Francisco reunió el lunes a 800.000 fieles en la primera misa campal de su gira por Sudamérica, que estuvo dedicada a la familia, y pidió por el fin de las diferencias en Ecuador tras hablar en privado con un presidente Rafael Correa acosado por protestas.

De regreso a la Sudamérica de los “frágiles” y “vulnerables”, Francisco dedicó la homilía a la familia, uno de los grandes retos de su pontificado, ante los males que la asuelan, como “enfermedades”, “falta de amor” y de trabajo.

Una multitud exhausta por las largas vigilias y el calor que alcanzó los 32ºC, escuchó la liturgia de casi dos horas en el parque Los Samanes.

“La familia constituye la ‘gran riqueza social’, que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a los ciudadanos”, dijo.

“En efecto – agregó – estos no son una forma de limosna sino una verdadera deuda social respecto a la institución familiar, que tanto aporta al bien común de todos”.

Francisco arrancó sonrisas cuando empleó una metáfora para describir la disposición de la Iglesia a atender los problemas que enfrentan las familias antes que reprocharlos.

La Iglesia “no es una madre reclamadora, tampoco es una suegra que vigila para solazarse de nuestras impericias, de nuestros errores o desatenciones. ¡María simplemente es madre!: Ahí está atenta y solícita”, señaló.

El mensaje de Francisco caló hondo entre los asistentes.

Olimpia Herrera, una maestra de 62 años, se declaró convencida de las palabras del pontífice. Ese testimonio lo “estábamos necesitando porque hay muchos hogares que están desintegrados”, dijo a la AFP.

La crisis de la familia será uno de los temas que se debatirá en octubre en el Vaticano durante el sínodo de obispos en el que se fijarán los criterios con los que la Iglesia del siglo XXI encarará los cambios de las sociedades modernas, como la familia monoparental, el matrimonio entre homosexuales y el acceso a la comunión para los divorciados que se vuelven a casar.

“El vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no hay. Cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados”, clamó el papa.

Aun así Francisco se mostró muy optimista por el futuro de la familia: “El mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo”. 

“Ninguno fuera”

A su regreso a Quito, el papa se reunió en privado con Correa por media hora en la sede presidencial, sin que aun hayan trascendido los temas del encuentro. 

El mandatario izquierdista llenó de elogios a Francisco en el discurso de bienvenida que le ofreció el domingo en el aeropuerto. A su turno, el líder religioso instó al mandatario a “fomentar el diálogo y la participación sin exclusiones” en medio de las protestas que enfrenta desde hace un mes. 

El grito de “!Fuera Correa, fuera!” se oyó en las calles durante el paso del papamóvil el domingo, y para este martes está previsto que Francisco celebre una misa campal en Quito a la que asistirá el presidente.

Después de la entrevista con Correa, el jefe de la Iglesia católica lanzó un nuevo llamado para que no haya diferencias ni exclusiones Ecuador.

“Voy a dar la bendición (…) para este gran y noble pueblo ecuatoriano; para que no haya diferencias (…), que no haya gente que se descarte. Que todos sean hermanos, que se incluyan a todos y no haya ninguno que esté fuera de esta gran nación”, dijo al término de una visita a la catedral metropolitana.

Temprano, Francisco visitó el santuario del Señor de la Divina Misericordia, en las afueras de Guayaquil. Ya en la capilla se reunió con un grupo de invitados a quienes sorprendió con un pedido: “Les doy la bendición. No, no les voy a cobrar nada, pero les pido por favor que recen por mí. ¿Me lo prometen?”, dijo el sumo pontífice desatando risas entre los asistentes. 

En la tarde visitó el colegio Javier de jesuitas, también en Guayaquil, donde se reencontró después de 30 años con el nonagenario sacerdote Francisco Cortés, conocido como padre Paquito, y quien lo ayudó en la formación de jóvenes cuando Francisco era rector de un colegio en Buenos Aires.

“Fue un encuentro emotivo, muy familiar”, contó padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano. El Papa almorzó con los religiosos ceviche de camarón y sopa de gallina, y se tomó selfies con los asistentes.