El Gobierno argentino se mostró inflexible respecto a reformar el impuesto a las ganancias que busca gravar los salarios más altos, una negativa que fue manifestada sólo un día después de una huelga de transportes que paralizó la mayor parte de las actividades del país, y que fue realizada, precisamente, en contra del polémico gravamen.

“Se trata de un impuesto progresivo no extorsivo”, dijo el jefe de Gabinete Aníbal Fernández en rueda de prensa en la que fustigó la huelga.

Fernández sostuvo que se trata de un impuesto “pensado para que, precisamente, el decil más alto ponga una parte para que el resto de los que menos perciben, reciban algún tipo de beneficio adicicional, criteriosamente, como se hace en cualquier lugar del mundo”.

El jefe ministerial también consideró “irresponsable” la amenaza lanzada por los sindicatos opositores de impulsar otra huelga, esta vez por 36 horas, para forzar una reforma del gravamen.

El martes la huelga de 24 horas de transportistas y sindicatos opositores, tuvo amplia adhesión de todo el transporte público, lo que dejó las calles semidesiertas.

La huelga fue la cuarta desde que gobierna Cristina Fernández, quien asumió la presidencia en 2007 y finaliza su segundo mandato en diciembre, con elecciones generales el 25 de octubre.

El gravamen

Los sindicatos opositores rechazan el impuesto a las ganancias que grava los salarios en escala progresiva hasta un 35% y que se aplica sobre los sueldos a partir de 15.000 pesos (unos 700 mil pesos chilenos).

Según el Gobierno sólo unos 850.000 trabajadores pagan el impuesto sobre una masa total de asalariados de 11 millones y su recaudación sirve para sostener planes de asistencia social a los sectores más pobres.

Sin embargo el impuesto alcanza un universo cada vez mayor de trabajadores debido a que desde agosto de 2013 permanece invariable el monto mínimo a partir del cual se aplica.

En tanto los salarios aumentan por las negociaciones paritarias con las empresas, con una inflación anual de 30% según mediciones privadas, lo que genera malestar sobre todo en la clase media.

El martes Hugo Moyano, uno de los líderes de la protesta desde la opositora Confederación General del Trabajo, evaluó que “el paro fue contundente y ahora se espera que el gobierno dé las respuestas que los trabajadores merecen”.

La huelga fue convocada por tres de las cinco centrales obreras en las que se divide el sindicalismo argentino, aunque el reclamo es compartido por todas las organizaciones.