La víspera de la apertura del Sínodo de Obispos, que reúne el domingo en el Vaticano a prelados de los cinco continentes, líderes homosexuales de todo el mundo llegaron a Roma para hacerse escuchar sobre un tema que divide a la Iglesia y a los católicos.

Unas doce organizaciones homosexuales católicas, de la red internacional “Global network of rainbow catholics”, se dieron cita en la capital italiana para debatir sobre el lugar para los homosexuales en la Iglesia, un tema que no sólo divide sino que por años fue silenciado y ocultado.

Representantes del movimiento en Estados Unidos, España, Alemania, Polonia, Zambia y Chile, contaron sus propios testimonios, en particular las dificultades que suelen encontrar por ser a la vez católicos y homosexuales.

Para muchos, la Iglesia quiere resolver el problema alejando a los gays de la institución, que según su doctrina y el catecismo considera la homosexualidad como “una inclinación objetivamente desordenada”, que puede conducir a actos “contrarios a la ley natural”.

Interrogados sobre las decisiones que desean que los obispos de todo el mundo tomen sobre los cambios de la familia, muchos de ellos coinciden en que es clave dar instrumentos a las familias para que acepten a los hijos homosexuales.

Los obispos se echaron para atrás

“En 2014 nutríamos muchas esperanzas porque los documentos del sínodo se refería con palabras claras a la homosexualidad. El papa hablaba sin tabú de los homosexuales, un gesto revolucionario. Pero esa revolución se limitó a la semántica. No ha pasado nada desde entonces”, lamentó el portavoz de la red Global network of rainbow catholics, Andrea Rubera, un italiano de 50 años casado en Canadá con Dario, con quien tiene tres hijos.

La decepción de Rubera surge tras los debates de hace un año en el sínodo extraordinario convocado por el papa Francisco, quien a través de un cuestionario enviado a todas las diócesis abordó el asunto.

“Los obispos se echaron para atrás sobre el tema, ha sido un baldazo de agua fría”, sostiene Rubera.

Muchos líderes gays, con uniones reconocidas en sus países (España, Francia, Canadá, entre otros), piden que los hijos no sufran discriminación en las escuelas y sobre todo en las parroquias.

“Mis tres hijos fueron bautizados”, explicó Andrea, quien nota problemas de aceptación en la parroquia, donde sus hijos participan en diferentes actividades.

“Cuando vamos todos juntos a la parroquia nos miran como a unos extraterrestres”, dijo.

Unas 1.500 familias forman parte de Rainbow Italia.

Pese al pesimismo que algunos manifiestan, otros esperan una “pastoral para los homosexuales inclusiva”, sostiene Martin Pendergast, representante de la entidad en Inglaterra.

“Mi deseo es que nos reconozcan, que tengamos una parroquia donde reunirnos, como ocurre en Londres, con la bendición de un cardenal”, sostiene.

Una enfermedad en nuestras mentes

Algunos sectores de la jerarquía de la Iglesia resultan más disponibles hacia un fenómeno del que se habla cada vez más abiertamente tanto dentro como fuera de la institución.

“Esta inclinación es todo un signo de interrogación. Si bien no refleja el propósito original de Dios, es una realidad, porque se nace gay”, escribió recientemente el cardenal alemán Walter Kasper, entre los purpurados más progresistas.

Para el mexicano Raúl Vera López, obispo de Saltillo, quien desde el 2010 recibe en su diócesis a los homosexuales, hay que cambiar la mentalidad de la Iglesia.

“¡Es un escándalo! Pensamos que los homosexuales son pervertidos, que están enfermos. Pero la enfermedad está en nuestras mentes, no en la de ellos”, lamentó al margen del encuentro.

Una voz, que si bien censurada, sigue pidiendo a la jerarquía de la Iglesia una indicación pastoral, una propuesta que empezó a ser debatida el año pasado, pero que desapareció sin mayor explicación de los debates.

“Es un tema que genera dificultades. No los condenamos, aunque las Escrituras hablan claramente de hombre y mujer”, aseguró el cardenal africano Robert Sarah.

Conocido por sus posiciones conservadoras, el año pasado el purpurado encabezó el sector más severo al declarar que “la Iglesia nunca ha juzgado a las personas homosexuales, pero los actos homosexuales son graves desviaciones de la sexualidad”, dijo, resumiendo la posición de un sector intransigente que exige castidad como única salida.