No hay que ser experto para decir que en nuestro país los sismos son cosa de cada día. Y es que sólo en los primeros cinco días de noviembre, el Centro Sismológico Nacional (CSN) cotabilizaba más de 90 sismos sobre 3 grados en Chile.

Con este panorama resulta difícil pensar que las edificaciones en nuestro país no estén preparadas para recibir las sacudidas que, cada cierto tiempo, alcanzan grandes intensidades. Como lo ocurrido en Illapel, el pasado 16 de septiembre, que fue percibido en ocho regiones del país con tsunami incluido.

Nuestra historia tiene eventos de sobra para demostrar que los sismos son una característica más del país, pero no fue hasta mayo de 1960, con el terremoto más potente del que se tenga registro en la historia, de 9,5 Richter en Valdivia, cuando recién las autoridades pusieron manos a la obra de lo que hoy conocemos como norma sísmica.

El terremoto de 1960 desplomó casas y edificios y dejó más de 2000 muertos. | Wikimedia

El terremoto de 1960 desplomó casas y edificios y dejó más de 2000 muertos. | Wikimedia

Debieron pasar nueve años para que recién la autoridad publicara una ‘norma de emergencia’ que fue oficializada finalmente dos años después, en 1971. Pedro Hidalgo, experto y gestor de la ingeniería antisísmica en Chile, en ese entonces egresado de la carrera de Ingeniería Civil de la Universidad Católica, recordó a la revista Qué Pasa la razón de tal demora.

“En 1960 estaba listo para oficializarse el proyecto de norma sísmica en Chile, el que tenía una zonificación sísmica, algo que le dice a usted dónde puede haber sismos y dónde pueden ser más grandes o más débiles. Y esa norma decía que de Concepción al sur el territorio chileno no tenía temblores”, recuerda.

Así entonces, “vino el terremoto (de 1960 en Valdivia) y, por supuesto, que esto significó un sacudón muy grande para el proyecto de norma. Se suspendió la discusión y finalmente fueron los profesores Joaquín Monge y Arturo Arias los que resumieron y redactaron el documento que se transformó en esta norma de emergencia en 1969″.

Tras ello, una serie de normativas y actualizaciones al documento, transformaron las recomendaciones en lo que actualmente se conoce como la NCh. 433 y NCh. 430, sobre Diseño Sísmico de Edificios y Hormigón Armado, respectivamente.

En definitiva, cuatro grandes modificaciones se idearon para la norma sísmica luego de los terremotos de 1960, 1971, 1985 y 2010, mientras que otras dos se introdujeron en 1991 y 2002. Actualmente se encuentra en discusión una nueva.

La norma chilena

Abraham Cea, ingeniero civil de la Universidad Diego Portales, explicó a BioBioChile que la normativa actual pretende darle a las estructuras “una capacidad de deformación”, que se denomina como “ductilidad”.

“La idea es que pueda deformarse en eventos sísmicos, antes de colapsar. Esa es la filosofía de la norma chilena”, indicó el especialista.

Asimismo, se establece el diseño para un sismo especial “que le llamamos ‘sismo de diseño’”. A éste último se hace referencia a los grandes sismos, como el del terremoto de 2010 en Concepción, que posee esas características.

La normativa también hace una diferenciación sísmica por zona: costera, intermedia (como del ancho de Santiago) y cordillerana. “De costa a cordillera va bajando la peligrosidad sísmica, cosa que se confirma con los datos históricos de terremotos en la costa”, aseveró.

En Alto Hospicio se generaron algunos daños en edificio tras el terremoto de 2014 | Agencia UNO

En Alto Hospicio se generaron algunos daños en edificio tras el terremoto de 2014 | Agencia UNO

Aun cuando en Chile existe un buen comportamiento de las estructuras, una duda queda en el aire respecto a las construcciones. Desde 2010 a la fecha, siete sismos de magnitud superior a 6,8 han sacudido el país, afectando a casas y edificios por igual: ¿Ello podría significar algún deterioro en las construcciones debido a los recurrentes eventos?

La respuesta la entregó Cea: “Cuando un edificio sufre eventos sísmicos de menores características, dada las disposiciones de la norma en Chile, el edificio no debiera presentar prácticamente ningún daño, o sea, no habría ningún deterioro. El edificio es capaz de comportarse normalmente dentro de ese rango de sismicidad baja”.

¿Pero hasta qué magnitud se considera un rango de sismicidad baja? Según el profesional, es complicado para la ingeniería hablar de magnitud, porque los sismos y sus efectos dependen mucho de la distancia a la que se está del epicentro, además de factores locales como la topografía. Aún así, se estima que un terremoto bajo magnitud 8 no debiera generar mucho daño.

“Es distinto cuando un edificio vive un ‘sismo de diseño’, como los edificios que vimos luego del terremoto en Concepción. Cuando pasa de ahí, se puede ver deterioro que puede ser preocupante, y para esos casos se evalúa cada estructura”, comentó.

Dato no menor es la lección que se aprende de cada terremoto. De hecho, tras el 27-F se detectó que algunas zonas de Concepción presentan un suelo especial que amplifican los sismos fuertemente. “Esos efectos no se estaban abordando con la norma anterior”, develó, por lo que hoy hay una mayor exigencia de construcción en la Región del Bío Bío.

El caso Alto Río

Alto Rio, el emblemático edificio penquista donde fallecieron 8 personas producto del colapso en medio del terremoto del 27-F | Archivo / Agencia UNO

Alto Rio, el emblemático edificio penquista donde fallecieron 8 personas producto del colapso en medio del terremoto del 27-F | Archivo / Agencia UNO

“Ese es un tema complicado. Nadie se atreve a decir mucho sobre lo que pasó ahí. Pero, hasta donde sé, fue la mezcla de varios factores, como la mala calificación del suelo de la zona y una falta de detallamiento de la armadura de los muros, aunque sería más lo primero. El terreno, donde se construyó, está compuesto de 120 metros de arena, y bajo ello hay roca. Esos 120 metros de arena provocaron una amplificación de las ondas sísmicas y eso causó el comportamiento de la estructura, que se volcó. Fue tan fuerte que la estructura falló de una manera imprevista. Sin deformación. La estructura no alcanzó a reaccionar.”

Las fisuras

Un temor que ocurre posterior a ciertos sismo importantes, es la aparición de fisuras en algunas edificios. En ese sentido, Cea llamó a la calma pues hay cierta sobrereacción en algunas personas.

“Últimamente hay propietarios que ven una fisura y se preocupan inmediatamente, cosa que igual es lógico, pero muchas veces ocurre que es la pintura, que puede verse haciendo marcas, por lo que en realidad no se compromete a la estructura”, enseñó.

A su vez, detalló que hay ciertas zonas que tienen que presentar un tipo de movimiento, la que genera algunas huellas. “Estas son zonas de dilatación, que son separaciones estructurales que obviamente ante un movimiento sísmico se van a remover”, dijo.

Pero si las dudas persisten, lo mejor es asesorarse con algún profesional competente, como un constructor civil o un ingeniero, que puede hacer un levantamiento de falla y detectar si hay problema en la estructura.

Hasta ahora no se manejan datos de efectos estructurales del terremoto de septiembre de este año, pero de los 10 mil edificios construidos entre 1985 y 2010 en la zona centro sur, el 1% sufrió daños luego del 27-F. A ello se suma que según la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) más del 90% de edificios puede resistir un sismo 9 Richter.

“Hay que apostar a que se respeten bien las normativas. Con cada terremoto se aprende, pero la normativa actual cubre, en teoría”, concluyó Cea.