Mantenerse joven y bella es el gran deseo que todos quieren, pues conseguir la juventud eterna es una especie de antídoto que todos buscan a diario.

Razón por la que principalmente las chicas a diario buscan eliminar de su cuerpo y rostro aquellas marcas que llegan a mostrar pequeños rasgos de envejecimiento, sin embargo, dependiendo de la raza será lo prematuro de tales huellas.

Y es en este plano que los grandes expertos en el área dividen a la población humana en dos grandes grupos: los privilegiados que (casi) no envejecen y los corrientes que las líneas de expresión llegar a arrugar su cara de forma más rápida.

Los primeros acaban de ser bautizados y se les ha denominado con el nombre de “exceptional skin agers” y son personas que llegan a aparentar hasta 10 años menos, es lo que cuenta Frauke Neuser, directora científica mundial de Olay y coordinadora del estudio MultiDecade and Ethnicity presentado en junio de 2015 en el Congreso Mundial de Dermatología. Situación que deja de manifiesto que nos desgastamos a velocidades diferentes.

Pero ¿a qué se debe tal hecho? Claramente existen unos genes responsables de ese desfase; todos los tenemos, aunque se expresan de manera más intensa y correcta durante mayor tiempo en quienes no acusan su edad.

Algunos ya habían sido relacionados con el deterioro cutáneo mientras que otros no, es lo que responde la experta, quien afirma que existen precisamente 2.000 y dibujan la llamada huella genética dérmica.

En este estudio coordinado por científicos de varias universidades (Harvard, Yale y Durham) participaron alrededor de 400 personas de entre 20 y 70 años, pertenecientes a cuatro etnias (africanos, asiáticos, caucásicos e hispanos).

En tal investigación, no solo se ha explorado la genética; también se ha analizado la apariencia, la histología, las hormonas y los lípidos. Es la primera vez que se investigan tantas variables; que según los especialistas del área es una valiosa mina de información.

De las cuatro razas investigadas por los expertos, se arrojó que la afortunada es la africana: Se hacen mayores 10 años más tarde que los caucásicos y su resistencia no se debe solo a la melanina, la sustancia responsable del color capaz de proteger las células, sino a un cúmulo de factores.

Cosmopolitan

Cosmopolitan

Para resolver este misterio, el estudio determinó qué empieza a fallar y cuándo ocurre esto; es por eso que se ha trazado la hoja de ruta de la vejez cutánea y se determinó que a los 20 años los genes asociados al nivel de antioxidantes fallan.

Al cumplir 30 años fallan aquellos responsables de la energía celular (y de que las células fabriquen colágeno, esencial para una dermis tersa). Posteriormente, y a causa del desgaste del ADN, a partir de los 40 años las células se multiplican y se regeneran más lentamente.

Sin embargo, ya a los 50 aquella barrera que mantiene nuestra piel hidratada se comienza a deteriorar lentamente. No sabemos por qué se ralentizan estos procesos en décadas diferentes.

Desafiar el proceso de envejecimiento y llegar a los 70 años con una piel lozana y lisa parece casi todo un desafió y esto nos obsesiona hasta el nivel de encontrar ese elixir mágico o someterse de forma recurrente a un sinnúmero de cirugías estéticas que hagan que nuestra imagen se mantenga jovial.

Y no es la primera vez que la ciencia realiza este tipo de análisis en torno al envejecimiento, ya que según la revista femenina S Moda, en 2002 y durante un experimento con 270.000 personas en Islandia se localizó el gen Matusalén (en honor al patriarca), relacionado con la eternidad.

Desde entonces una serie de científicos buscan fármacos que imiten el funcionamiento de esta secuencia del ADN. Joon Yun, el médico que recibió el Premio Palo Alto de la Longevidad, lo ve factible y declara que: “Es imposible augurar cuándo ocurrirá. Pero, a la velocidad con la que avanza la ciencia, será antes de lo que la gente cree. El problema es que para esta carrera aún falta apoyo económico.

La teoría del experto sostiene que para conseguir la juventud eterna se puede restaurar nuestra capacidad homeostática; es decir conseguir la habilidad para reparar daños. “La piel cuenta con funciones que le permiten repararse automáticamente, donde broncearse para protegerse del sol o la propia cicatrización son dos ejemplos claros de ello.

Pero no todo es tan fácil, pues tales habilidades se atrofian con la edad y con ellas la destreza homeostática que tiene nuestro organismo. En el futuro, existirán procesos que fortalezcan la facultad de autoregenerarse.

Vichy

Vichy

Pero en el camino hacia la juventud eterna hay una serie de obstáculos que se deben superar. Estos experimentos con ADN son complejos: el término envejecimiento no es fácil de definir, pues la variabilidad individual de los genes no siempre se tiene en cuenta al momento que nos aparecen nuestras primeras líneas de expresión.

Además de nuestro organismo interno, el entorno ocasiona cambios genéricos y los factores ambientales son muchos es lo que indica Vicente Mera, jefe de Antienvejecimiento del SHA Wellness Clinic.

Y es ahí que surge la siguiente interrogante, ¿qué pesa más, los genes o el estilo de vida? Según comenta el experto, el 20% se debe al ADN, mientras que el 80% restante a factores externos.

Asimismo, existe un problema grave que es la interpretación ante el bombardeo de información presente en los medios, la cual muchas veces es mal utilizada por los consumidores.


Frente a eso Gloria Sabater, especialista en Genética del SHA afirma que “no contamos con instrumentos para interpretar datos, y por eso la finalidad actual de las diferentes firmas de belleza es identificar los marcadores para mejorar la efectividad de sus cosméticos, sometiendo a un estudio genético y elaborar cremas personalizadas.