Buen “Pagliacci” convenció más que una débil “Cavalleria rusticana” en el Teatro Municipal

Pagliacci, foto de Patricio Melo, TMS (c)
Pagliacci, foto de Patricio Melo, TMS (c)
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Cerrando la temporada lírica del escenario santiaguino, donde no se representaban juntas desde hace 25 años, en su estreno la noche del jueves pasado el programa doble que reúne a dos de las obras más populares del repertorio italiano mostró desiguales resultados en lo musical y escénico, aunque de todos modos el público terminó entusiasmado y destacaron algunos cantantes.

Por Joel Poblete

Por su irresistible música y la trágica humanidad de sus historias, “Cavalleria rusticana”, de Pietro Mascagni, y “Pagliacci”, de Ruggero Leoncavallo, son indudablemente dos de las obras más queridas y populares no sólo del repertorio italiano, sino de toda la historia del género lírico. Desde su estreno -en 1890 y 1892, respectivamente- se han representado una y otra vez en las más diversas latitudes, y ya es toda una tradición que aprovechando su breve duración, las dos se representen en una misma función, convirtiéndose en el más tradicional y famoso “programa doble” de óperas, e incluso con algunos intérpretes abordando roles en ambos títulos la misma velada.

El impacto de ambas obras ha traspasado el campo de la ópera, llegando incluso a otras artes, como el cine y la televisión: fragmentos musicales de “Cavalleria” aparecen en series como “Los Soprano” y en películas como “Toro salvaje”, “El padrino III” e incluso este año en la exitosa y elogiada “Mad Max: Furia en el camino”, mientras “Pagliacci” figuraba en filmes como “Los intocables” y “A Roma con amor”, y hasta en un capítulo de “Los Simpson”.

Apoyadas por hermosas y muy efectivas e inspiradas partituras que transitan entre la pasión, lo religioso, la sensualidad y hasta el humor, “Cavalleria” y “Pagliacci” conforman la quintaesencia del movimiento conocido como “verismo”, representado por piezas que en vez de centrarse en dioses, soberanos o nobles -personajes que previamente solían protagonizar las óperas- reflejan la vida misma, con los dramas cotidianos que enfrentan figuras más cercanas al público. En este caso, el elemento en común es abordar dramas pasionales impulsados por los celos, la traición y el despecho, ambos ambientados en zonas muy reconocibles de Italia: en el primer caso, en Sicilia y en plena conmemoración de Pascua de Resurrección, una mujer está desesperada al haber sido traicionada por su novio, quien ahora corteja a la joven de quien estuvo enamorado antes de hacerse soldado, pero ahora está casada; en el segundo caso, una humilde compañía circense llega a presentarse a un pueblo de Calabria, y el veterano líder del grupo debe continuar con la función programada, donde interpreta a un marido engañado, mientras descubre que en la vida real su propia esposa tiene un amante y está dispuesta a fugarse.

En el principal escenario operístico chileno, el Teatro Municipal de Santiago, estas óperas se han representado durante más de un siglo, contando con versiones tan ilustres como la de 1911, cuando fueron dirigidas por el mismísimo autor de “Cavalleria”, Mascagni. Sin embargo, no habían vuelto a presentarse juntas ahí desde hace ya 25 años: la última vez fue en 1990, y si bien en 2010 abrieron la temporada lírica, las funciones debieron realizarse en el Teatro Escuela de Carabineros, a raíz de los daños causados en el Municipal por el terremoto de ese año. En esa ocasión, la producción estuvo a cargo del director teatral italiano Fabio Sparvoli, contando con escenografía de su compatriota Giorgio Ricchelli, quienes convencieron mucho más en “Pagliacci” que en “Cavalleria”: en esta última la escenografía era pesada y funcional y la dirección escénica, que ambientaba la obra en los años 40 del siglo XX, no permitía disfrutar de la belleza del preludio orquestal por culpa de distractores movimientos de los campesinos, y no solucionó de manera satisfactoria la procesión de Pascua. Quedó la impresión de que los resultados se habían visto afectados por el cambio de escenario a un recinto más pequeño y reducido, idea que se acentuó cuando “Pagliacci” estuvo mucho mejor, con una sencilla escenografía más adecuada a las dimensiones de la escena, y una dirección teatral más dinámica, detallista y estimulante, con momentos muy logrados, como en la representación de la comedia del segundo acto.

Curiosamente, ahora que “Cavalleria” y “Pagliacci” están al fin de vuelta en el Municipal, como cierre de su temporada lírica 2015 y en la misma producción de Sparvoli y Ricchelli, la impresión de la puesta en escena es prácticamente la misma en ambas obras, por lo que al parecer su efectividad no dependía en definitiva del tamaño del escenario. Se reiteran las falencias y debilidades de la primera (en particular la plana escenografía de “Cavalleria”), mientras la segunda consigue convencer más a los espectadores por sus resultados generales, y ofrece la emoción que está casi ausente en el montaje de “Cavalleria”. Ambos artistas italianos han presentado excelentes espectáculos en previas incursiones en el teatro santiaguino, como su brillante y divertido “Barbero de Sevilla” en 2008 -que volvió a presentarse en 2013-, pero en conjunto su propuesta para “Cavalleria rusticana” y “Pagliacci” es decepcionante y de escaso vuelo.

En 2010 la iluminación fue de José Luis Fiorruccio, pero en esta oportunidad estuvo a cargo del prestigioso director y diseñador teatral chileno Ramón López, que habitualmente destaca por su sutileza, pero en esta ocasión, tal vez por directa indicación de Sparvoli, las luces ofrecieron cambios muy bruscos y acentuados, por momentos exagerados y a veces en una misma escena, particularmente en “Cavalleria”. Al menos, como de costumbre, el vestuario del chileno Germán Droghetti fue muy acertado, en especial por los coloridos diseños en el segundo acto de “Pagliacci”.

La Orquesta Filarmónica de Santiago estuvo dirigida una vez más por su titular, el maestro ruso Konstantin Chudovsky, muy presente en la temporada lírica de este año, al dirigir el estreno en Chile de “Rusalka”, y regresar para “Madama Butterfly” y “Los dos Foscari”. En las dos primeras lamentamos en este espacio su tendencia a tapar a los cantantes con el sonido orquestal, pero en la última había desarrollado un mejor equilibrio entre las voces y el foso; desafortunadamente en “Cavalleria rusticana” otra vez la masa sonora tendió a cubrir a los intérpretes, y a menudo se hicieron notorios desajustes e imprecisiones de ritmo entre éstos y la agrupación, aunque de todos modos el lirismo y la pasión de la partitura estuvieron presentes, y la Filarmónica ofreció una buena versión del inmortal “Intermezzo”. Mucho mejor fue el resultado musical en “Pagliacci”, donde se manejaron mejor los matices y contrastes orquestales.

En “Cavalleria” tampoco ayudó mucho que los dos protagonistas, interpretados por cantantes debutantes en Chile, estuvieran notoriamente por debajo de lo esperado en este título. Por look, encarnando a Santuzza la soprano rumana Cellia Costea en verdad parecía una sufrida mujer siciliana, pero su actuación fue distante y en lo vocal, si bien exhibió un volumen generoso, su afinación fue imprecisa, o al menos la emisión de algunas notas no pareció adecuarse a la partitura. El tenor ruso-armenio Khachatur Badalyan, quien en un principio cantó una buena “Siciliana” fuera de escena, no estuvo a la misma altura el resto de la ópera: tiene buena presencia escénica y una voz de grato timbre, pero muy reducida en volumen y algo justa en las notas agudas, por momentos su canto también pareció limitado en el fiato, y como actor tuvo un desempeño rígido y discreto, que no consiguió la esperada emoción en la efusiva despedida de su madre.

Pero el resto del elenco funcionó mucho mejor. Al igual que en las funciones de 2010, cuando debutara en nuestro país, el barítono ruso Roman Burdenko interpretó los principales personajes para su registro de ambas óperas, y nuevamente el resultado fue muy positivo: en esta primera obra fue un recio y adecuado Alfio, pero fue en “Pagliacci” donde en verdad se lució, como el payaso Tonio, de acertada actuación y canto, buena proyección vocal y seguridad en sus atenoradas notas agudas; su excelente interpretación del bello y conmovedor “Prólogo” de la historia, cantado delante del telón del escenario y presentando a los protagonistas de la obra, fue muy aplaudida por los espectadores.
Y quienes también cantaron muy bien en “Cavalleria” fueron las intérpretes chilenas de dos roles secundarios, pero importantes en la trama: la mezzosoprano Gloria Rojas como una coqueta Lola, y la contralto Claudia Lepe como una Mamma Lucia de sonoro y rotundo canto y creíble caracterización teatral.

Afortunadamente, la velada logró encontrar un equilibrio luego del intermedio, en su segunda parte, ya que los elementos en “Pagliacci” se combinaron mucho mejor, convenciendo y entusiasmando al público, como pudo comprobarse por los sonoros aplausos finales. Acá sí hubo emoción y adecuada intensidad dramática, y lo teatral fue más fluido y efectivo, a lo que ayudó especialmente el buen desempeño de los cantantes principales, partiendo por el tenor argentino Gustavo Porta, quien debutó en el Municipal encarnando a un creíblemente dolido y humano Canio, de lograda actuación, canto apasionado y bien manejado, buenas notas altas y emisión segura, que como era de esperar tuvo un gran momento en su célebre “Vesti la giubba”. A su lado, la soprano chilena Paulina González agregó otra buena interpretación a su ascendente carrera, como una vivaz Nedda, de canto dúctil y bien proyectado y un desenvuelto despliegue escénico que destacó especialmente en la representación de la comedia en el segundo acto, además de brillar en el hermoso dúo junto a su amante Silvio, encarnado con convicción juvenil por el barítono ruso Alexey Lavrov, de atractiva voz, buen volumen y proyección.

Además del ya mencionado Burdenko, el resto de la compañía de payasos contó con un simpático y bien cantado Beppe a cargo del tenor vasco Mikeldi Atxalandabaso, mientras los chilenos Jorge Cumsille y Gustavo Morales interpretaron a los dos campesinos que intervienen brevemente en el segundo acto. A su ya buena actuación en “Cavalleria”, el Coro del Teatro Municipal, dirigido por Jorge Klastornik, unió un espléndido desempeño vocal en esta segunda ópera, mucho más logrado además en lo teatral, convenciendo plenamente como alegres y entusiastas campesinos, muy bien acompañados en el escenario por un eficaz grupo de artistas circenses que al igual que en la versión de 2010, realizaron vistosas acrobacias.

Las siguientes funciones del elenco internacional de “Cavalleria rusticana” y “Pagliacci” serán este lunes 02, miércoles 04 y sábado 07. El elenco estelar debutará este martes 03, y se presentará de nuevo el viernes 06.

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Cerrando la temporada lírica del escenario santiaguino, donde no se representaban juntas desde hace 25 años, en su estreno la noche del jueves pasado el programa doble que reúne a dos de las obras más populares del repertorio italiano mostró desiguales resultados en lo musical y escénico, aunque de todos modos el público terminó entusiasmado y destacaron algunos cantantes.

Por Joel Poblete

Por su irresistible música y la trágica humanidad de sus historias, “Cavalleria rusticana”, de Pietro Mascagni, y “Pagliacci”, de Ruggero Leoncavallo, son indudablemente dos de las obras más queridas y populares no sólo del repertorio italiano, sino de toda la historia del género lírico. Desde su estreno -en 1890 y 1892, respectivamente- se han representado una y otra vez en las más diversas latitudes, y ya es toda una tradición que aprovechando su breve duración, las dos se representen en una misma función, convirtiéndose en el más tradicional y famoso “programa doble” de óperas, e incluso con algunos intérpretes abordando roles en ambos títulos la misma velada.

El impacto de ambas obras ha traspasado el campo de la ópera, llegando incluso a otras artes, como el cine y la televisión: fragmentos musicales de “Cavalleria” aparecen en series como “Los Soprano” y en películas como “Toro salvaje”, “El padrino III” e incluso este año en la exitosa y elogiada “Mad Max: Furia en el camino”, mientras “Pagliacci” figuraba en filmes como “Los intocables” y “A Roma con amor”, y hasta en un capítulo de “Los Simpson”.

Apoyadas por hermosas y muy efectivas e inspiradas partituras que transitan entre la pasión, lo religioso, la sensualidad y hasta el humor, “Cavalleria” y “Pagliacci” conforman la quintaesencia del movimiento conocido como “verismo”, representado por piezas que en vez de centrarse en dioses, soberanos o nobles -personajes que previamente solían protagonizar las óperas- reflejan la vida misma, con los dramas cotidianos que enfrentan figuras más cercanas al público. En este caso, el elemento en común es abordar dramas pasionales impulsados por los celos, la traición y el despecho, ambos ambientados en zonas muy reconocibles de Italia: en el primer caso, en Sicilia y en plena conmemoración de Pascua de Resurrección, una mujer está desesperada al haber sido traicionada por su novio, quien ahora corteja a la joven de quien estuvo enamorado antes de hacerse soldado, pero ahora está casada; en el segundo caso, una humilde compañía circense llega a presentarse a un pueblo de Calabria, y el veterano líder del grupo debe continuar con la función programada, donde interpreta a un marido engañado, mientras descubre que en la vida real su propia esposa tiene un amante y está dispuesta a fugarse.

En el principal escenario operístico chileno, el Teatro Municipal de Santiago, estas óperas se han representado durante más de un siglo, contando con versiones tan ilustres como la de 1911, cuando fueron dirigidas por el mismísimo autor de “Cavalleria”, Mascagni. Sin embargo, no habían vuelto a presentarse juntas ahí desde hace ya 25 años: la última vez fue en 1990, y si bien en 2010 abrieron la temporada lírica, las funciones debieron realizarse en el Teatro Escuela de Carabineros, a raíz de los daños causados en el Municipal por el terremoto de ese año. En esa ocasión, la producción estuvo a cargo del director teatral italiano Fabio Sparvoli, contando con escenografía de su compatriota Giorgio Ricchelli, quienes convencieron mucho más en “Pagliacci” que en “Cavalleria”: en esta última la escenografía era pesada y funcional y la dirección escénica, que ambientaba la obra en los años 40 del siglo XX, no permitía disfrutar de la belleza del preludio orquestal por culpa de distractores movimientos de los campesinos, y no solucionó de manera satisfactoria la procesión de Pascua. Quedó la impresión de que los resultados se habían visto afectados por el cambio de escenario a un recinto más pequeño y reducido, idea que se acentuó cuando “Pagliacci” estuvo mucho mejor, con una sencilla escenografía más adecuada a las dimensiones de la escena, y una dirección teatral más dinámica, detallista y estimulante, con momentos muy logrados, como en la representación de la comedia del segundo acto.

Curiosamente, ahora que “Cavalleria” y “Pagliacci” están al fin de vuelta en el Municipal, como cierre de su temporada lírica 2015 y en la misma producción de Sparvoli y Ricchelli, la impresión de la puesta en escena es prácticamente la misma en ambas obras, por lo que al parecer su efectividad no dependía en definitiva del tamaño del escenario. Se reiteran las falencias y debilidades de la primera (en particular la plana escenografía de “Cavalleria”), mientras la segunda consigue convencer más a los espectadores por sus resultados generales, y ofrece la emoción que está casi ausente en el montaje de “Cavalleria”. Ambos artistas italianos han presentado excelentes espectáculos en previas incursiones en el teatro santiaguino, como su brillante y divertido “Barbero de Sevilla” en 2008 -que volvió a presentarse en 2013-, pero en conjunto su propuesta para “Cavalleria rusticana” y “Pagliacci” es decepcionante y de escaso vuelo.

En 2010 la iluminación fue de José Luis Fiorruccio, pero en esta oportunidad estuvo a cargo del prestigioso director y diseñador teatral chileno Ramón López, que habitualmente destaca por su sutileza, pero en esta ocasión, tal vez por directa indicación de Sparvoli, las luces ofrecieron cambios muy bruscos y acentuados, por momentos exagerados y a veces en una misma escena, particularmente en “Cavalleria”. Al menos, como de costumbre, el vestuario del chileno Germán Droghetti fue muy acertado, en especial por los coloridos diseños en el segundo acto de “Pagliacci”.

La Orquesta Filarmónica de Santiago estuvo dirigida una vez más por su titular, el maestro ruso Konstantin Chudovsky, muy presente en la temporada lírica de este año, al dirigir el estreno en Chile de “Rusalka”, y regresar para “Madama Butterfly” y “Los dos Foscari”. En las dos primeras lamentamos en este espacio su tendencia a tapar a los cantantes con el sonido orquestal, pero en la última había desarrollado un mejor equilibrio entre las voces y el foso; desafortunadamente en “Cavalleria rusticana” otra vez la masa sonora tendió a cubrir a los intérpretes, y a menudo se hicieron notorios desajustes e imprecisiones de ritmo entre éstos y la agrupación, aunque de todos modos el lirismo y la pasión de la partitura estuvieron presentes, y la Filarmónica ofreció una buena versión del inmortal “Intermezzo”. Mucho mejor fue el resultado musical en “Pagliacci”, donde se manejaron mejor los matices y contrastes orquestales.

En “Cavalleria” tampoco ayudó mucho que los dos protagonistas, interpretados por cantantes debutantes en Chile, estuvieran notoriamente por debajo de lo esperado en este título. Por look, encarnando a Santuzza la soprano rumana Cellia Costea en verdad parecía una sufrida mujer siciliana, pero su actuación fue distante y en lo vocal, si bien exhibió un volumen generoso, su afinación fue imprecisa, o al menos la emisión de algunas notas no pareció adecuarse a la partitura. El tenor ruso-armenio Khachatur Badalyan, quien en un principio cantó una buena “Siciliana” fuera de escena, no estuvo a la misma altura el resto de la ópera: tiene buena presencia escénica y una voz de grato timbre, pero muy reducida en volumen y algo justa en las notas agudas, por momentos su canto también pareció limitado en el fiato, y como actor tuvo un desempeño rígido y discreto, que no consiguió la esperada emoción en la efusiva despedida de su madre.

Pero el resto del elenco funcionó mucho mejor. Al igual que en las funciones de 2010, cuando debutara en nuestro país, el barítono ruso Roman Burdenko interpretó los principales personajes para su registro de ambas óperas, y nuevamente el resultado fue muy positivo: en esta primera obra fue un recio y adecuado Alfio, pero fue en “Pagliacci” donde en verdad se lució, como el payaso Tonio, de acertada actuación y canto, buena proyección vocal y seguridad en sus atenoradas notas agudas; su excelente interpretación del bello y conmovedor “Prólogo” de la historia, cantado delante del telón del escenario y presentando a los protagonistas de la obra, fue muy aplaudida por los espectadores.
Y quienes también cantaron muy bien en “Cavalleria” fueron las intérpretes chilenas de dos roles secundarios, pero importantes en la trama: la mezzosoprano Gloria Rojas como una coqueta Lola, y la contralto Claudia Lepe como una Mamma Lucia de sonoro y rotundo canto y creíble caracterización teatral.

Afortunadamente, la velada logró encontrar un equilibrio luego del intermedio, en su segunda parte, ya que los elementos en “Pagliacci” se combinaron mucho mejor, convenciendo y entusiasmando al público, como pudo comprobarse por los sonoros aplausos finales. Acá sí hubo emoción y adecuada intensidad dramática, y lo teatral fue más fluido y efectivo, a lo que ayudó especialmente el buen desempeño de los cantantes principales, partiendo por el tenor argentino Gustavo Porta, quien debutó en el Municipal encarnando a un creíblemente dolido y humano Canio, de lograda actuación, canto apasionado y bien manejado, buenas notas altas y emisión segura, que como era de esperar tuvo un gran momento en su célebre “Vesti la giubba”. A su lado, la soprano chilena Paulina González agregó otra buena interpretación a su ascendente carrera, como una vivaz Nedda, de canto dúctil y bien proyectado y un desenvuelto despliegue escénico que destacó especialmente en la representación de la comedia en el segundo acto, además de brillar en el hermoso dúo junto a su amante Silvio, encarnado con convicción juvenil por el barítono ruso Alexey Lavrov, de atractiva voz, buen volumen y proyección.

Además del ya mencionado Burdenko, el resto de la compañía de payasos contó con un simpático y bien cantado Beppe a cargo del tenor vasco Mikeldi Atxalandabaso, mientras los chilenos Jorge Cumsille y Gustavo Morales interpretaron a los dos campesinos que intervienen brevemente en el segundo acto. A su ya buena actuación en “Cavalleria”, el Coro del Teatro Municipal, dirigido por Jorge Klastornik, unió un espléndido desempeño vocal en esta segunda ópera, mucho más logrado además en lo teatral, convenciendo plenamente como alegres y entusiastas campesinos, muy bien acompañados en el escenario por un eficaz grupo de artistas circenses que al igual que en la versión de 2010, realizaron vistosas acrobacias.

Las siguientes funciones del elenco internacional de “Cavalleria rusticana” y “Pagliacci” serán este lunes 02, miércoles 04 y sábado 07. El elenco estelar debutará este martes 03, y se presentará de nuevo el viernes 06.