Hacerse un tatuaje es una decisión definitiva y casi irreversible, por lo que se aconseja pensar al menos cien veces antes de dibujarse uno en la piel. Es por ello, que una mujer tardó casi ocho décadas en tomar la determinación de tatuarse un brazo, para lo cual se escapó del asilo en el que vivía y partió en dirección al “Tattoo Studio 76″ en Londres.

Cuando Tony Sellers fue a visitar a su madre Sadie, a la residencia para adultos mayores Daleview House, jamás pensó que no encontraría a la mujer, quien había huido a mediodía -mientras todos almorzaban- sin avisarle a nadie de dónde iría.

La única que sabía de su objetivo, era una sus 11 nietos, Samantha de 22 años, quien la acompañó y guió para ayudarla a cumplir el sueño de toda la vida.

“A mi edad, sólo me queda vivir la vida al máximo cada día”, aseguró la mujer al medio británico Dailymail. El incentivo de tatuarse llegó a la abuelita cuando vio los dibujos en el cuerpo de Samantha: “Bueno, yo también conseguiré uno”, pensó, y planearon juntas el encuentro.

Abuela rebelde

Al llegar al estudio, el tatuador Ciaran Ward, quedó sorprendido por la respuesta de la mujer al preguntarle que pensaría su familia sobre su decisión. “Me importa una mierda”, contestó la mujer extendiendo su brazo izquierdo con determinación.

Aún así el tatuaje seleccionado por la rebelde de 79 años no requirió de mayor complejidad tardando sólo cinco minutos en estar listo. “Le pregunté al chico cuánto tiempo tomaría y me dijo que ya había terminado hace cinco minutos”, relató Sadie y agregó: “No sentí nada. Él sólo se rió de mí”.

Mientras la mujer estaba en el estudio, su hijo seguía desesperado buscándola por todo el asilo. La silla de ruedas donde descansaba su madre estaba vacía y eso lo preocupaba aún más. “Ella ha estado casi un año al cuidado del hogar y sólo ha salido dos veces de él”, contó Tony.

http://www.dailymail.co.uk/

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Al recordar que en las dos ocasiones anteriores Sadie había salido con su hija, la llamó para preguntar si sabía algo sobre ella. “Sí, la abuelita está conmigo”, contestó Samantha, quien le mintió diciendo que ambas se encontraban en un restaurante aledaño al estudio de tatuajes.

Cuando Sellers llegó al recinto de comida y no encontró a ninguna de las mujeres, se percató de que algo andaba mal. “Sabía que algo raro sucedía”, pensó el hombre al pasar con su auto fuera del estudio y ver a ambas dentro de él. El hombre entró al lugar pero el tatuaje ya estaba terminado: “Samantha me sonrió. Yo no lo podía creer”.

“Ella habitualmente es una mujer muy formal”, contó extrañado Tony. “Los chicos que estaban presentes en el estudio se reían y pensaban que mi madre era fascinante” y agregó: “creo que ya está planeando hacerse otro tatuaje”.

Samantha aseguró que su abuela es “una mujer increíble” y que ella siempre le decía lo mucho que le gustaban sus piercings y tatuajes. “La llevé a Studio 76 porque ahí es donde me tatúo yo. Me dijeron que para mi próximo tatuaje tenía que venir con ella sí o sí”, finalizó la joven.