Pakistán anunció este miércoles el levantamiento de la moratoria sobre la pena de muerte en casos de “terrorismo”, al día siguiente de que los talibanes masacraran a 141 personas en una escuela de Peshawar, entre ellas 132 alumnos.

El anuncio lo hicieron por la mañana los servicios del primer ministro Nawaz Sharif, en el primero de tres días de luto nacional decretado tras el peor atentado en la historia del país, cometido en una escuela gestionada por el ejército en Peshawar.

En Pakistán, las condenas a muerte son relativamente frecuentes, pero la pena no se aplica desde 2008, salvo en el caso de un soldado condenado en 2012 por un tribunal marcial. Según Amnistía Internacional hay más de 8.000 personas en el corredor de la muerte.

Numerosos comercios y escuelas estaban cerrados este miércoles, y se organizaron oraciones en memoria de las víctimas en todo el país, donde varios observadores pidieron a las autoridades erradicar de una vez por todas la violencia islamista.

El primer ministro se encontraba en Peshawar, adonde llegó la víspera. Este miércoles se espera que celebre una reunión con todos los partidos políticos, para condenar de nuevo la violencia.

“Mirar la realidad de frente”

El ataque del martes fue reivindicado por el Movimiento de Talibanes de Pakistán, que dijo querer vengarse así de la ofensiva militar lanzada el pasado junio contra ellos, en su bastión tribal de Waziristán Norte, cerca de la frontera afgana.

“Queremos hacerles vivir el sufrimiento (…) terrible de que les maten a un ser querido. Sus familias deberán llorar a sus muertos, como nosotros lo hemos hecho”, dijo un portavoz de los talibanes, Muhamad Khurasani.

El atentado fue condenado en todo el mundo, e incluso los talibanes afganos se sumaron a esta condena, diciendo que “el asesinato de inocentes, mujeres y niños va contra los principios del islam”.

Recién terminado el ataque, que duró ocho horas, numerosos observadores, empezando por la prensa local, pidieron al gobierno y el ejército “mirar la realidad de frente” y encontrar la forma de atajar los atentados de los islamistas, que han causado más de 7.000 muertos desde 2007.

No obstante, la cuestión del islamismo radical, heredada de décadas de conflictos con la India y el Afganistán vecinos, sigue siendo un tema delicado en un país donde dicha corriente sigue siendo influyente entre la clase política.

“Las operaciones militares seguirán siendo cosa de bomberos mientras no se ataquen las raíces ideológicas de la rebelión”, incidía este miércoles el diario Dawn.

“¡Mátenlos a todos!”

Desde el mismo martes por la noche se organizaron vigilias en las ciudades del país en homenaje a las víctimas, 132 escolares y 9 empleados del centro. Este miércoles de mañana, todas las escuelas públicas y privadas estaban cerradas en la provincia de Jyber Pajtunjua, donde tuvo lugar el ataque.

En Lady Reading, el principal hospital público de Peshawar, los supervivientes seguían contando el horror que vivieron.

“Era como en una película del Oeste”, dijo a AFP Ahmad Faraz, un alumno de 14 años que estaba en clase junto con otros 250 cuando irrumpieron los talibanes en el anfiteatro.

Vestidos de uniformes paramilitares, armados y con chaquetas llenas de explosivos, empezaron a disparar “de forma continua, a diestro y siniestro”, gritando “Allahu Akbar” (“Alá es el más grande), recuerda Ahmad Faraz.

“La sala se llenó de gritos y llantos. Vi a mi profesor sangrando”, dice. “Luego, un talibán le dijo a los demás: ‘quedan todavía algunos escondidos debajo de las bancas y los despachos, ¡mátenlos a todos!’”.

“En ese momento empezaron a matarnos uno a uno. Fue una pesadilla, a cada bala que disparaban escuchaba los gritos”. Herido de bala en el hombro, Ahmad Faraz se hizo el muerto y luego se desmayó. Luego se despertó en el hospital, feliz de haber sobrevivido.