Milagro en Haití: el mejor de los mundos, una “cuica” se hace cirugía plástica en Haití

Detalle de la portada, Literatura Random House (c)
Detalle de la portada, Literatura Random House (c)
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El último libro de Rafael Gumucio es la historia de una chilena “bien” –Carmen Prado- algo “díscola”, viuda, emparejada con un “árabe” detestado por su entorno y vuelto a casar con un diplomático danés 20 años menor destinado a Haití, donde se hace una cirugía plástica en una clínica privada justo cuando hay un levantamiento insurgente…

Inimaginable un mejor contexto para explorar, en forma a ratos muy divertida, en la mentalidad, sicología, personalidad y prejuicios, tantos prejuicios, entre otros, de una mujer de familia aristocrática venida a menos desde, al menos, la generación de su padre.

En un país donde últimamente se escribe bastante de gente bien (“cuicos” en chileno), incluyendo Elizabeth Subercaseaux, Pablo Simonetti y algunos más, otro libro podría parecer repetitivo, aburrido frente a personas un tanto planas, livianas…

Pero Gumucio, con humor, logra a través de un personaje muy particular y en un contexto surrealista –pobrísimo, caótico y, para colmo, lleno de “negros”, lo peor para el conservadurismo local-, entretener pero en especial profundizar en temas que están muy enraizados en nuestra identidad. Y lo hace con humor, humor negro, negrísimo a ratos, pero con profundidad.

Un personaje que, en el contrapunto con la cocinera haitiana negra y gorda que la cuida (los dos personajes centrales), va develando en buena medida parte nuestra identidad nacional: una personalidad polar entre una arrogancia déspota cuando se tiene poder a ser una persona desvalida que necesita cariño y protección, todo ello condimentado con prejuicios, afirmaciones fuera de contexto, sin argumentos. Un personaje complejo, cambiante, lleno de contradicciones, incapaz de asumir una identidad… o teniéndola en esa ambigüedad.

Un botón de muestra:

- Maricón de mierda nomás. ¿Por qué no me dijo? ¿Qué le costaba? ¿Por qué no me lo prohibió simplemente? Es mi marido después de todo. Para eso sirven os maridos, se supone. ¿Por qué no me dijo que no hiciera más huevadas, que aprendiera a envejecer con dignidad? Con eso habría bastado. Con eso estaría tranquila en la casa, odiándolo feliz de la vida.” (pp211)

Carmen Prado a ratos cautiva, entretiene, como en otros realmente aburre y puede llegar a enrabiar.

Algo personal: Milagro en Haití debió ser más corto. Carmen Prado logró durante toda la parte final hacer difícil acompañarla hasta el final de la novela. Hay que tener “guata” para soportarla tanto rato.

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El último libro de Rafael Gumucio es la historia de una chilena “bien” –Carmen Prado- algo “díscola”, viuda, emparejada con un “árabe” detestado por su entorno y vuelto a casar con un diplomático danés 20 años menor destinado a Haití, donde se hace una cirugía plástica en una clínica privada justo cuando hay un levantamiento insurgente…

Inimaginable un mejor contexto para explorar, en forma a ratos muy divertida, en la mentalidad, sicología, personalidad y prejuicios, tantos prejuicios, entre otros, de una mujer de familia aristocrática venida a menos desde, al menos, la generación de su padre.

En un país donde últimamente se escribe bastante de gente bien (“cuicos” en chileno), incluyendo Elizabeth Subercaseaux, Pablo Simonetti y algunos más, otro libro podría parecer repetitivo, aburrido frente a personas un tanto planas, livianas…

Pero Gumucio, con humor, logra a través de un personaje muy particular y en un contexto surrealista –pobrísimo, caótico y, para colmo, lleno de “negros”, lo peor para el conservadurismo local-, entretener pero en especial profundizar en temas que están muy enraizados en nuestra identidad. Y lo hace con humor, humor negro, negrísimo a ratos, pero con profundidad.

Un personaje que, en el contrapunto con la cocinera haitiana negra y gorda que la cuida (los dos personajes centrales), va develando en buena medida parte nuestra identidad nacional: una personalidad polar entre una arrogancia déspota cuando se tiene poder a ser una persona desvalida que necesita cariño y protección, todo ello condimentado con prejuicios, afirmaciones fuera de contexto, sin argumentos. Un personaje complejo, cambiante, lleno de contradicciones, incapaz de asumir una identidad… o teniéndola en esa ambigüedad.

Un botón de muestra:

- Maricón de mierda nomás. ¿Por qué no me dijo? ¿Qué le costaba? ¿Por qué no me lo prohibió simplemente? Es mi marido después de todo. Para eso sirven os maridos, se supone. ¿Por qué no me dijo que no hiciera más huevadas, que aprendiera a envejecer con dignidad? Con eso habría bastado. Con eso estaría tranquila en la casa, odiándolo feliz de la vida.” (pp211)

Carmen Prado a ratos cautiva, entretiene, como en otros realmente aburre y puede llegar a enrabiar.

Algo personal: Milagro en Haití debió ser más corto. Carmen Prado logró durante toda la parte final hacer difícil acompañarla hasta el final de la novela. Hay que tener “guata” para soportarla tanto rato.