“Con este público hasta Rudy Rey se llevaba hasta las llaves de la ciudad”, posteó un tuitero anoche comentando las gaviotas y la ovación de la Quinta para el humorista de anoche, León Murillo, guionista y actor de El Club de la Comedia.

Muy nervioso, Murillo se convirtió finalmente en la máxima atracción de la noche en rating y comentarios, como ocurre siempre con el humor.

Con un vozarrón imponente (la envidia de cualquier actor), aún con su rutina irregular -a ratos repetida, sin gracia; a ratos muy divertida- está, al menos potencialmente, muy por sobre sus colegas de noches anteriores. Su show es más articulado (por mucho que buscara erráticamente dónde poner el énfasis) y ostenta un espectro más rico de información y lenguaje.

Ensayó los clásicos chistes machistas sobre su mujer y las mujeres, disparó sobre blancos seguros y rendidores -las AFP, las isapres, las farmacias- y por supuesto “los políticos” (curiosamente, la misma frase majaderamente usada por Pinochet para justificar la dictadura). A la bandada, como anotó un tuitero cientista político.

Una bacheletista molesta porque sacó a colación muchos escándalos políticos (el tsunami y Bachelet, el caso Caval) pero omitió el Pentagate, lo definió en su post: “Este es la Roxana Miranda del chiste… dice lo que la gente quiere escuchar“.

Efectivamente: el humorista que se arriesga a pararse en la Quinta está obligado a ser hiper populista. Porque aún cuando parece que el “monstruo” murió, nunca se sabe si sólo está dormido. Y alguien con la trayectoria de Murillo no puede tirar toda una carrera por la borda.

Pero a los comentarios anteriores y los de “muy fome y básico” u “ordinario grosero vulgar” que se repitieron en la tuitésfora se alternaron casi por igual los “hace tiempo que no me reía tanto”, “me hiciste reír”, “¡grande Murillo!”. Un reflejo de lo que arrojaría un análisis de la rutina.

Sí, hubo obviedades y harto chiste repetido pero a la vez ¡quién no se rió con el cuento de la ampolleta o el asunto de los colores o el remate de las AFP y Pellegrini, el chupe de sirena, o aquello que “mi isapre me cubre menos que un colaless” o todo ese constructo de un país llamado Lechi!

Ser tu propio guionista y director tiene esos riesgos: no sirve que los amigos y colegas te den golpecitos cariñosos en la espalda aprobando lo que haces. Tiene que haber un talibán encima tuyo que controle tu timing, los ritmos y depure los contenidos.

Lo del cocodrilo con que se hizo famoso… Bueh… También lo “delató” un tuitero con Youtube y todo: es un chiste antiguo de un humorista español.

Pero ¡qué importa! ¿alguien en la Quinta lo sabía? Nadie puede ser nunca del todo original.

Pedro Aznar reivindica el escenario de la Quinta

Murillo se habrá robado las portadas y el rating pero el lujo de tener a Pedro Aznar sobre el escenario fue no sólo emocionante, bello, lujoso, sino un acto reivindicativo de lo que es el escenario de la Quinta Vergara, a donde deberían llegar músicos de su estatura.

Sin parafernalia alguna -ni humos, ni luces, ni challas, ni la Filarmónica completa tapando el escenario-, sino con una banda de músicos de excelencia, afiatados, Aznar -ex Seru Giran, ex banda de Pat Metheny-, tocando su bajo, desgranó temas como Quebrado, Mientes, Rencor, La cigarra, A primera vista, Sueño del retorno. Sus agudos -únicos, suyos- se escucharon nítidos, penetrantes.

Forman parte de su “show a la carta”, que, como dice su nombre, él ha estructurado a pedido de sus seguidores a través de las redes.

El remate con la imagen de Víctor Jara de fondo para cantar Deja la vida volar fue uno de esos instantes mágicos que todos quienes lo presenciamos atesoraremos en el cajoncito de los recuerdos luminosos, esos que ensanchan el alma hasta al más tieso.

La de ayer fue noche de homenaje a Cerati. ¡Cómo no! Con Aznar y Vicentico en la Quinta y a tan poco tiempo de su muerte, precedida de esa lenta agonía.

Aznar abrió la noche para ello con Zona de promesas (1993), cantando a dúo con Cerati, tecnología mediante. El público soltó globos blancos, haciéndose partícipe del homenaje más allá de limitarse a aplaudir (punto para la organización).

La también esperada presencia de Vicentico generó toda clase de controversias: vestido como para el día en que uno se muda de casa (¡vamos! Una cosa es ser rockero y otra andar destartalado), sus diálogos con el público oscilaron entre el susurro y las frases incompletas. “Me gusta Vicentico, pero me aburre”, posteó alguien.

Y es que con esa actitud laxa -nunca displicente- costó que su show tomara vuelo y por varios instantes se le sintió monótono y de voz vacilante.

Pero tiene demasiados hits incrustados en el alma de muchos y los lanzó guitarra en ristre (al revés, como Paul McCartney): No te apartes de mí, Siguiendo la luna, su versión de Algo contigo (el bolero de Chico Novarro), Te encontré, Paisaje (Franco Simone), etc.

Evidentemente culminó con ese himno que es Los caminos de la vida y Vasos vacíos.

Cultura Profética, un grupo de roots reggae que ya tiene su fanaticada en Chile, cerró una noche calma, como su música.

Ana Josefa Silva

Ana Josefa Silva

¡Hay competencia!

Por si no lo recuerda este es un festival y hay canciones en competencia, en folclore e internacional.

En la primera clasificaron Colombia, Perú y Chile. Ahí la ganadora indiscutible debería ser la chilena Elizabeth Morris con su tema “La Mexicana”.

En internacional quedaron Italia, Canadá y Colombia. La primera, una canción enviada por Franco Simone, es, por lejos, la mejor.

Ana Josefa Silva V.
Crítica de cine
@ana_josefa
www.anajosefasilva.cl