Es conocido que muchos secretos y misterios se tejieron durante la época de la Alemania Nazi. Algunos han visto la luz con el paso de los años y las diferentes investigaciones, pero otros continúan siendo parte de un oscuro pasado.

Recientemente el director Morten Tyldum llevó a la pantalla grande uno de los secretos mejores guardados de la Segunda Guerra Mundial en su película “The Imitation Game”: los códigos de la máquina Enigma de la Alemania de Hitler.

A diferencia de aquel misterio que fue resuelto por el matemático Alan Turing y su equipo, existe otro que a la actualidad aún no logra ser descifrado.

Es el caso del “Salón de Ámbar”, una espectacular obra de orfebrería rusa que los alemanes le robaron a la U.R.S.S. en la época de la Segunda Guerra Mundial, considerada como la octava maravilla del mundo y uno de los grandes misterios del siglo XX, según consigna el periódico español ABC.

La historia comienza con una más de las conocidas excentricidades de la monarquía, ya que la reina consorte de Rusia, Sofía Carlota de Hannover, quería recubrir una de las habitaciones del Palacio de Charlottenburg, en Berlín de la manera más hermosa posible.

El primer diseño lo realizó el escultor y arquitecto alemán Andreas Schlüter, y luego el orfebre Gottfried Wolfram ejecutó la obra.

Como si aquello no fuera lo suficientemente extravagante, los paneles estaban fabricados de ámbar semitransparente del mar Báltico, 12 veces más costoso que el mismo oro durante el siglo XVIII.

La construcción, en la que se ocuparon 6 toneladas de ámbar, se realizó desde 1701 a 1709, aunque se dice que debido al alto valor de la materia prima, la obra no pudo ser terminada.

Pero el resultado final se le ofreció en 1712 al zar Pedro el Grande de Rusia como regalo de parte del rey de Prusia, Friedrich Wilhelm I como condición si la negociación para crear la alianza ruso-prusiana contra Suecia llegan a buen puerto. Como aquello ocurrió, la sala fue traslada a la flamante nueva capital del imperio de Pedro I: San Petersburgo.

La cámara fue finalmente ubicada en el Palacio de Catalina, la esposa del zar, donde finalmente fue terminada, pero su belleza era tal, que en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, las tropas alemanas invadieron la Unión Soviética, llegando hasta Leningrado.

Los nazi robaron el Salón de Ámbar, dividiéndolo primero en 27 partes y luego trasladándolo hasta castillo de Königsberg (antigua Prusia Oriental y actual Kaliningrado). Según un reportaje del canal de noticias ruso RT, de allí se habrían extraído más de 6 mil kilogramos de ámbar.

Ahí es cuando se pierde rastro de la pieza, pues termina la guerra y el Salón no apareció, razón por la que se han hilado múltiples teorías, incluso de que fue destruida por los alemanes.

La pérdida fue tal, que Rusia, decidió realizar “una copia de esa Sala” para intentar reconstruir el esplendor y la belleza de la obra. Con recursos de empresas alemanas, encabezadas por la compañía Ruhrgas AG, y tras 24 años de trabajo, restablecieron el salón sin alcanzar la majestuosidad de la cámara original.

La obra actual fue inaugurada por el presidente Vladimir Putin en 2003 junto al canciller alemán Gerhard Schröder, tras finalizar la undécima cumbre Unión Europea al final de los festejos de los 300 años desde la fundación de San Petersburgo.

La mayor parte de los historiadores creen que el “Salón de Ámbar” fue trasladado al oeste de Koenigsberg por el gobernador Erich Koch, cuando los soldados soviéticos se acercaban a Berlín para iniciar la vendetta contra los alemanes, según indica el libro de Bernd Ingmar, “Las 50 grandes mentiras de la historia”.

¿El término de un misterio?

Este año, más de 70 después de su desaparición, Karl-Heinz Kleine, un investigador de 68 años, dice haber encontrado en la zona industrial del Ruhr -Alemania occidental- el paradero de “Salón de Ámbar”.

Según él, la sala está enterrada en una cámara bajo Wuppertal, y concuerda con los demás historiadores, indicando que tras revisar la evidencia, el gobernador de los nazi, Erich Koch la habría enviado a su ciudad natal.

“Wuppertal tiene un gran número de túneles y bunkers en los que aún no se ha buscado el ‘Salón de Ámbar’. Hemos empezado a buscarla aquí, pero el procedimiento va a ser costoso. Necesitamos ayudantes, equipo, dinero y un nuevo taladro hidráulico para poder completar la excavación. Sólo tengo una pequeña pensión, pero el que ayude recibirá ‘su parte’ del hallazgo cuando aparezca. Soy optimista, sólo necesito herramientas para poder hacer el trabajo rápidamente”, declaró el experto a medios locales.