La Armada de Nueva Zelanda y la organización Sea Shepherd patrullan las aguas antárticas y han detectado cuatro barcos con banderas de conveniencia y calculan que hay al menos dos más pescando ilegalmente desde el inicio de la campaña en diciembre.

“Esos barcos no tienen permisos, cambian de bandera, cambian de nombre y es difícil saber a quién pertenecen y quiénes son los dueños”, dijo a EFE Rafaella Tolicetti, una activista que se encuentra a bordo de uno de los barcos de Sea Shepherd.

Los cuatro barcos identificados son el Thunder, de bandera nigeriana; además del Yongding, el Kunlun y el Songhua, que según la activista están vinculados a la empresa española Vidal Armadores, aunque no se ha podido aún comprobar su procedencia.

Por su lado, el ministro de Asuntos Exteriores de Nueva Zelanda, Murray McCully, dijo que las autoridades de su país no han podido abordar a ninguno de los barcos interceptados, pero han acumulado abundantes pruebas para inculparlos y además señalaron que se encuentran trabajando con España en las investigaciones.

Además, los cuatro barcos, cuya carga podría valer 8 millones de dólares en el mercado negro del Sudeste Asiático, tienen una notificación púrpura por parte de la Interpol.

La Ccamlr, que es el organismo internacional que fija las cuotas de las capturas en los mares del continente helado, está conformado por 25 miembros, entre ellos Australia, Nueva Zelanda, la Unión Europea, España, China, Japón, Rusia y países latinoamericanos como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay.

Para poder procesar a un barco que pesca ilegalmente en las aguas antárticas, donde además realizan su actividad con redes de arrastre atrapando otros animales marinos como los albatros, se necesita probar que éste pertenece a uno de los países signatarios de la CCcamlr.

La lucha contra la pesca ilegal en la Antártica se enfrenta no solo a la gran extensión de esta zona, sino que también a la falta de recursos o compromiso de los gobiernos para enviar buques para patrullar las aguas antárticas.

Tolicetti señala también como obstáculo “la falta de miedo a la autoridad” pese a que Sea Shepherd ahora está “tomando las redes y confiscando el material de pesca”.

Según la activista, los pescadores furtivos se sienten amenazados por la vigilancia de las autoridades neozelandesas y de la organización ecologista, pero todavía les resulta más conveniente para su negocio pagar una multa por la carga ilegal.

Este fue el caso del Thunder, al que se le confiscó la carga en abril del año pasado cuando atracó en un puerto de Malasia, donde se le impuso una multa de unos 74.000 dólares y se le confiscó el cargamento, que después se le fue devuelto.

La merluza austral, también conocida como bacalao de profundidad, merluza negra o róbalo chileno, es una especie protegida que llega a medir más de 2,2 metros de largo y pesar cien kilos, y es uno de los peces de mayor tamaño de la Antártida.

La pesca de este codiciado pez de carne blanca es tan lucrativa que los pescadores ilegales le llaman el “oro blanco”, porque una carga media de 1,5 toneladas cuesta unos 83 millones de dólares y se vende a restaurantes de lujo de Estados Unidos, Japón y recientemente en Australia.