Raúl Zurita: El día más blanco y la resurrección de “alguien que se levanta”

El día más blanco, Literatura Random House (c)
El día más blanco, Literatura Random House (c)
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“Una vez al mes la acompañábamos a buscar leche al hospital. Eran unos grandes tarros de la Caritas y caminábamos en silencio mientras yo percibía su envejecimiento, sus espaldas cargadas con el peso de las bolsas, la estolidez de un orgullo que lograba mantener a costa de no reconocer que pertenecía a la gran marea de los pobres, a sus peregrinaciones obligatorias, a sus recorridos oclusos e invariables.” (pp 85)

El nuevo libro del Premio Nacional de Literatura 2000 es un libro autobiográfico sobre la infancia y juventud escrito en prosa, pero con la sensibilidad –a ratos extrema- de un poeta.

Un libro profundo que permite ver, leer y apreciar de otra forma la obra de Zurita. Pero que también invita a ver y vivir la vida de una manera más consciente, más sensible, más conectados con los hechos y con el entorno.

“Recuerdo que el océano se fundía con el gris del cielo, ese gris mojado, estéril, como la nada, y que el peso de los soldados que corrían echando carreras sobre nuestras espaldas contrastaba con la levedad de la bruma, con su finura cenicienta y vacía.” (pp 133)

El día más blanco corre muy varios carriles en forma simultánea, que incluyen tratar de recuperar sus recuerdo como los vivió en su momento, ver y relatar su vida desde el adulto que escribe –y que hace este relato desde el desierto, tendido en cruz sobre la arena y bajo el sol implacable- y la sensibilidad exacerbada con la que percibe y escribe.

La vida de Zurita, que van desde sus primeros recuerdos hasta la universidad , tuvo no pocos episodios duros, fuertes, con muchas carencias y precariedades, incertidumbres. Y el poeta las describe en forma directa:

“Mi padre murió a los 31 años y me sorprende ahora su juventud, me sorprende ya haber vivido mucho más que él. Es apenas que mi primer hijo y de pronto sus rasgos se me confunden.” (pp23)

“Sin saberlo, ella me abrió a esa forma del dolor que sólo podemos asimilar después, cuando ya no es dolor sino una indiferencia blanca y difusa que se nos va impregnando en la piel hasta cubrirlo todo. Así debe ser, me imagino, el recuerdo de morir.” (pp 82)

Un relato que se adentra en sus emociones, en sus sentimientos más profundos, en sus miedos, y lo hace de una forma que puede resonar en forma profunda en muchos lectores.

“La miro y veo su furia, su cara ajada y le digo en silencio que ella fue todo para mí, pero que ya no podré sino hacerla sufrir.” (pp 115)

“Mi madre se levanta del sillón y su cuerpo deja en el cojín hundido, su huella demasiado rotunda. Su nariz es grande como la mía, como su cara larga. Debe ser duro, pienso, seguir soñando con la finura del amor en un cuerpo tan pesado.” (pp 124)

Zurita, sin embargo, es crítico y autocrítico. Y se cuestiona, indaga y escarba. Una historia donde los hombres lo han tratado bien –más allá de la figura paterna ausente-, y donde las mujeres son en realidad el centro de sus vivencias.

“¿Son esos los hechos o sólo existen las palabras que los cuentan? Si lo supiera sabría también algo del amor, pero no lo sé.” (pp 160)

El día más blanco es un gran libro, un estado superior de consciencia y sensibilidad que nos muestra una ventana, que cada cual sabrá si aprovecha, si la abre, si la traspasa… o simplemente la cierra.

“A veces un simple giro de cabeza basta para contener todos los instantes de la vida y es imposible saber si aquel era uno de ellos. En todo caso la voz que lo había hecho detenerse tenía ese gorgoteo carcomido y suave que en una mujer sólo puede otorgar la ternura o la vejez.” (pp 187)

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“Una vez al mes la acompañábamos a buscar leche al hospital. Eran unos grandes tarros de la Caritas y caminábamos en silencio mientras yo percibía su envejecimiento, sus espaldas cargadas con el peso de las bolsas, la estolidez de un orgullo que lograba mantener a costa de no reconocer que pertenecía a la gran marea de los pobres, a sus peregrinaciones obligatorias, a sus recorridos oclusos e invariables.” (pp 85)

El nuevo libro del Premio Nacional de Literatura 2000 es un libro autobiográfico sobre la infancia y juventud escrito en prosa, pero con la sensibilidad –a ratos extrema- de un poeta.

Un libro profundo que permite ver, leer y apreciar de otra forma la obra de Zurita. Pero que también invita a ver y vivir la vida de una manera más consciente, más sensible, más conectados con los hechos y con el entorno.

“Recuerdo que el océano se fundía con el gris del cielo, ese gris mojado, estéril, como la nada, y que el peso de los soldados que corrían echando carreras sobre nuestras espaldas contrastaba con la levedad de la bruma, con su finura cenicienta y vacía.” (pp 133)

El día más blanco corre muy varios carriles en forma simultánea, que incluyen tratar de recuperar sus recuerdo como los vivió en su momento, ver y relatar su vida desde el adulto que escribe –y que hace este relato desde el desierto, tendido en cruz sobre la arena y bajo el sol implacable- y la sensibilidad exacerbada con la que percibe y escribe.

La vida de Zurita, que van desde sus primeros recuerdos hasta la universidad , tuvo no pocos episodios duros, fuertes, con muchas carencias y precariedades, incertidumbres. Y el poeta las describe en forma directa:

“Mi padre murió a los 31 años y me sorprende ahora su juventud, me sorprende ya haber vivido mucho más que él. Es apenas que mi primer hijo y de pronto sus rasgos se me confunden.” (pp23)

“Sin saberlo, ella me abrió a esa forma del dolor que sólo podemos asimilar después, cuando ya no es dolor sino una indiferencia blanca y difusa que se nos va impregnando en la piel hasta cubrirlo todo. Así debe ser, me imagino, el recuerdo de morir.” (pp 82)

Un relato que se adentra en sus emociones, en sus sentimientos más profundos, en sus miedos, y lo hace de una forma que puede resonar en forma profunda en muchos lectores.

“La miro y veo su furia, su cara ajada y le digo en silencio que ella fue todo para mí, pero que ya no podré sino hacerla sufrir.” (pp 115)

“Mi madre se levanta del sillón y su cuerpo deja en el cojín hundido, su huella demasiado rotunda. Su nariz es grande como la mía, como su cara larga. Debe ser duro, pienso, seguir soñando con la finura del amor en un cuerpo tan pesado.” (pp 124)

Zurita, sin embargo, es crítico y autocrítico. Y se cuestiona, indaga y escarba. Una historia donde los hombres lo han tratado bien –más allá de la figura paterna ausente-, y donde las mujeres son en realidad el centro de sus vivencias.

“¿Son esos los hechos o sólo existen las palabras que los cuentan? Si lo supiera sabría también algo del amor, pero no lo sé.” (pp 160)

El día más blanco es un gran libro, un estado superior de consciencia y sensibilidad que nos muestra una ventana, que cada cual sabrá si aprovecha, si la abre, si la traspasa… o simplemente la cierra.

“A veces un simple giro de cabeza basta para contener todos los instantes de la vida y es imposible saber si aquel era uno de ellos. En todo caso la voz que lo había hecho detenerse tenía ese gorgoteo carcomido y suave que en una mujer sólo puede otorgar la ternura o la vejez.” (pp 187)