Debido a su fuerza muscular, en un gran número de hombres las primeras arrugas que se marcan y con mayor profundidad son las del entrecejo, que se producen al fruncir el ceño.

La inyección de toxina botulínica en el entrecejo se ha convertido en el principal tratamiento mínimamente invasivo que los hombres realizan en el rostro, buscando con ello reducir la formación de arrugas producto de la gestualidad.

“Es un problema estético y que influye en el área laboral”, explica la doctora Claudia Avaria, directora de Clínica Avaria.

Los hombres se quejan que en la oficina les preguntan si están enojados o preocupados, cuando realmente no lo están. Y muchos quieren proyectar sus carreras luciendo menos estresados y más jóvenes.

El tratamiento con microinyecciones de toxina botulínica bloquea la conexión entre neurona y músculo, quedando este último relajado, lo que reduce la formación de las líneas de expresión.

Para obtener resultados naturales, la doctora advierte que hay que aplicar la dosis adecuada, por lo que se realiza un análisis de la gestualidad del rostro, su fuerza muscular y cantidad de inserciones o líneas verticales (2 ó 4) que se forman en el entrecejo. Además se efectúa un chequeo al cabo de 15 días de tratamiento.

El efecto del tratamiento dura entre 3 y 4 meses, ya que se generan nuevas conexiones que devuelven el movimiento, explica la doctora de Clínica Avaria, donde el 30% de las intervenciones son realizadas en hombres, confirmando el interés de este grupo a este tipo de correcciones.

La toxina botulínica se puede complementar rellenando con ácido hialurónico el entrecejo que empareje la zona.