Felipe VI vistió uniforme militar en los actos de su proclamación como rey de España pero suprimió cualquier simbología religiosa, marcando una continuidad y una ruptura con la tradición y el franquismo, según destacaron analistas.

La ausencia de misas y cruces sorprendió en un primer momento, pero fue aceptada como un reconocimiento de la evolución de mentalidades en un país que durante siglos se consideró como un adelantado de la fe.

La propia Iglesia optó por una actitud conciliadora, considerando, en palabras del portavoz de la Conferencia Episcopal Española, José María Gil Tamayo, que todo ocurriría dentro de la “normalidad” de un Estado aconfesional. Gil Tamayo puso sin embargo de relieve que Felipe VI continuará la tradición católica de la familia real y que hará rápidamente un viaje al Vaticano.

Rey y general, “funciones simbióticas”

El uniforme militar de Felipe VI y los actos castrenses de la ceremonia dieron pie en cambio a interpretaciones contradictorias: algunos los consideran coherentes con la función constitucional del monarca como jefe supremo de las Fuerzas Armadas, aunque otros los ven como una “huella” del dictador Francisco Franco (1939-75), que había nombrado como su heredero, en tanto que rey, a Juan Carlos I, padre del nuevo monarca.

El analista y exdirector del diario conservador ABC José Antonio Zarzalejos sostiene que esas interpretaciones son “gratuitas” o se deben a la “ignorancia”. La simbología militar, afirma, “no es ningún resabio franquista, [sino que] viene de la mejor tradición monárquica”.

El rey ejerce la jefatura de las fuerzas armadas “bajo el poder civil, y sobre todo en defensa de la Constitución (…). Lo lógico entonces es que se presente con el uniforme de su magistratura más importante: jefe de las Fuerzas Armadas, como jefe que es del Estado”, recalca.

“La condición de rey de España y jefe de las Fuerzas armadas es simbiótica”, sostiene, recordando que sería extraño que Felipe se presentase vestido de civil a un acto que se inició con honores militares y culminará con un desfile de tropas por la Carrera de San Jerónimo, frente al Congreso en Madrid.

¿Un hábito equivocado?

El filósofo y politólogo Josep Ramoneda admite que la presencia de galones en la proclamación puede ser “un hábito”, pero “un hábito equivocado”, pues conlleva “la peligrosa idea de que es el ejército el que da el poder”.

Ramoneda señala que el nuevo rey, vistiendo su uniforme de gran etiqueta del Ejército de Tierra, con la faja roja de capitán general que heredó de su padre junto con el trono, ha buscado ante todo enviar “un mensaje de autoafirmación”.

“Como es un rey sin poderes, exhibe el único que tiene, que también lo tiene limitado”, declara.

Pero el filósofo ve en esta ceremonia un síntoma de que la transición, liderada por Juan Carlos para construir una democracia moderna, “ya no será fuente de legitimidad” y de la urgencia de acometer “las reformas necesarias para relegitimar el régimen”.

La necesidad de relegitimar las estructuras políticas con un referéndum donde los españoles puedan pronunciarse sobre su preferencia por una monarquía o una república, es uno de los principales reclamos de Podemos, la fuerza que irrumpió en las últimas elecciones europas como modelo alternativo en un país sumido en la crisis económica y cada vez más desconfiado de las instituciones.

“La monarquía solamente es creíble a través del misterio que dice representar y de la amenaza que puede sembrar”, afirma Juan Carlos Monedero, profesor de ciencias políticas y uno de los principales dirigentes de Podemos.

Monedero ve la huella de los militares en ciertos artículos de la Constitución de 1978, que permitió desarticular el autoritarismo franquista.

Eso ocurre por ejemplo, según afirma, con el artículo 2, que sostiene que “la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española” y no en la “soberanía popular”.

El dirigente rechaza además cualquier similitud entre la monarquía española y las de otros países democráticos de Europa.

“Las monarquías en Europa se significaron contra el fascismo, mientras que la dinastía borbónica se significó a favor del fascismo. Alfonso XIII [abuelo de Juan Carlos] apoyó a la dictadura de Primo de Rivera y después apoyó a la dictadura de Franco”, explica.

“A la dinastía borbónica en España le falta ese pedigrí democrático que tiene en el resto de Europa. Y eso también explica por qué el rey Juan Carlos, antes incluso de tener la condición de rey, fue capitán general de los ejércitos. Tuvo una vinculación con el ejército, que era la garantía de continuidad entre el franquismo y la democracia”, remata.