Para los más jóvenes, la conmemoración del quiebre de la democracia, hace más de cuatro décadas atrás, plantea importantes desafíos. Un primer reto es para quienes no pertenecemos a la generación cuya experiencia vital y política está mercada por los eventos y procesos previos y posteriores al 11 de septiembre de 1973.

Hoy, los partidos de la centroderecha han renovado sus liderazgos, dando paso a un nuevo contingente directivo, en su mayoría desvinculado del clivaje autoritarismo – democracia. En particular, para RN las graves violaciones a los Derechos Humanos no tienen excusa alguna, y respaldamos todas las medidas de reparación y justicia que correspondan aún por definir.

Sin perjuicio de lo anterior, creemos necesario superar la división política entre el SI y el NO, que aún persiste en el discurso de la clase política. Mientras para algunos chilenos lo ocurrido sigue siendo fuente de dolor y sufrimiento, otros actores políticos siguen reviviendo de modo periódico la división entre chilenos buenos y malos. Entre quienes estaban a un lado y quienes estaban al otro.

Desde la óptica de quienes aún no nacíamos cuando el quiebre de la democracia tuvo lugar, sólo cabe ser respetuosos del dolor, y apoyar las medidas de justicia que correspondan. No obstante tenemos que tener la valentía y la fuerza suficiente para liderar un realineamiento de la política chilena que supere de modo definitivo la coyuntura provocada por la división entre quienes apoyaban y quienes rechazaban a Pinochet.

¿Por qué es necesario ese paso? Básicamente, porque el estar mirando permanentemente por el espejo retrovisor, nos impide conducir de modo firme y seguro frente a los desafíos políticos y de desarrollo que enfrenta nuestra patria hoy. Ya en el siglo XXI, nuestra generación tiene el deber histórico de poner en perspectiva lo ocurrido, condenando tanto las graves violaciones a los Derechos Humanos cometidas por agentes del Estado como la violencia política fomentada por grupos extremistas.

Pero al mismo tiempo debemos ser capaces de articular una mirada de Estado sobre lo anterior. En otras palabras, que para un niño o un joven los Derechos Humanos no sean una palabra que se asocie a la izquierda, a la derecha o a Pinochet.

Los Derechos Humanos constituyen una agenda que hoy es más pertinente que nunca. Y en nuestra perspectiva, está asociada a la libertad, a la dignidad y a la seguridad, valores que muchos chilenos no pueden ejercer hoy de modo pleno en el ámbito de la salud, de la educación o de su seguridad personal. No podemos esperar a que vengan organismos internacionales a decirnos que en Chile se violan los Derechos Humanos en las cárceles, por ejemplo.

Dicho de otro modo, creemos que la agenda del pasado no puede limitar el rango de acción en el presente.

Así, los nuevos liderazgos tienen el reto de superar las querellas políticas del pasado, sin que eso implique omitir sus causas y consecuencias, para poner en el centro de la agenda también los problemas de derechos humanos, desarrollo, dignidad y seguridad de los chilenos en el siglo XXI. Una vez que hayamos optado por ese camino, habremos demostrado que hemos aprendido de las lecciones de lo ocurrido hace más de cuarenta años.

Tomás Fuentes Barros
Vicepresidente Renovación Nacional      

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