Uno de los libros favoritos en mi biblioteca es “Sólo los paranoides sobreviven” de Andy Grove. En este, el CEO de Intel que -indiscutiblemente- llevó a la fabricante de procesadores a la gloria y la sacó de sus mayores atolladeros, describe algo que bautizó como “punto de inflexión estratégica“.

¿Qué es un punto de inflexión estratégica? Pues es un momento preciso en la historia de una empresa en que, dependiendo de cuán oportuno se sea en decidir un camino, se puede remontar a nuevas alturas o mandar todo al carajo.

En palabras del propio Grove:

“¿Cómo sabrá el momento adecuado para introducir cambios que salvarán a su empresa? Lamentablemente, no puede saberlo [...] Pero si emprende los cambios mientras su compañía aún está sana, mientras sus negocios en marcha forman una burbuja protectora dentro de la cual usted puede experimentar con las nuevas maneras de hacer negocios, podrá salvar una parte mucho mayor de la fuerza de su compañía”.

Pues bien, digamos que Nintendo está en un punto de inflexión estratégica.

Este viernes, la gigante de los videojuegos sostuvo una humillante conferencia donde reconoció que las ventas de la Wii U batieron todas las expectativas… del pesimismo: apenas 2.8 millones de consolas se habrán vendido al cerrar el año fiscal en marzo próximo.

Esto es menos de un tercio de los 9 millones que Nintendo estimaba originalmente, pero se hace aún más vergonzoso al compararlo con los 4.2 millones y 3 millones de unidades que Sony y Microsoft ya han vendido de sus PS4 y Xbox One -respectivamente- en sólo 3 meses desde su estreno.

Nope. Ni siquiera el anhelado “Super Mario 3D World” (aka “Mario Gatito”) logró darle a la Wii U el empuje necesario para salir del pozo, tarea de la cual estudios como Electronic Arts, Activision e incluso Ubisoft ya se habían desligado a mediados de 2013, al anunciar que no iban a lanzar nuevos juegos para esta plataforma.

Ahora, no es que Nintendo esté en una crisis financiera. Con 4.440 millones de dólares en el bolsillo legados por el éxito de ventas de la Wii y sus consolas portátiles, la japonesa tiene aire de sobra para seguir respirando bajo el agua… pero también la certeza de que en algún momento deberá salir a la superficie nuevamente.

Su propio CEO, Satoru Iwata, admitió que interpretaron mal las señales del mercado y que la empresa requiere un cambio para “proponer algo que sorprenda a sus consumidores”.

“La forma en que la gente usa su tiempo, sus estilos de vida, quienes son… han cambiado. Si nos quedamos en el mismo lugar, nos volveremos obsoletos”, indicó Iwata, al tiempo que anunciaba una enigmática “nueva estructura de negocios”, sobre la que evitó entregar mayores detalles.

De inmediato comenzaron las especulaciones sobre si Nintendo finalmente aceptaría llevar sus principales franquicias como Super Mario, Donkey Kong o Zelda, a plataformas que no le pertenezcan, como los teléfonos móviles, tablets, PC o redes sociales; las que -dicho sea de paso- actualmente dominan el segmento de los jugadores casuales, que tan lucrativo fue para Nintendo en el pasado.

No lo tomen a la ligera. Hacerlo se trataría de un cambio de paradigma traumático para una empresa que desde sus inicios ha estado obsesionada con el control absoluto de sus propiedades.

De hecho, Nintendo fue la responsable de devolver la confianza a los jugadores caseros luego de la crisis gatillada por Atari y la miríada de juegos horrorosos que habían saturado el mercado hacia 1983. Fue sólo gracias al férreo control que su legendario presidente, Hiroshi Yamauchi, ejerció sobre los títulos lanzados para el NES (al punto de aprobarlos personalmente) que las ventas volvieron a dispararse.

La filosofía de Yamauchi -quien dirigió la empresa despiadadamente entre 1949 y 2002- era simple: si el software era bueno y el precio de la consola era alcanzable, los consumidores tendrían que comprarla y ellos controlarían la experiencia. Por ello la empresa se negó de forma tajante a licenciar sus propiedades y créanme, la única vez que lo hizo, Philips se encargó de hacer que se arrepintieran hasta la náusea.

Pero tal como dijo Iwata, los tiempos cambian y quizá llegó el momento en que Nintendo ya no pueda seguir esperando a que los consumidores vayan a ellos, sino que es ella quien deberá salir a su encuentro, bajo las reglas del sistema que ellos elijan usar.

¿Cómo saber si es este el momento? He ahí la intriga de los puntos de inflexión estratégica y si Nintendo tiene algo que ha sabido hacer a lo largo de su historia es -precisamente- sorprendernos.

Christian Leal
Periodista