Bailes Chinos Patrimonio de la Humanidad: una demostración de nuestro subdesarrollo institucional

Bailes Chinos, CNCA (c)
Bailes Chinos, CNCA (c)
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Hace unos días la Unesco declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a los Bailes Chinos de nuestro país, postulación liderada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) en representación de más de 60 agrupaciones del norte chico y la zona central del país. Así, los Bailes Chinos son la primera manifestación de Patrimonio Inmaterial –una expresión popular viva en la que confluyen elementos precolombinos y católicos- en recibir tan alta distinción (se suma a una serie de Patrimonios Materiales de la Humanidad, como Isla de Pascua, Valparaíso o Sewell, por mencionar algunas).

Sin lugar dudas, este reconocimiento es muy importante para una expresión popular de 350 años profundamente arraigada, que se mantiene viva, cubre una gran extensión geográfica y ha sobrepasado el ámbito católico para transformarse en parte de nuestra identidad. Un reconocimiento necesario para las expresiones populares.

La otra cara de la moneda

En enero del 2009 Chile suscribió la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, lo que compromete al Estado de nuestro país a preocuparse de éste (hacer catastros, documentar, difundir, proteger). Y esto es muy bueno (si es que realmente se cumple, a diferencia de lo que ha pasado con mucho de nuestro Patrimonio Material de la Humanidad).

Sin embargo nuestro país es SUBDESARROLLADO, y un gran subdesarrollado a nivel institucional. Más allá de las declaraciones de empresarios, economistas y políticos, nuestro país presenta un subdesarrollo que se refleja en nuestras instituciones, en nuestras leyes, en nuestra forma de abordar las realidades y de pensar.

Chile, el Estado de Chile, ha postulado los Bailes Chinos a la Unesco y ha tenido “éxito”. Pero hemos sido incapaces de tener instituciones y leyes internas, propias, capaces de proteger ese mismo patrimonio que hemos solicitado a la Unesco que “proteja”.

En otras palabras, la distinción que ha realizado la Unesco no podemos hacerla en el país porque no tenemos cómo hacerla, ya que nuestras instituciones y leyes en temas de Cultura y Patrimonio son arcaicas, primitivas, subdesarrolladas, al nivel de los países más atrasados del continente.

El Patrimonio Material está radicado en el Ministerio de Educación (y su importancia queda sujeta a la contingencia casi siempre candente de esta cartera) y el Inmaterial ha sido del interés del CNCA. Pero casi todos los ministerios tienen relación con Patrimonio, sin que haya realmente una conducción al respecto. Llevamos tres gobiernos (en realidad cuatro, ya que Ricardo Lagos quería un Ministerio de Cultura y no un Consejo) discutiendo la posibilidad de tener un Ministerio de Cultura que haga políticas de desarrollo cultural y no administrar sólo fondos “concursables”… y no se ven grandes avances.

Así, no es casual que no existan políticas reales para la Cultura y, en particular, para el Patrimonio. Podemos destacar algunos reconocimientos y premios que otorga el CNCA a artesanos, monumentos vivos, “picadas”, pero eso no son más que pequeños gestos simbólicos en un país donde Cultura y Patrimonio son parte de un pobre decorado.

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Hace unos días la Unesco declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a los Bailes Chinos de nuestro país, postulación liderada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) en representación de más de 60 agrupaciones del norte chico y la zona central del país. Así, los Bailes Chinos son la primera manifestación de Patrimonio Inmaterial –una expresión popular viva en la que confluyen elementos precolombinos y católicos- en recibir tan alta distinción (se suma a una serie de Patrimonios Materiales de la Humanidad, como Isla de Pascua, Valparaíso o Sewell, por mencionar algunas).

Sin lugar dudas, este reconocimiento es muy importante para una expresión popular de 350 años profundamente arraigada, que se mantiene viva, cubre una gran extensión geográfica y ha sobrepasado el ámbito católico para transformarse en parte de nuestra identidad. Un reconocimiento necesario para las expresiones populares.

La otra cara de la moneda

En enero del 2009 Chile suscribió la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, lo que compromete al Estado de nuestro país a preocuparse de éste (hacer catastros, documentar, difundir, proteger). Y esto es muy bueno (si es que realmente se cumple, a diferencia de lo que ha pasado con mucho de nuestro Patrimonio Material de la Humanidad).

Sin embargo nuestro país es SUBDESARROLLADO, y un gran subdesarrollado a nivel institucional. Más allá de las declaraciones de empresarios, economistas y políticos, nuestro país presenta un subdesarrollo que se refleja en nuestras instituciones, en nuestras leyes, en nuestra forma de abordar las realidades y de pensar.

Chile, el Estado de Chile, ha postulado los Bailes Chinos a la Unesco y ha tenido “éxito”. Pero hemos sido incapaces de tener instituciones y leyes internas, propias, capaces de proteger ese mismo patrimonio que hemos solicitado a la Unesco que “proteja”.

En otras palabras, la distinción que ha realizado la Unesco no podemos hacerla en el país porque no tenemos cómo hacerla, ya que nuestras instituciones y leyes en temas de Cultura y Patrimonio son arcaicas, primitivas, subdesarrolladas, al nivel de los países más atrasados del continente.

El Patrimonio Material está radicado en el Ministerio de Educación (y su importancia queda sujeta a la contingencia casi siempre candente de esta cartera) y el Inmaterial ha sido del interés del CNCA. Pero casi todos los ministerios tienen relación con Patrimonio, sin que haya realmente una conducción al respecto. Llevamos tres gobiernos (en realidad cuatro, ya que Ricardo Lagos quería un Ministerio de Cultura y no un Consejo) discutiendo la posibilidad de tener un Ministerio de Cultura que haga políticas de desarrollo cultural y no administrar sólo fondos “concursables”… y no se ven grandes avances.

Así, no es casual que no existan políticas reales para la Cultura y, en particular, para el Patrimonio. Podemos destacar algunos reconocimientos y premios que otorga el CNCA a artesanos, monumentos vivos, “picadas”, pero eso no son más que pequeños gestos simbólicos en un país donde Cultura y Patrimonio son parte de un pobre decorado.