestra universidad. Reitero la más firme defensa de la autonomía universitaria, que debe impedir en el futuro ser cómplices de una intromisión externa a los valores de la UC…”.

La mención intempestiva de la autonomía, atribuye los atropellos y la actuación de la UC a una intervención externa. Sin embargo, queda la sensación inevitable del vínculo de las exoneraciones con revanchas políticas y académicas que se remontan a la reforma universitaria. El recurso al despido, al extrañamiento y a los aparatos de seguridad de la dictadura fueron partes de un mismo guión de represalias oportunistas y desproporcionadas.

El daño causado a los docentes fue el desarraigo, el cierre de las posibilidades de trabajo, la estigmatización social, el exilio, la persecución por las policías y, en algunos casos, la detención, la desaparición, la tortura y la muerte.

Contrariamente a lo que insinúa el Rector, el Golpe no llegó de afuera. Se produjo en cada institución, en cada barrio y en muchas familias donde el soplonaje y la persecución degradaron la convivencia. La UC no fue una entidad invadida, fue un anfitrión acogedor y una fuente de provisión cultural e ideológica de la dictadura. De modo que el enlace entre derechos humanos y autonomía a que apela el Rector no es convincente.

La autonomía universitaria del Rector Sánchez no apunta a la libertad de cátedra sino a limitarla. Es una libertad que no pertenece a los profesores sino a la universidad; no es propia de los docentes sino de la institución que los contrata. La autonomía que él reclama no es la que defiende la diversidad sino la que permite exonerarla.

En este contexto, la aceptación por los exonerados del homenaje ofrecido y el reconocimiento expresado por ellos a la actuación del Rector tiene el sabor dulce de las aperturas fraternales y el sabor amargo de las concesiones confusas.

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El Rector de la Universidad Católica ha impulsado un acto de desagravio a los profesores exonerados y perseguidos durante la dictadura. Se estableció una lista de 95 profesores y 67 asistieron al acto. Eso indica que una amplia mayoría de ellos aceptó los términos de este reconocimiento.

Texto de Fernando Balcells

Hasta donde se ha publicado, el discurso del Rector no pide perdón ni concede una reparación concreta, pero se disculpa; “… esta ceremonia de reconocimiento es tardía… Como rector me hago cargo de ello y pido las disculpas por esta omisión y tardanza”.

La disculpa, sin embargo, es circular y la omisión se repara con la simple alusión a sí misma. Se detiene el tiempo de la tardanza y se la devuelve, ya sin culpa, al pasado. Caso cerrado. Un reconocimiento impreciso del tiempo perdido presenta los mínimos verbales que permiten que este reencuentro familiar sea ofrecido al público para su alegría y su comentario.

En un segundo movimiento, el Rector declara su propio ‘nunca más’. “Mi compromiso como rector de la UC es declarar de manera oficial y solemne que situaciones externas de atropello a la libertad académica no pueden volver a repetirse al interior de nuestra universidad. Reitero la más firme defensa de la autonomía universitaria, que debe impedir en el futuro ser cómplices de una intromisión externa a los valores de la UC…”.

La mención intempestiva de la autonomía, atribuye los atropellos y la actuación de la UC a una intervención externa. Sin embargo, queda la sensación inevitable del vínculo de las exoneraciones con revanchas políticas y académicas que se remontan a la reforma universitaria. El recurso al despido, al extrañamiento y a los aparatos de seguridad de la dictadura fueron partes de un mismo guión de represalias oportunistas y desproporcionadas.

El daño causado a los docentes fue el desarraigo, el cierre de las posibilidades de trabajo, la estigmatización social, el exilio, la persecución por las policías y, en algunos casos, la detención, la desaparición, la tortura y la muerte.

Contrariamente a lo que insinúa el Rector, el Golpe no llegó de afuera. Se produjo en cada institución, en cada barrio y en muchas familias donde el soplonaje y la persecución degradaron la convivencia. La UC no fue una entidad invadida, fue un anfitrión acogedor y una fuente de provisión cultural e ideológica de la dictadura. De modo que el enlace entre derechos humanos y autonomía a que apela el Rector no es convincente.

La autonomía universitaria del Rector Sánchez no apunta a la libertad de cátedra sino a limitarla. Es una libertad que no pertenece a los profesores sino a la universidad; no es propia de los docentes sino de la institución que los contrata. La autonomía que él reclama no es la que defiende la diversidad sino la que permite exonerarla.

En este contexto, la aceptación por los exonerados del homenaje ofrecido y el reconocimiento expresado por ellos a la actuación del Rector tiene el sabor dulce de las aperturas fraternales y el sabor amargo de las concesiones confusas.