Esta semana nuestro país se vio conmocionado por la muerte de dos personas, quienes decidieron poner fin a sus vidas lanzándose desde el centro comercial Costanera Center en Santiago. El último caso tratándose de un joven que se dejó caer a la calle desde el piso 27.

Sumado a una madre quien el año pasado se suicidó en el mismo lugar tras conocer que su hijo había perdido la batalla contra la leucemia, pareciera que el edificio más alto de Chile está adquiriendo un lúgubre atractivo para quienes adoptan esta drástica determinación.

Sin embargo, dentro de quienes optan por suicidarse, lanzarse desde altura es relativamente inusual. Cifras reveladas por el profesor de psiquiatría Adam Kaplin del Insituto Médico Johns Hopkins, indican que en Estados Unidos sólo un 5% a 10% de las personas eligen este camino. Mucho más común es el uso de armas (52.1%), ahorcamiento (22.2%) o envenenamiento (17.6%).

Pero saltar desde un puente o edificio tiene un halo de especial dramatismo: lo usan quienes están irrevocablemente determinados a morir.

“Cuando la gente no tiene acceso a armas de fuego y piensa que ingerir pastillas no va a funcionar, entonces consideran la opción de saltar y se convencen de que ‘si hago esto, finalmente todo va a terminar’”, explica Hopkins a la cadena de televisión ABC News.

Richard McKeon, psicólogo clínico de la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias estadounidense, concuerda en este análisis.

“Hasta donde hemos podido determinar, mucha gente que se suicida mantiene cierto nivel de indecisión hasta el último momento. Si usas un método menos letal como una sobredosis, aún existe una posibilidad de rescate si se obtiene ayuda a tiempo. Sin embargo se se aprieta el gatillo de un arma o se salta desde altura, es mucho más probable encontrar la muerte”, indica.

El riesgo de la accesibilidad

Más allá de cuan decidida a morir esté una persona, un factor clave es la facilidad con que esta pueda acceder a un elemento o situación que le permita suicidarse. De aquí que los suicidios desde altura sean mucho más comunes en las grandes ciudades, con mayor cantidad de edificios.

“El acceso a un método de suicidio es el factor más importante que considera una persona al elegirlo. Si alguien tiene un arma en casa o le prescribieron medicamentos, será más probable que los use. Si alguien vive en una zona con acceso a edificios o puentes altos, entonces estos le parecerán más efectivos”, señala la psicóloga clínica experta en comportamientos suicidas, Madelyn Gould.

Pero, ¿por qué hay ciertos lugares que parecen ser especialmente predilectos por las personas para acabar con sus vidas? Quizá el ejemplo más triste es el icónico puente Golden Gate en San Francisco, que desde su apertura en 1937 ha sido el escenario de más de 1.300 suicidios, es decir, uno cada 16 días.

Es el mismo fenómeno que en nuestro país afecta al ya infame puente sobre el río Aysén, el morro de Arica y, más recientemente, al Costanera Center.

La respuesta es que un método de suicidio puede ser “contagioso” debido a su efecto a través de los medios de comunicación. De hecho, puede ser que la determinación del joven de lanzarse este sábado desde el Costanera Center, se haya visto influenciada por la fatal caída de la mujer, pocos días antes.

El suicidio por contagio o influencia es un fenómeno real. Existe mucha gente en situación vulnerable que, si empieza a pensar en el suicidio, puede identificarse con un método. Algunas veces las personas se sienten tan miserables que cuando saben que un método de suicidio “funcionó”, lo fija en sus mentes. Estas personas ya tenían la idea de suicidarse, pero no habían optado por un método”, explica Gould.

De ahí que restringir el acceso a lugares de riesgo sea crucial en reducir el número de suicidios. En 2010, las psicólogas Julia Buus Florentine y Catherine Crane, delinearon un estudio donde recalcan la importancia de que las autoridades establezcan planes preventivos y pongan especial atención en lugares frecuentados para quitarse la vida.

Más que al impedimento físico, se trata de lograr un efecto de restricción cognitiva a los métodos de suicidio -indican las investigadoras- lo cual explicaría por qué el Metro de Santiago es tan hermético respecto de los casos que ocurren en sus instalaciones, a fin de no alentar a nuevos potenciales suicidas.

El arrepentimiento cuando ya no hay vuelta atrás

Lanzarse desde altura es uno de los métodos más efectivos para quitarse la vida. Por ejemplo, los 70 metros y 4 segundos de caída tras saltar desde el puente Golden Gate provocan que el impacto con el agua sea equivalente a estrellarse contra un muro a 120 kilómetros por hora. Sólo un 2% de quienes se lanzan sobreviven.

Uno de ellos fue Ken Baldwin, quien tras lidiar por más de una década con la depresión y tras un intento fallido de autoeliminarse ingiriendo pastillas, decidió tomar esta vía en 1985.

Sin embargo apenas se hubo soltado de la estructura, supo que había cometido un error irreversible.

“Pensé, ¿qué estoy haciendo?. Esto es lo peor que pude haber hecho. Pensé en mi esposa y en mi hija y me di cuenta de que no quería morir. Quería vivir. Me percaté de que todo lo que había considerado hasta entonces irremediable en mi vida sí tenía solución… excepto por haber saltado”, relata Baldwin a la revista de psicología Psychology Today.

El hombre, entonces de 28 años, tuvo la fortuna de caer primero con los pies, que es la única forma de tener una chance de resistir el impacto sin dañar órganos vitales. Sus pulmones sufrieron un daño tan serio que pasó aquella noche en la unidad de cuidados intensivos con pronóstico reservado. Logró recuperarse, y tras ello tuvo una asombrosa transformación.

“Antes, no quería mejorar. Estaba consumido por mi depresión. Pero después de saltar todo cambió porque ahora sé que quiero vivir. La mayoría de la gente tiene una sola vida, pero yo tengo dos: una antes y otra después del salto. Soy una persona casi completamente distinta ahora. Puede que a veces tenga un día pésimo en la escuela donde hago clases, pero al menos tengo mi vida”, asegura.

La situación de Baldwin no es rara. Muchos sobrevivientes de caídas han relatado experiencias similares, incluso espirituales o religiosas, que les hacen cambiar su perspectiva y tener un nuevo impulso en sus vidas.

“Quienes se lanzaron de un edificio tuvieron una advertencia. Estar tan cerca de la muerte despertó en ellos la admiración por la belleza en el mundo, que la bruma de sus pensamientos y sentimientos negativos les había ocultado. Se dieron cuenta de que hasta ese momento habían dado la vida por algo seguro, mientras que ahora se percatan de su valor y nunca volverán a darla por sentado”, indica el psiquiatra Steve Taylor.

“Desde luego, la verdadera tragedia aquí es que la gran mayoría de la gente, las miles de personas que han seguido este camino nunca tendrán esa segunda oportunidad”, concluye.